De todas las preguntas que me han venido al orar, esa pregunta del título es la que se presenta con más frecuencia. Probablemente se deba a que llega a la esencia de lo que ocurre cuando oramos.
Aunque hay muchas formas de orar, para mí, la oración hace que mi corazón se abra tan ampliamente a Dios, que no solo puedo oír, sino también aceptar, lo que Dios me está diciendo de Su suprema bondad y poder. En ese lugar de quietud y humildad, percibo pequeñas vislumbres de las maravillas del universo de Dios, el universo del Espíritu, donde la libertad y la salud son naturales. Y empiezo a entender que es aquí donde vivo, donde todos nosotros vivimos.
¿No es esto de lo que se trata la época de Navidad? Podríamos decir que el nacimiento de Cristo Jesús abrió la puerta a un mundo totalmente nuevo de belleza y posibilidades, porque su vida y su ministerio demostraron lo que Dios realmente es, y lo que somos nosotros al ser Sus hijos. El poder sanador del Cristo, la Verdad, no fue simplemente para la gente de aquella época, sino un obsequio para todos nosotros, porque las curaciones que realizó Jesús demostraron que “el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2). En otras palabras, que, en lugar de vivir en un mundo lleno de problemas y desilusiones, vivimos en realidad en el reino de Dios ahora mismo. El Cristo sanador, la idea verdadera de Dios que fue tan evidente en las obras de Jesús, sigue estando con nosotros hoy, haciéndonos tomar consciencia de esta realidad pura, y dándonos la habilidad de probar que todo aquello que no expresa a Dios, el bien, es irreal y no tiene poder alguno.
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