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Como había aprendido de mi estudio de la Ciencia Cristiana, Dios es lo que me gobierna a mí y mis actividades. Además, debido a que Dios es Amor y no hay dolor en el Amor, yo no podía estar sufriendo.

Me di cuenta de que, espiritualmente hablando, no estaba viajando a otro país. La verdad es que estaba siempre en el reino de Dios, ¡donde nada cambia!

La creación de Dios expresa a Dios, en todas partes y de todas las maneras. Tú y yo y el universo somos el conocimiento de Dios de Su propia bondad y perfección.

Afortunadamente, me di cuenta de esta inútil negatividad y rápidamente cambié la dirección mental. Lo que se necesitaba era un pensamiento iluminado a la espera del bien, no cavilar con pesimismo.

Lo que realmente estamos escuchando es la voz del bien, la actividad del Cristo, la Verdad divina, que está tan disponible en nuestras vidas y actividades como lo estuvo en los tiempos bíblicos.

Finalmente, esta diligente oración me ayudó a comprender profundamente que su verdadera identidad estaba completamente libre de cualquier registro de lo ocurrido.  

Oré para comprender que, si como nos dice la Biblia, Dios, el Amor divino, llena todo el espacio, entonces, ¿dónde hay espacio para la tristeza y la soledad? La respuesta: en ninguna parte. 

Comprender que la presencia de Dios realmente estaba a mi alrededor me ayudó a apartarme de las dudas sobre mi progreso y a sintonizarme con la verdad, o lo que Dios me estaba diciendo.

Dios, el Espíritu, me creó para ser totalmente espiritual y muy bueno.

Oré, afirmando que Dios estaba allí con nosotros, y que Él creó todo —tanto a nosotros como a todas las criaturas— como ideas espirituales que viven eternamente juntas en armonía.