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Original Web

La dependencia que nos libera

Del número de febrero de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 29 de agosto de 2024 como original para la Web.


Una de las declaraciones más citadas de las enseñanzas de Cristo Jesús es: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Está precedida por esta declaración calificativa: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” (Juan 8:31). La New English Bible da la siguiente traducción de estos versículos: “Si moráis dentro de la revelación que he traído, verdaderamente sois mis discípulos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Pero ¿qué significa realmente conocer la verdad?

Como punto de partida, todas las enseñanzas de Jesús se basaban en la verdad del Dios perfecto y de Su creación perfecta, incluido el hombre. Conocer, o percibir profundamente, esta verdad fundamental incluye reconocer inherentemente que el hombre depende totalmente de Dios. Jesús modelaba esa confianza cuando, justo antes de sus declaraciones anteriores, había dicho de Dios: “El que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada” (Juan 8:29).

La verdad de que nuestra relación depende totalmente de Dios reside en que Él es nuestro Padre-Madre, nuestro Padre divino, completamente bueno, omnisciente, omnipresente, todopoderoso y ciertamente confiable. Una de las razones por las que comprender esta relación es tan crucial es que va en contra de gran parte de lo que el mundo ve como una relación típica entre padres e hijos. Un padre humano se regocija con los primeros pasos de un hijo. Estos primeros pasos son simbólicos de los cientos de formas en que cada uno de nosotros aprende gradualmente a ser independiente.  

No obstante, en muchos sentidos, esa independencia es exactamente lo opuesto a la forma en que Jesús entendió su relación con Dios, y cómo nosotros también deberíamos ver nuestra relación con Dios como Sus hijos. También en el Evangelio de Juan, leemos las palabras de Jesús: “No puedo yo hacer nada por mí mismo” (5:30).

¡Dependencia total!  

Para la Descubridora de la Ciencia de las enseñanzas de Jesús, Mary Baker Eddy, este aspecto de la relación del hombre con Dios es fundamental para comprender quiénes somos realmente. Ella explica: “La Mente divina, que hizo al hombre, mantiene Su propia imagen y semejanza” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 151). Este mantenimiento es perpetuo y podemos depender continuamente de él. Los términos que Eddy usa a lo largo de sus escritos para aclarar nuestra relación con Dios enfatizan esta confianza. Dios, la causa; hombre, el efecto. Dios, el creador; el hombre, la creación.

Ciencia y Salud explica: “Padre-Madre es el nombre para la Deidad, que indica Su tierna relación con Su creación espiritual. Como el apóstol lo expresó con aprobación, citando las palabras de un poeta clásico: ‘Porque linaje Suyo somos’” (pág. 332).

¿Es “conocer la verdad” una actividad mental que de alguna manera podemos activar? Claro que no. Es una de las actividades más desafiantes, así como gratificantes, en las que podemos participar. No es un esfuerzo intelectual. Es más un esfuerzo del corazón que de la cabeza. Conocer es comprender qué es algo realmente, reconocer su esencia misma. Conocer la verdad de nuestra total dependencia de Dios es sentir nuestra inseparabilidad de nuestra fuente, el Amor divino.

Las verdades que debemos conocer acerca de nosotros mismos fluyen de nuestra consciencia de esta dependencia, verdades que se hacen cada vez más evidentes al profundizar nuestro aprecio de Dios como nuestra Mente, de Dios como nuestra Alma, de Dios como nuestra Vida, y de valorar a Dios como nuestro defensor, nuestro proveedor, nuestro único Progenitor. Incluido en estas verdades está el hecho de nuestra inmortalidad como el reflejo de la Vida divina. 

“Conocer la verdad” es alinear nuestro pensamiento con la esencia de la enseñanza de Jesús. Ciencia y Salud capta esta esencia, personificada por tres sencillas declaraciones que hace al describir su eterna individualidad, el Cristo. En la página 333 dice: “Jesús se refirió a esta unidad de su identidad espiritual así: ‘Antes que Abraham fuese, yo soy’; ‘Yo y el Padre uno somos’; ‘El Padre mayor es que yo’”. 

La unidad con Dios es el modelo que Jesús nos dio a todos nosotros. El conocimiento de nuestra unidad con Él contribuye en gran medida a ayudarnos a perder la sensación de que tenemos una mente o un ego separados de Dios. Para ser espiritualmente científicos, incluso podríamos ir tan lejos como para decir: “Yo y mi Padre es uno”, recalcando la total unidad que cada uno de nosotros tiene con nuestra fuente.

Al comienzo de mi segundo año en la universidad, un tobillo roto me tenía postrado en cama y realmente quería sanar rápido. En mi oración, comencé a preguntarme cuál era esa verdad especial que Jesús prometió que me liberaría. A medida que exploraba el libro de Juan, comencé a comprender el significado más profundo que Jesús le dio al término Padre, un término que usaba con frecuencia para Dios. De hecho, más tarde aprendí que en el Evangelio de Juan, Jesús usa el término Padre con más frecuencia que Dios. 

Al comprender que, por ser nuestro Padre, Dios es la fuente continua del ser, comencé a entender lo que significa ser semejante a Dios, nunca estar separado de mi fuente, mi Padre-Madre, depender totalmente de esta fuente.

Junto con este descubrimiento, muy pronto se produjo la completa curación de mi tobillo. A medida que mi pensamiento cambió al identificarme a mí mismo como una creación totalmente dependiente de Dios, mi cuerpo sanó. Desde entonces, he adquirido una comprensión más profunda de que no hay una sola “verdad especial” que nos hace libres, aunque cada verdad o idea espiritual que captamos tiene un efecto sanador. Y todas las verdades sanadoras fluyen de Dios, están arraigadas en la totalidad de Dios e incluyen inherentemente nuestra total dependencia de Él. Estoy agradecido de haber obtenido un aprecio de esta relación con Dios para toda la vida que me liberó en este caso.

Cristo Jesús nos enseñó cuán importante es no caer en la trampa de vernos a nosotros mismos como la fuente de algo. Reconocer que Dios es la única fuente, y conocer la verdad de que nuestra propia identidad depende totalmente de esa fuente, nos hace libres.

John Tyler
Escritor de Editorial Invitado

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