Para quienes viven en los Estados Unidos, el tema de la reforma migratoria está en primera plana una vez más.
Generalmente se piensa que la inmigración ilegal es un problema inabordable, complejo, profundamente personal y sumamente político. Pero volvernos a Dios en oración nos capacita para comprender que somos las ideas amadas e inmortales del Amor infinito, Dios. Entonces, ya no nos sentimos satisfechos al definir a las personas por su país de origen, o aceptar la creencia de que no hay suficiente bien para todos. Reformar nuestra perspectiva por medio de la oración nos ayudará a avanzar para encontrar soluciones que sean justas para todos, compasivas y sostenibles.
En uno de sus sermones, Mary Baker Eddy aconseja: “Recordemos que Dios —el bien— es omnipotente; en consecuencia, el mal es impotente. El bien no tiene sino un solo lado —no tiene un lado malo; la realidad no tiene sino un solo lado, y ese lado es el bueno. Dios es Todo, y está en todo: eso pone fin al argumento que sostiene que la existencia tiene un lado bueno y un lado malo” (La curación cristiana, pág. 10). He aquí un punto de partida desde el cual acallar dos de las pretensiones más bulliciosas que amenazan con ahogar una solución al tema de la inmigración ilegal: primero, que hay un desequilibrio entre los recursos y las oportunidades en el reino de Dios; y segundo, que el partidismo político es insuperable. La verdad es que el bien de Dios es infinito y está disponible universalmente para beneficio de toda la humanidad. Todos somos los hijos profundamente amados del único y amoroso Padre-Madre Dios.
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