La primavera pasada, tuve que tomar un vuelo un viernes por la mañana para asistir a mi reunión anual de la asociación de estudiantes de la Ciencia Cristiana. Ese lunes, cuando me levanté de la cama, mi espalda estaba dislocada. El dolor casi me dejó sin aliento.
A medida que avanzaba la mañana, pude moverme más y el sufrimiento disminuyó, así que decidí llevar a mi perro a dar un largo paseo. Estuve disfrutando de la caminata hasta que me incliné para elogiar a mi perro y sentí como si mi espalda se estuviera separando. Fue doloroso volver a erguirme otra vez.
En ese momento, estaba escuchando una grabación en línea de la Lección Bíblica semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana y recordé que un practicista de la Ciencia Cristiana me dijo una vez que podía buscar promesas en la Lección. Esas promesas fortalecerían mi comprensión de Dios y me ayudarían a sentir una conexión más profunda con Él. Tales promesas nos mantienen alerta y nos sentimos amados y seguros. En la Lección de esa semana estaba esta idea acerca de Dios y Su creación: “Te prolongué mi misericordia” (Jeremías 31:3). Esto me ayudó a ver que solo existía un designio: el designio de Dios, el bien.
Cuando finalmente llegué al auto para sentarme, supe con convicción que este problema no iba a interferir con mi próximo viaje. Durante el resto de la semana, reflexioné sobre los artículos y testimonios del número de mayo de 2024 del Journal, y me pareció que todos se aplicaban a mí de una forma u otra. Un testimonio titulado “La oración elimina la cicatriz y la tristeza”, de Jennifer McLaughlin desarrollaba la idea de que no hay separación entre Dios y Su reflejo. La escritora declara: “Justo en medio del dolor y la conmoción estaba la confiada expectativa, nacida de la experiencia, de que confiar a Dios mi salud y bienestar era la decisión más sensata, inteligente y mejor que podía tomar”. Como reflejo de Dios, yo tampoco podía sentir que los músculos se separaban o el dolor de espalda se intensificaba.
Al leer otros artículos en el Journal de mayo, me di cuenta de que había estado obsesionado con el problema de mi espalda y los posibles remedios físicos. Cada artículo me daba puntos de vista más profundos sobre cómo podía verme a mí mismo con claridad: completamente espiritual y de ninguna manera material. También me impresionó que estos escritores persistieran en su oración con tanta tenacidad. Me pregunté: “¿Concluyo todo el trabajo cuando me trato a mí mismo en la Ciencia Cristiana, o renuncio antes de terminar de hacerlo?”. Esas ideas mejoraron y fortalecieron mis oraciones.
A medida que avanzaba la semana, sentía menos dolor, pero todavía necesitaba un tiempo tranquilo para orar y estudiar la Lección y prestar atención activamente a las ideas de Dios. Esto significaba no solo leer un pasaje de la Biblia o Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por Mary Baker Eddy, sino estudiar y pensar en el significado, y aplicar su verdad a mi situación.
En el Texto Áureo de la Lección Bíblica de esa semana estaban estas palabras: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38, 39).
Pensé cuidadosamente en las palabras separar y amor. Saber que Dios es Amor me hizo preguntarme: ¿Podría haber alguna parte de mí desvinculada del Amor, que me hubiera atraído? Me abstuve de hacer que todo esto se tratara del físico, en cambio, me aferré a la única idea original del hombre: que todos somos creados buenos, completos y puros. La semana anterior, había notado un período en el que me sentía derrotado y rechacé la idea de que la “profundidad” podría impedir mis pasos hacia adelante.
Me pregunté por qué los “ángeles” estarían en esta lista. En el diccionario en línea Webster de 1828, la tercera definición de ángel dice: “En un mal sentido, un espíritu maligno”. Sentí que un espíritu maligno incluiría la sugestión sutil de que podemos separarnos del bien. No obstante, al volvernos a Dios en los momentos difíciles, encontramos que la Verdad elimina toda sugestión del mal.
La definición de criatura del diccionario Oxford Languages también me impresionó profundamente cuando la busqué. No la había visto como “un ser ficticio o imaginario, típicamente aterrador”. Esto me ayudó a ver que cualquier sugestión de sustancia material, temor o una situación dolorosa nunca podrían ser parte del designio de Dios, por lo que yo podía estar completamente libre. Nunca ha habido una separación, porque es imposible que una ilusión sea real.
Al razonar a partir de esta base espiritual de que las hipótesis, opiniones y poderes materiales no eran reales, la conclusión obvia era clara: Si yo estaba en medio de Dios y Sus pensamientos, entonces nada podía separarme, dividirme, interrumpirme o alejarme del amor de Dios.
La Sra. Eddy declara: “El olvido de uno mismo, la pureza y el afecto son oraciones constantes” (Ciencia y Salud, pág. 15), y cuando mis oraciones se volvieron más desinteresadas y puras, se produjo la curación.
El día de mi viaje, después de empacar y pasar por los centros de transporte hasta el aeropuerto, me di cuenta en el momento en que estaba en el avión que no tenía ningún problema en la espalda. Estaba completamente sano y tuve una reunión de la asociación de lo más edificante.
Richard Staunton
Minnetrista, Minnesota, EE. UU.