Es reconfortante ver cuán importante es la comunidad para la gente en medio de tanta división y polaridad alrededor del mundo.
En varias y diferentes épocas de mi vida, viví en el lugar donde trabajaba. Esta era mi comunidad local, por así decirlo. Francamente, a veces las relaciones eran realmente difíciles. Pero también encontré que la armonía —que es tan necesaria en una comunidad saludable— es posible, y que el poder unificador del Espíritu divino, Dios, es una base poderosa para construir y mantener relaciones armoniosas.
Durante un tiempo, en el que vivía y trabajaba en una comunidad, trabajé directamente con alguien con quien me resultaba difícil congeniar. Me sentía un poco intimidada por esta persona y nunca sentía que hacía las cosas “de la mejor manera” con ella. En esta situación en particular, el hecho de que fuéramos de diferentes países y culturas parecía agravar la situación. Comencé a temer el tiempo que pasábamos juntas.
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