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Original Web

La oración elimina la cicatriz y la tristeza

Del número de agosto de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 27 de mayo de 2024 como original para la Web.


Me desperté una mañana y pensé: “¡Hoy es el día en que nos mudamos a casa!”. Pero no me sentía feliz como debería haber estado. Estaba triste. Como estadounidenses que habían vivido en el extranjero durante varios años, mi esposo y yo habíamos hecho una gran amistad con aquellos con los que habíamos entrado en contacto, y habíamos llegado a pensar que Sudáfrica era nuestro hogar.  

Pero ya era hora, así que aparté la tristeza y terminé de empacar las maletas. Fuimos a la casa de una amiga a despedirnos, y su perro estaba tan emocionado de vernos que me derribó. Un gran corte se abrió justo debajo de mi ceja y había sangre por todas partes. Nuestra amiga inicialmente se alarmó, pero sabía que somos Científicos Cristianos y estamos acostumbrados a orar para sanar. Limpié y vendé la herida, y le aseguré que todo estaba bien. Nos despedimos con un abrazo y nos fuimos.  

De pie en la acera, me sentí abrumada y no podía dejar de llorar. Lo único que podía hacer era aferrarme mentalmente a lo que sabía que era cierto por mi estudio y práctica de la Ciencia Cristiana: que Dios es bueno, y solo bueno; que Dios es Amor; y que el Amor tierno y omnipresente me cuidaba a cada momento.

Esta es una característica de la práctica de la Ciencia Cristiana: justo en medio del dolor y la conmoción estaba la confiada expectativa nacida de la experiencia, de que confiar a Dios mi salud y bienestar era la decisión más sensata, inteligente y mejor que podía tomar. También fue la solución más rápida. Sabía que mi confianza en Dios era más fuerte que las reacciones emocionales que sentía, y confiaba en la promesa de Dios en la Biblia: “Yo, el Señor, soy tu sanador” (Éxodo 15:26 LBLA). 

Mi esposo y yo nos fuimos a Londres, donde pasamos una semana antes de regresar a los Estados Unidos. Durante el día siguiente, más o menos, todavía sentía una abrumadora sensación de tristeza y me dolía la cara. Le envié un correo electrónico a mi maestra de la Ciencia Cristiana, pidiéndole que orara por mí, y ella aceptó amorosamente, recordándome el hecho espiritual de que nunca podía estar separada de Dios. Sabía que esto era cierto, y también sabía que necesitaba profundizar en el por qué era cierto.

Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, escribió: “Las Escrituras, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, dan la nota tónica de la Ciencia Cristiana, y éste es el tono prolongado: ‘Pues Jehová es Dios, y no hay otro fuera de Él’. Y puesto que Él lo es Todo-en-todo, Él no está en nada que Le sea desemejante; y nada que haga o diga mentira está en Él, o puede ser consciencia divina” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 366).

¡Qué idea tan profunda a considerar, comenzando con la declaración bíblica de que “no hay otro fuera” de Dios! Y que Dios es “Todo-en-todo”. Ambas declaraciones son muy amplias y definitivas. “Todo” es completo. No puede haber nada fuera de “Todo”. Por lo tanto, no puede haber nada “desemejante a Él”, desemejante a la bondad, la pureza y la perfección. 

Cristo Jesús dijo: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). La Sra. Eddy explicó estas palabras en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Así como una gota de agua es una con el océano, un rayo de luz uno con el sol, así Dios y el hombre, Padre e hijo, son uno en el ser” (pág. 361).

Oraba constantemente con esta verdad de nuestra unidad con Dios, declarando que debido a que era verdad, no podía estar separada del bien de ningún tipo. Razoné que solo podía haber bondad, perfección y libertad debido a la totalidad y unicidad de Dios, el bien y mi unidad con el Padre-Madre Amor. También pensé en lo que Jesús dijo a sus discípulos (lo que nos incluye a todos nosotros hoy): “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).

Sabía que las verdades que estaba declarando acerca del Dios perfecto y del hombre perfecto me hacían libre.

Tuvimos una semana encantadora en Londres seguida de una alegre reunión con nuestras familias en Estados Unidos. El corte en mi cara se sanó, pero quedó una fea cicatriz, y podía sentir un fragmento de hueso roto debajo de la cicatriz que se movía cada vez que tocaba el área. Continué orando con la verdad de que siempre estoy en armonía con mi Padre-Madre Amor, y que nunca podría estar, no estaba y jamás estaría separada de la bondad de ningún tipo.

Pasaron los meses, y un día, cuando toqué ese lugar en mi cara, me di cuenta de que ya no había un fragmento de hueso suelto debajo de la piel. Me miré en el espejo y la cicatriz había desaparecido. Permanecer mentalmente con la verdad de mi ser de que jamás podría separarme de la totalidad y la bondad de Dios había producido una curación completa.

A pesar de lo emocionada que estaba, la mejor parte de la curación vino con la subsecuente reflexión: no solo había sido sanada físicamente, sino que ya no estaba triste por nuestra reciente mudanza de regreso a los Estados Unidos. No me había dado cuenta de que la tristeza había sido una tendencia. Antes, cada vez que me mudaba a un nuevo lugar, estaba siempre triste. Lamentaba lo que acababa de dejar y me sentía aprensiva por la nueva experiencia que me esperaba. Pero con esta mudanza en particular, había sido sanada no solo físicamente, sino también mentalmente. 

Nunca más he luchado con sentimientos de nostalgia o tristeza durante los tiempos de transición. Desde esta curación nos hemos mudado varias veces, y cada una ha estado más alegre y más expectante del bien que la anterior. Es más, solo he sentido más gratitud y un profundo aprecio a lo largo del camino por todas las oportunidades, amigos, lugares y recuerdos que me han enriquecido y apoyado en mi crecimiento individual y espiritual. Estoy muy agradecida a Dios.

Jennifer McLaughlin
Boston, Massachusetts, EE.UU.  

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