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Original Web

Agradecida por las enfermeras de la Ciencia Cristiana

Del número de enero de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 16 de septiembre de 2024 como original para la Web.


Me gustaría expresar mi aprecio a las enfermeras de la Ciencia Cristiana y a los sanatorios de enfermería de la Ciencia Cristiana y por la forma en que trabajan en equipo con los practicistas de la Ciencia Cristiana. Aprendí de primera mano de su maravilloso y amoroso trabajo como equipo de sanadores.

Hace dos años, estaba descargando el auto después de regresar de hacer unos mandados, y lo siguiente que supe fue que desperté en el piso del garaje. No sabía qué había pasado ni cuánto tiempo había estado allí, pero me di cuenta de que me había golpeado la cabeza con fuerza y que mi cuerpo estaba magullado. Pensé: “Está bien, necesito ayuda”. Pero estaba sola. Mi esposo se encontraba en otro estado.

Llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana. De inmediato comenzó a orar y preguntó a quién podía llamar para que se quedara conmigo hasta que llegara una enfermera de la Ciencia Cristiana visitante. Se me ocurrió la idea de llamar a una nueva amiga de nuestra calle. Ella vino de inmediato y se quedó cerca de mí. Nunca me preguntó por qué no quería tratamiento médico, solo me preguntó qué quería hacer. Estaba muy agradecida de haber sido guiada a pensar en ella. 

Mi amiga se fue cuando llegó la enfermera de la Ciencia Cristiana visitante. La enfermera de la Ciencia Cristiana había estado orando durante su viaje a mi casa y también estaba en comunicación con la practicista. Me sentía muy agradecida por la oración que se estaba llevando a cabo. A pesar de que no podía pararme o caminar sin ayuda, mi temor iba disminuyendo. La enfermera de la Ciencia Cristiana me preparó una cena y se comunicó con una colega para que se quedara conmigo durante la noche. 

Las oraciones de esta segunda enfermera de la Ciencia Cristiana aportaron una atmósfera sanadora durante la noche. Por la mañana, me llevó a un centro de enfermería de la Ciencia Cristiana y le avisé a mi esposo que podía continuar con su viaje de negocios.

Cuando entré al sanatorio, estaba en silla de ruedas. Todavía estaba algo desconcertada; mi habla era un poco desarticulada; y no podía escribir con mucho control. Fui recibida con cariño y, una vez más, me di cuenta de que ya estaban orando para apoyarme. Me encontraba en un ambiente libre de distracciones, un lugar donde podía orar y concentrarme en nada más que en sanar. Nunca había estado en un ambiente así. Las enfermeras y el personal de la Ciencia Cristiana me apoyaban de manera práctica, mientras que la practicista me brindaba la oración específica que es el tratamiento metafísico basado en la Biblia explicado en el libro escrito por Mary Baker Eddy Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras.

La curación resultante fue rápida. Más tarde ese día, me levanté de la silla de ruedas y usé un andador. Al día siguiente hablaba con normalidad. Al tercer día, mi letra era normal, y caminaba por los jardines con la ayuda de mi andador y una enfermera de la Ciencia Cristiana. El quinto día caminé por los jardines sin andador, charlando con la enfermera de la Ciencia Cristiana y disfrutando de los pájaros y las ardillas. Al día siguiente salí sola por la puerta principal y me fui a casa. A los pocos días volví a caminar mis seis kilómetros habituales subiendo y bajando las colinas cerca de mi hogar y disfrutando de la naturaleza. ¡Sentí tanta gratitud!

Tuve la ligera tentación de preguntarme qué me había pasado en el garaje, pero rápidamente me detuve. Habíamos demostrado a través de la oración el hecho espiritual de que nada había sucedido, nada excepto que Dios, el Espíritu, cuidaba continuamente de mí por ser Su imagen y semejanza perfecta y espiritual. La gratitud era importante, y yo estaba agradecida de haber aprendido más sobre la curación. También estaba agradecida por haber experimentado el cuidado de un grupo de sanadores amorosos y seguros de sí mismos: el practicista, las enfermeras de la Ciencia Cristiana y el resto del personal del sanatorio. ¡Qué bendición! 

Al recordar lo sucedido, puedo ver cómo me cuidaron durante esta experiencia. Aunque había estado sola, mi teléfono celular estaba conmigo y no al otro lado del garaje en mi bolso, como de costumbre. Me comuniqué con la practicista en un momento en el que normalmente no está disponible de inmediato. Una nueva amiga vino enseguida y tuvo la cortesía de simplemente preguntarme qué quería hacer. Las enfermeras de la Ciencia Cristiana vinieron a mi casa. El sanatorio de enfermería de la Ciencia Cristiana era de fácil acceso. Cada una de estas bendiciones fue una parte preciosa de mi experiencia de curación. 

Charisse Matsumori
Palos Verdes, California, Estados Unidos 

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