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Para construir relaciones armoniosas

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 13 de febrero de 2020


Es reconfortante ver cuán importante es la comunidad para la gente en medio de tanta división y polaridad alrededor del mundo. 

En varias y diferentes épocas de mi vida, viví en el lugar donde trabajaba. Esta era mi comunidad local, por así decirlo. Francamente, a veces las relaciones eran realmente difíciles. Pero también encontré que la armonía —que es tan necesaria en una comunidad saludable— es posible, y que el poder unificador del Espíritu divino, Dios, es una base poderosa para construir y mantener relaciones armoniosas.

Durante un tiempo, en el que vivía y trabajaba en una comunidad, trabajé directamente con alguien con quien me resultaba difícil congeniar. Me sentía un poco intimidada por esta persona y nunca sentía que hacía las cosas “de la mejor manera” con ella. En esta situación en particular, el hecho de que fuéramos de diferentes países y culturas parecía agravar la situación. Comencé a temer el tiempo que pasábamos juntas.

No me sentía cómoda con este sentimiento de temor. Mi estudio y oración en la Ciencia Cristiana me habían demostrado una y otra vez que podía sentirme unida a los demás. Había aprendido que, como los rayos de luz que reflejan individualmente todas las propiedades del sol, todos procedemos de Dios, el Espíritu y Amor divinos, nuestra verdadera fuente. Y expresamos de una manera única la belleza, pureza y dulzura espiritual de la naturaleza divina.

Sabía que orar con estas ideas me ayudaría nuevamente en esta situación. Sin embargo, mi deseo de establecer una relación armoniosa no era tan solo para mí, sino para los demás. Quería contribuir a la paz y la buena voluntad —y sí, incluso a la curación— en esta comunidad en general. Vi que era como practicar el elemento fundamental de las enseñanzas de Cristo Jesús de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (véase Mateo 19:19).

Quería contribuir a la paz y buena voluntad —y sí, incluso a la curación— en esta comunidad en general.

La Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, escribió en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Así como una gota de agua es una con el océano, un rayo de luz uno con el sol, así Dios y el hombre, Padre e hijo, son uno en el ser. Las Escrituras dicen: ‘Porque en Él vivimos, y nos movemos, y tenemos nuestro ser’” (pág. 361).

Mis oraciones estaban motivadas por el esfuerzo por comprender que este era un hecho espiritual tanto acerca de mí como de esta mujer, y debido a nuestra unión con Dios estábamos unidas una a la otra. Detrás de nuestra labor, que implicaba servir a otros por el bien común, estaba la realidad espiritual de que somos las hijas de Dios, cada una hecha a Su imagen, creada para expresar armonía y abnegación.

A medida que consideraba estas ideas, comencé a notar y a apreciar el maravilloso sentido de orden y belleza que tenía esta mujer. Si bien sentía que yo habría hecho algunas cosas de manera diferente, la forma en cómo respondí a ello cambió. En lugar de hacer notas mentales acerca de esas discrepancias y obsesionarme con ellas, vi su compasión y generosidad hacia los demás. Comenzamos a compartir experiencias que habíamos tenido en diferentes países, apreciando la variedad que nuestras vivencias tan diversas ofrecían. Con el paso de los meses, llegué a sentir un afecto genuino hacia ella.

¿No es esa la manera en que queremos sentirnos hacia aquellos con los que estamos envueltos en cualquier comunidad de la que formemos parte? Yo estaba muy agradecida por este cambio que se produjo en mi forma de pensar y en mi experiencia, pero especialmente apreciaba ese sentimiento más profundo que albergaba al vivir en unidad con el bien divino que compartimos y que nos gobierna a todos nosotros.

Me encanta la forma en que la traducción Good News Translation de la Biblia expresa estas palabras de Salmos: “¡Qué maravilloso y placentero es cuando el pueblo de Dios vive junto en armonía!” (133:1). Podemos comenzar a avanzar hoy con un pensamiento libre de críticas y un paso sincero e inspirado por Dios a la vez, y hallar que construir relaciones y comunidades que cooperan y son amistosas no solo es posible, sino natural.

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