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Buenas Noticias

Los mensajes angelicales de Dios

Del número de enero de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 10 de junio de 2024 como original para la Web.


¿Has oído hablar alguna vez del “guiño de Dios”? Hace poco, mi hija usó esa frase para describir una experiencia en la que sintió el tierno cuidado de Dios por ella. Es un pequeño recordatorio, como si Dios estuviera diciendo: “Te amo, hija Mía”. 

Como estudiante de la Ciencia Cristiana, he aprendido que esos momentos son reales. Son momentos profundos y significativos en los que sentimos la presencia amorosa de Dios tan cerca y querida para nosotros, y escuchamos Sus mensajes angelicales. Mary Baker Eddy, la mujer que descubrió la Ciencia Cristiana, define a los ángeles en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras de la siguiente manera: “Pensamientos de Dios que pasan al hombre; intuiciones espirituales, puras y perfectas; la inspiración de la bondad, la pureza y la inmortalidad, contrarrestando todo mal, toda sensualidad y mortalidad” (pág. 581). He aprendido que Dios nos habla a cada uno de nosotros de una manera que podemos entender. Es muy importante reconocer que Dios nos habla. Somos Sus hijos muy amados, y Su cuidado se puede sentir, aunque tenemos que escuchar y estar dispuestos a recibir Sus mensajes y obedecerlos.

Recientemente, estaba en medio de un proyecto muy grande en el trabajo. Trabajaba muchas horas y trataba de coordinarme con numerosas personas en preparación para una presentación de toda la empresa. Me sentía cansada y ansiosa por el proyecto, pero era un miércoles por la noche y nuestra Iglesia local de Cristo, Científico, estaba celebrando su reunión de testimonios. Decidí asistir y entré en la iglesia cuando la congregación estaba cantando el primer himno. Al mirar el himnario, me di cuenta de que el apellido del autor del himno era el mismo que el mío. Ver esto fue como un abrazo, un guiño de Dios dirigido a mí que eliminó el estrés que había estado sintiendo y me ayudó a escuchar a Sus ángeles. En ese momento, ¡sentí que Dios me reconocía, apreciaba y amaba tanto! Todo el cansancio y la preocupación por el trabajo se disolvieron. Este guiño de Dios me ayudó a saber que estaba haciendo la tarea que Él me había llamado a hacer, y puesto que la estaba haciendo, mi trabajo saldría bien. 

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