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Para jóvenes

“¿Cómo es que suceden cosas malas aun cuando oramos mucho?”

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 30 de julio de 2018


Q: ¿Cómo es que suceden cosas malas aun cuando oramos mucho?

A: ¿No nos hacemos todos esta pregunta de alguna forma y la abordamos? Yo así lo hice. 

Como estudiante nueva, entusiasta y sincera de la Ciencia Cristiana, me encantaba lo que estaba aprendiendo; en pocas palabras: Dios, el bien, es Todo. Equipada con este entendimiento, pensaba que de algún modo las cosas serían muy fáciles. Mi idea era leer “mi linda y corta Lección” (la Lección Bíblica semanal que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana), y luego emprender con toda tranquilidad mi “lindo y corto día”. No obstante, sucedían cosas malas de todos modos. Sabía que en algún momento tendría que abordar esa cuestión sobre “las cosas malas”. Lo hice muy pronto, cuando hubo dos cosas en la Lección Bíblica que me molestaron.

Primero, leí en la Biblia algo que Cristo Jesús les dijo a sus discípulos: “Aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque yo he vencido al mundo” (Juan 16:33, Nueva Traducción Viviente). Las palabras “pruebas y tristezas” no me gustaron para nada. ¿Cómo era posible que Jesús pensara que podíamos tener “ánimo” al enfrentar un problema serio?

Luego, en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, encontré este pasaje desconcertante: “Los desafíos son pruebas del cuidado de Dios” (pág. 66). La palabra “desafíos” tampoco me gustó. ¿Cómo podía ella considerar que los desafíos eran pruebas del cuidado de Dios?

Dije en voz alta: “Dios mío, si Tú estás aquí, y si Tú eres Amor” —entonces hice una pausa, porque estaba muy segura de que esas dos cosas eran verdad— “Tú te asegurarás de que no tenga ningún desafío”. Admito que esa no fue mi oración más inspirada. Y creo que debo haberme dado cuenta de que realmente no era de ninguna manera una oración —tan solo meras ilusiones— porque fue entonces que me quedé callada y realmente oré.

Después de pensar detenidamente en las enseñanzas de Jesús y de Mary Baker Eddy, y los difíciles desafíos que ellos superaron (¡cada uno de ellos!), esto es lo que me vino al pensamiento: 

Respecto a Jesús: Ciertamente, él no nos prometió un jardín de rosas; nunca dijo: “Síganme y jamás tendrán que usar estas enseñanzas”. No obstante, nos equipó bien. Su admonición: “Anímense, porque yo he vencido al mundo”, ahora me decía: “Y también les he dado todo lo que necesitan para hacerlo”. Después de todo, él así mismo les dijo a sus seguidores: “Les he contado todo lo que el Padre me dijo” (Juan 15:15, NTV). ¡Qué conjunto de herramientas más vigoroso! Lo que él enseñó y probó acerca de Dios fue suficiente. Y lo sigue siendo.

Respecto a la Sra. Eddy: En medio de cada uno de sus numerosos desafíos, su pensamiento nunca estuvo del lado de “qué oscuro es el túnel que debo atravesar, cuán profundo es el pozo en el que me encuentro”. Cada uno de sus pensamientos y oraciones estuvo siempre del lado de “cuán grande es el amor de Dios, conmigo aquí mismo”. Y ella triunfó, probando que Dios es una ayuda siempre presente y nos da todo lo que necesitamos.

Yo estaba aprendiendo que el cristianismo no consiste en querer todo a pedir de boca. Se trata de “no [ser] vencido de lo malo, sino [vencer] con el bien el mal” (Romanos 12:21). Consiste en cultivar nuestro sentido espiritual, que todos tenemos, pues, como explica Ciencia y Salud: “El sentido espiritual es una capacidad consciente y constante de comprender a Dios” (pág. 209). Este sentido espiritual nos muestra, inequívocamente, la irrealidad del mal y la totalidad del bien, Dios.

Puesto que Dios, el bien, es Todo, entonces todas las cosas malas son un error, o una percepción errada de las cosas. Es “aquello que parece ser y no es” (Ciencia y Salud, pág. 472). Nada pretendiendo ser algo. Cualquiera sea la forma que parece asumir —enfermedad o tristeza, odio o perjuicio, violencia o vanidad— el error no es nada más que un intento de negar la bondad y omnipotencia de Dios; Su presencia aquí y ahora. No obstante, el Cristo, la presencia del poder de Dios y el poder de Su presencia, está siempre aquí mismo, ahora mismo, y es por siempre activo, irresistible e imparable. Este Cristo, o Verdad, es la comunicación de Dios con nosotros; nos brinda la convicción de la omnipotencia de Dios, y el valor y la confianza para probarlo.

Cualesquiera sean los numerosos desafíos que enfrentemos, y por muy malas que parezcan estar las cosas, el amor que Dios siente por ti es muchísimo más grande. Y Él te mostrará que puedes probarlo. Aprendo esto más cada día.

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