Para quienes viven en los Estados Unidos, el tema de la reforma migratoria está en primera plana una vez más.
Generalmente se piensa que la inmigración ilegal es un problema inabordable, complejo, profundamente personal y sumamente político. Pero volvernos a Dios en oración nos capacita para comprender que somos las ideas amadas e inmortales del Amor infinito, Dios. Entonces, ya no nos sentimos satisfechos al definir a las personas por su país de origen, o aceptar la creencia de que no hay suficiente bien para todos. Reformar nuestra perspectiva por medio de la oración nos ayudará a avanzar para encontrar soluciones que sean justas para todos, compasivas y sostenibles.
En uno de sus sermones, Mary Baker Eddy aconseja: “Recordemos que Dios —el bien— es omnipotente; en consecuencia, el mal es impotente. El bien no tiene sino un solo lado —no tiene un lado malo; la realidad no tiene sino un solo lado, y ese lado es el bueno. Dios es Todo, y está en todo: eso pone fin al argumento que sostiene que la existencia tiene un lado bueno y un lado malo” (La curación cristiana, pág. 10). He aquí un punto de partida desde el cual acallar dos de las pretensiones más bulliciosas que amenazan con ahogar una solución al tema de la inmigración ilegal: primero, que hay un desequilibrio entre los recursos y las oportunidades en el reino de Dios; y segundo, que el partidismo político es insuperable. La verdad es que el bien de Dios es infinito y está disponible universalmente para beneficio de toda la humanidad. Todos somos los hijos profundamente amados del único y amoroso Padre-Madre Dios.
En nuestras oraciones, podemos comenzar insistiendo que el hombre es inteligente, razonable, justo y compasivo. La base para este hecho se encuentra en la Biblia: “Creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó” (Génesis 1:27). En el siguiente versículo leemos que Dios le dio al hombre dominio sobre todas las cosas de Su creación. Este dominio incluye la capacidad de vivir en pleno reconocimiento del amor omnipresente y tierno de Dios por cada uno de nosotros.
Esta comprensión aclara nuestras oraciones por la inmigración. Reconocer la naturaleza infinita del Amor nos eleva por encima del temor de que nosotros, u otros, no tenemos o no tendremos las oportunidades de trabajo que necesitamos, o que las circunstancias pueden privarnos de las generosas provisiones del Amor. El Amor nos ha dado el trabajo de ser Su propia imagen. Es un trabajo que nos emplea a cada uno de nosotros ahora mismo, dondequiera que nos encontremos. En un sentido muy real, cada individuo está legítimamente empleado y tiene el derecho de ser empleado por ser hijo de Dios. Ni un solo individuo merece más o menos que otro, porque Dios nos ama a cada uno de nosotros de igual manera. Su amor, como la lluvia, cae sin parcialidad. Y nuestra clara comprensión del amor imparcial de Dios apoya a los legisladores que son llamados para elaborar una legislación justa.
También podemos contemplar el ejemplo de Cristo Jesús en nuestras oraciones. Cuando oramos por la inmigración y otros temas complejos es también útil recordar una de sus experiencias, registrada en Mateo 14. Este relato nos cuenta que Jesús tomó cinco panes y dos peces, dio gracias a Dios, bendijo la comida, y alimentó a más de 5.000 personas. En lugar de pensar en la aparente escasez, él estuvo ocupado en agradecer a Dios por el bien que ya estaba presente. Nos estaba mostrando cómo debemos proceder cuando la oferta y la demanda global —de comida, trabajo, recursos u oportunidades— parecen desiguales. Tan solo una oración de gratitud tiene el poder de abrir los corazones y eliminar el temor, permitiendo que haya un intercambio equilibrado de trabajo y productos entre las naciones.
Esta historia también nos recuerda que puede haber más de una respuesta a un problema. ¡Jesús no tenía tan solo un pan gigantesco y un enorme pescado! Las soluciones para la inmigración quizás solo se manifiesten a medida que cada uno de nosotros aceptemos con gratitud, humildad y gentileza las ideas, sin importar quién las ofrece. Como todo aquel que ha trabajado en un proyecto en grupo puede atestiguar, el progreso comienza cuando las personas abandonan la necesidad de ser reconocidas personalmente, y se enfocan en cambio en la exitosa compleción de la tarea. También ayuda recordar que incluso si una respuesta en principio no parece adecuada, lleva en sí misma la capacidad de expandirse. ¡Las buenas ideas engendran más buenas ideas!
Podemos esperar que nuestras oraciones proporcionen nuevas y productivas posibilidades sobre cómo proceder con la reforma migratoria. La oración acalla el temor y nos capacita para ver el reino de Dios perfectamente balanceado que tenemos al alcance de la mano. Estar dispuestos a ser guiados por el Cristo nos mostrará el camino por el que debemos avanzar.