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BUENAS NOTICIAS

La ayuda divina que está siempre a nuestro alcance

Del número de octubre de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 28 de abril de 2025 como original para la Web.

Original en español


Estaba de visita en una ciudad que conocía bastante bien, pero una noche al bajarme del tranvía, me sentí desorientada debido a cambios temporales que se hacían en los horarios y vías de transporte público. Decidí preguntarle a un hombre que estaba justo allí y él tomó su teléfono celular y gentilmente intentó señalarme el camino.

De repente, se detuvo otro hombre, quien daba un paseo a su perro, y preguntó si podía ayudar. Cuando se enteró a dónde iba yo, dijo que él iba en esa misma dirección y que podía acompañarme. Acepté y le agradecí al otro hombre. Cuando empecé a caminar al lado de mi nuevo acompañante, me di cuenta de que olía a alcohol y que hablaba lentamente. Sin embargo, no sentí temor. Su comportamiento respetuoso y correcto me motivaron a seguir caminando a su lado.

Me habían educado para alejarme de los extraños, e incluso temerles, y acostumbraba a ver a la gente que toma alcohol como pecadora, separada de Dios, el Amor divino. Pero en lugar de ver a este hombre de esta manera, me di cuenta de que ambos éramos en realidad hijos de Dios que nos estábamos ayudando mutuamente.

A medida que oraba para ver su verdadera identidad espiritual, reconocía que las enseñanzas de la Ciencia Cristiana habían cambiado mi vida por completo. La práctica de la Ciencia Cristiana me ha dado una nueva perspectiva del mundo y de las diferentes situaciones que enfrentamos. Sus enseñanzas suavizaron mi corazón respecto a los demás y me han dado el verdadero concepto de cada individuo como reflejo de Dios: Su imagen y semejanza.

Al referirse a esto, Mary Baker Eddy escribe: “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales. En este hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esta manera correcta de ver al hombre sanaba a los enfermos” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, págs. 476-477).

A medida que oraba y afirmaba en silencio la bondad de Dios, podía ver a mi acompañante como el hombre de la creación de Dios. No recuerdo exactamente de qué hablamos, pero ya no sentía que el hombre olía a alcohol, y él me dejó a unos pasos de la calle que yo buscaba, sana y salva.

La experiencia espiritual de aquella noche me conmovió profundamente, y creo que a él también. Ahora, cada vez que me acuerdo de él, doy gracias a Dios por las valiosas lecciones de bondad, tolerancia y comprensión espiritual que he adquirido, enseñándome que el Amor divino siempre está cerca, y dándome una visión sanadora de mis hermanos y hermanas.

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