Era un día de principios de verano. Avery estaba jugando afuera. Era divertido jugar en la casa de Ya Ya (la abuela) y el abuelo. A Avery le gustaba trepar por las grandes rocas afuera y jugar al barco pirata.
Así que Ya Ya se sorprendió cuando Avery entró de repente. Sostenía muy suavemente algo en sus manos. Cuando Ya Ya miró más de cerca, vio que era una mariposa. No se movía, y una de sus alas parecía estar rota o herida. Parecía que no podía volar.
“¿Vas a orar por la mariposa, Ya Ya?” —preguntó Avery.
Habían orado juntas antes, cuando Avery no se sentía bien. Y Avery había tenido muchas curaciones. Había aprendido que Dios siempre está aquí para ayudar, pase lo que pase. Sabía que Dios también podía ayudar a la mariposa.
Ya Ya dijo que orarían de inmediato. Sacaron la mariposa afuera y la pusieron en un arbusto. Ya Ya explicó que podían comenzar su oración agradeciendo a Dios, tal como hacía Jesús en la Biblia. Avery y su abuela agradecieron a Dios por cuidar con tanto amor a todas Sus criaturas. Entonces Ya Ya le contó a Avery sobre una idea útil de un libro llamado Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy. Dice así: “Todas las criaturas de Dios, moviéndose en la armonía de la Ciencia, son inofensivas, útiles, indestructibles” (pág. 514).
Ya Ya le dijo a Avery que indestructible significa que ninguna de las criaturas de Dios, incluida la mariposa, puede ser lastimada porque son espirituales. Y algo espiritual siempre está seguro y es completo. Ya Ya dijo que ella y Avery podían orar aferrándose a lo que era cierto sobre la mariposa, sin importar cómo se vieran las cosas.
“El amor sanador de Dios está aquí”, le dijo a Avery. “Y amar es sanar, y sanar es amar”.
Eso le dio una idea a Avery. Empezó a hablar con la mariposa. “Te quiero, mariposa”, le dijo. “Te quiero, mariposa. Y Dios te quiere. ¡Dios te quiere!”.
¡Entonces sucedió algo maravilloso! La mariposa voló hasta el siguiente arbusto. Avery y Ya Ya siguieron orando, y pronto la mariposa voló por los aires sin ningún problema. Voló en círculos y se fue.
“Ya Ya”, exclamó Avery, “¡Creo que la mariposa vino a mí porque sé que Dios es Amor!”.