Hoy en día, muchos están lidiando con la pérdida, tal vez la pérdida de compañía, familia, hogar, salud, estabilidad financiera, propósito.
Las enseñanzas de Cristo Jesús revelan que todos tenemos una integridad y un valor innatos, que se encuentran en Dios, a quien la Biblia describe como el Amor mismo. Estas enseñanzas también ofrecen profundas vislumbres de esta integridad y valor. Por ejemplo, Jesús relata una parábola acerca de un pastor que se propone encontrar una oveja perdida de su rebaño de cien (véase Lucas 15:3-7). Esto ilustra la tierna atención de Dios a todos Sus hijos, incluso cuando parece que nos hemos alejado ignorantemente del cuidado y la seguridad de nuestro Padre-Madre.
Dios, al estar siempre presente, nos eleva tiernamente y nos coloca suavemente sobre Sus “hombros”, llevándonos a casa con seguridad en el conocimiento del cuidado infinito del Amor. El Amor divino se da a conocer a todos y es sentido por todos, y este Amor omnipresente nunca puede perderse. Asimismo, el Amor jamás nos pierde de vista a ninguno de nosotros.
Apreciar realmente esta parábola bajo una luz espiritual ha aumentado mi comprensión de la inseparabilidad de todos del Espíritu divino, Dios. Nuestro Padre celestial nos ha dado nuestra verdadera identidad como reflejo mismo del Espíritu: enteramente espiritual, cuidada y completa. A través del sentido espiritual podemos percibir tangiblemente esta unidad con Dios. Y nunca podemos perder este sentido innato, porque fluye continuamente del gran y generoso corazón del Amor.
Lo único que podemos y debemos perder es el falso sentido de nosotros mismos como físicos y mortales. Jesús demostró esto a través de su ministerio de curación, y nosotros también podemos poner esto en práctica.
Hace varios años estaba pasando por un momento de cambio en mi vida que trajo consigo tristeza y pérdida. También comencé a experimentar una antinatural pérdida de cabello, que continuó durante bastante tiempo.
He descubierto que la Ciencia Cristiana es el método más eficaz de curación verdadera y permanente, así que recurrí de todo corazón a Dios en busca de ayuda. También le pedí a un practicista de la Ciencia Cristiana que orara por mí para respaldar mi deseo de apoyarme en Dios para sanar esta situación discordante. Aunque la decepción y el temor que sentía parecían abrumadores, sabía que podía confiar plenamente en Dios.
Mientras oraba concienzudamente con la Lección Bíblica semanal descrita en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, profundizando en la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, recuperé la esperanza. El temor comenzó a disiparse. Hubo momentos de alegría infantil en los que me sentí privilegiada de tener esta oportunidad de profundizar mi comprensión de Dios. A los pocos días de esta oración consagrada, mi gozo había regresado y estaba completamente libre del problema físico. Mi cabello dejó de caerse y volvió a crecer de forma natural.
Esta curación trajo una lección más profunda sobre el poder que viene al tener la humildad de depender completamente de Dios, la fuente de nuestro ser. Esa humildad no consiste en ser un felpudo. ¡La verdadera humildad es la disposición de ser guiado a casa al Amor divino y de regocijarse en este regreso al hogar! Es recurrir activa y sinceramente a Dios para obtener una convicción más profunda de lo que nunca se puede perder: nuestra verdadera identidad espiritual.
Como hijos de Dios, Su expresión espiritual, somos preciosos y profundamente valorados. Y nuestro propósito de dar fe o reflejar la bondad y la gloria de Dios nunca nos puede ser arrebatado. De modo que, podemos confiar humildemente en nuestro Pastor, ceder al Amor divino y sentir nuestra unidad con Dios.
Incluso el deseo de ser humildes —de esa humilde sumisión al Amor— es una oración poderosa. La Sra. Eddy escribe: “El deseo es oración; y ninguna pérdida puede ocurrir por confiar a Dios nuestros deseos, para que puedan ser moldeados y exaltados antes de que tomen forma en palabras y en obras” (Ciencia y Salud, pág. 1).
Cada curación en la Ciencia Cristiana nos transforma de alguna manera. Nos eleva física, moral y espiritualmente. Este es el efecto natural y leudante del Cristo eterno, la verdadera comprensión de Dios. A medida que cedemos al Cristo y aceptamos el don de nuestra verdadera naturaleza espiritual, superamos los falsos temores basados en las creencias materiales. Perdemos lo falso y ganamos lo verdadero. En la parábola de la oveja perdida, y en las dos parábolas que le siguen inmediatamente en Lucas 15, se puede ver que la abundancia del amor de Dios no deja absolutamente ningún lugar para la culpa, el reproche o la vergüenza. Estas son afirmaciones falsas del sentido material, que no forman parte de nuestra verdadera individualidad en Dios.
Dios nunca nos creó a ninguno de nosotros capaz de ser un mortal sufriente. Más bien, Dios nos hace y mantiene a cada uno de nosotros como Su expresión alegre, inmortal y totalmente espiritual. El Amor puro, el Principio perfecto, nos otorga gratuitamente alegría y plenitud inmortales. Cuando la acción del Amor divino transforme nuestros pensamientos y eleve nuestro corazón, sentiremos más plenamente nuestra “inmaculada pureza y de su perfección original”, como dice la Sra. Eddy (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 262).
Nada espiritual puede perderse jamás, porque lo que Dios, el Espíritu infinito, crea es eterno. Como reflejo de Dios, somos mantenidos completos y perfectos en Dios, cuidados y sostenidos para siempre por la ley inmutable del Amor divino. Comprender esto trae verdadera curación, regeneración y progreso.