En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy dice: “Toma posesión de tu cuerpo y gobierna sus sensaciones y acciones” (pág. 393). Esta sencilla declaración da esperanza a muchos que parecen ser esclavos del concepto humano de cuerpo. Cuando aprendemos que este cuerpo es producto del pensamiento, comenzamos a ver que podemos cumplir esta demanda y tener cierto dominio sobre el mismo. La Ciencia Cristiana muestra cómo hacerlo.
En general, la humanidad cree que el individuo reside en el cuerpo material, es gobernado por el cerebro y los nervios, y que el cuerpo lo condiciona a él, en lugar de ser al revés. Esta ha sido la teoría básica a la que docentes de medicina e incluso profesores de teología se han adherido por muchos años. El panteísmo de la materia inteligente satura mucho el pensamiento educado, incluso desde que se fundó la Ciencia Cristiana.
Sin embargo, Jesús señaló el dominio esencial que es posible alcanzar cuando dijo: “No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer... o qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” (Mateo 6:25). Sería bueno que consideráramos lo que Jesús quiso decir con esta última declaración.
El dominio que demostró Jesús sobre las condiciones corporales, tanto para sí mismo como para otros, demostró la percepción científica que tenía del hecho de que podemos tomar posesión de nuestro cuerpo y gobernar sus sensaciones y acciones. En su enseñanza básica del Sermón del Monte, señaló que el pensamiento del individuo era la clave para controlar su cuerpo. En reiteradas ocasiones insistió sobre este hecho de diversas maneras, advirtiendo a sus seguidores contra el odio y la malicia, contra el temor y la hipocresía. Es obvio que no dijo nada acerca de los músculos y los nervios, el cerebro y los reflejos. La tendencia de su instrucción pareció estar de acuerdo con la declaración de Proverbios: “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él” (23:7)
Cuando nos damos cuenta de que el cuerpo humano no existe como un objeto externo, sino que existe en la consciencia como una expresión del pensamiento, estamos bien encaminados para ejercer dominio sobre el mismo. La consciencia del individuo gobierna su cuerpo. Y es a través de la renovación de nuestro pensamiento que ponemos nuestro cuerpo bajo el control del Principio divino. Esta renovación se produce a medida que se comprende la naturaleza de Dios y la misma es reflejada en la experiencia humana. Dios es Amor, Verdad y Vida, y el hombre es Su imagen y semejanza, la expresión pura de la Mente divina. Cuando la persona pone en práctica estos hechos científicos, el Amor purifica su pensamiento, la Verdad corrige sus acciones y la Mente gobierna su experiencia. Esta es la manera en que lo divino alcanza lo humano.
La mente y el cuerpo humanos son contrahechuras de la Mente divina y el hombre. La ley divina es la forma de control original cuya contrahechura es el nervio material. La inteligencia divina es el poder gobernante original cuya contrahechura es el cerebro y el sentido material. Dios es la Vida del hombre, y Él existe independientemente de la materia. Esa Vida es realmente “más que el alimento”, y el hombre por ser la expresión concreta de las leyes de Dios es más “que el vestido”. A medida que comprendemos la condición original del hombre como la idea espiritual de Dios, podemos ejercer dominio sobre la contrahechura.
La Sra. Eddy dice: “Mi descubrimiento, de que la mal llamada mente, mortal y que yerra, produce todo el organismo y la acción del cuerpo mortal, puso mis pensamientos a trabajar por nuevos conductos y me guió a mi demostración de la proposición de que la Mente es Todo y la materia es nada, como factor principal en la ciencia-Mente” (Ciencia y Salud, pág. 108-109). Jesús se refirió a este mismo punto cuando dijo: “¿Cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa” (Mateo 12:29).
En los actuales círculos médicos, se está poniendo mucho énfasis en la naturaleza mental de los males, y se están dando algunos pasos para determinar las causas mentales de la enfermedad. No obstante, el control armonioso del cuerpo jamás puede realizarse partiendo de la base de la mente humana o de la voluntad humana. Nunca puede realizarse mediante medicamentos o hipnotismo o ningún otro medio material. Solo a medida que reconocemos que Dios es el poder controlador, podremos probar científicamente que la salud y la armonía son el estado natural del hombre.
Jesús vino a hacer la voluntad de Dios. Esta fue su autoridad, y esto le dio control sobre el cuerpo humano. Nos enseñó que a medida que purificamos nuestro pensamiento y lo ponemos de acuerdo con la naturaleza del Amor divino, podemos esperar que la ley de armonía de Dios se manifieste en la curación de la enfermedad y el pecado.
Después de años de sufrir por la creencia de que el cuerpo la controlaba, la Sra. Eddy percibió el verdadero sentido de dominio a través de la curación que experimentó en conexión con un serio accidente. Ella empezó a comprender que Dios es la Vida del hombre y que la Mente divina es suprema. Ella pudo superar la discapacidad, y probar el control de Dios en la experiencia de muchas personas que ella sanó. Dijo: “La comprensión de que el Ego es la Mente, y de que hay una sola Mente o inteligencia, comienza de inmediato a destruir los errores del sentido mortal y a proporcionar la verdad del sentido inmortal. Esta comprensión hace el cuerpo armonioso; hace de los nervios, los huesos, el cerebro, etc., siervos, en lugar de amos. Si el hombre es gobernado por la ley de la Mente divina, su cuerpo está en sumisión a la Vida, la Verdad y el Amor eternos” (Ciencia y Salud, pág. 216).
