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A medida que practicamos la gracia en nuestra vida, los momentos que nos ponen a prueba se convierten en oportunidades para el crecimiento espiritual, la curación y el progreso.

En mi caso, cuando me di cuenta de que los intereses individuales, los talentos, la integridad, la inteligencia y el amor al bien son creados por Dios, percibí y comencé a confiar en que la oportunidad y el progreso individual van de la mano.

Todos nosotros, como reflejos de Dios, podemos participar y participamos plenamente en la intercomunicación, pero sólo Dios es la fuente.

Había orado por mis carreras antes, pero ahora me comprometí seriamente a orar por mi relación con mi deporte en su totalidad, confiando en las ideas que había aprendido en la Ciencia Cristiana.

“Bueno, tú reflejas a Dios, ¿verdad?”, le pregunté. “Siempre reflejas a Dios. Y Dios no está enfermo. Entonces, ¿puedes tú estar enfermo?” Él sonrió y dijo: “¡No!”

Y Dios no es solo mi empleador, sino el de todos, porque todos nos ocupamos de los asuntos de nuestro Padre y expresamos las ideas de Dios en constante desarrollo. 

Fue claro para mí entonces que todos escalamos en nuestros viajes espirituales y encontramos seguridad en los brazos del amor de Dios.

Sabía que tenía que haber una lección en esto para mí, una lección espiritual sobre no aceptar las ilusiones como una realidad.

Cuando la hija de la autora tuvo dificultades para respirar, ella supo que podía confiar en los mensajes angelicales de Dios y estos le hablaban de la sustancia espiritual de su hija, siempre armoniosa y libre de error.

Mi conclusión de esta experiencia fue que en la curación hay dos cualidades esenciales: la humildad y la obediencia. Tuve la humildad de pedirle a Dios que dirigiera mis oraciones, y luego escuché expectante. Y cuando llegó la indicación, obedecí.