Estaba sumergido en un préstamo estudiantil de cientos de miles de dólares que pensaba que nunca podría pagar. Y de pronto, no hace mucho, me liberé de ella. ¿Fue la suerte? ¿El resultado de algún suceso místico? Definitivamente no. En realidad, se produjo por medio de la oración y el crecimiento espiritual. Quiero contarles cómo ocurrió.
Había estado orando por un tiempo por esa deuda estudiantil no solo por mí, sino también por los millones de personas en mi país, los Estados Unidos, y alrededor del mundo abrumados por lo mismo. En este momento, los prestatarios de aquí deben colectivamente más de US$1.5 millones de millones en préstamos estudiantiles. El tema ya promete tener incidencia en las elecciones presidenciales de 2020, donde algunos candidatos hacen propuestas ambiciosas de cancelar gran parte o toda la deuda estudiantil en este país. Otros no están seguros de que esas ideas sean factibles o prácticas; de todas formas, muchos concuerdan en que innumerables personas necesitan encontrar alivio.
Ya sea que esto cambie o no políticamente, he estado aprendiendo que las soluciones a esta crisis están arraigadas en Dios. De hecho, estoy convencido de que la verdadera respuesta que la gente necesita debe, finalmente, venir cuando la Mente divina, Dios, ilumine la consciencia humana. Perdonar la deuda no es simplemente un asunto político. Es espiritual. Consiste en apoyarse en Él. Y he hallado en mi propia vida que confiar en Dios es práctico; esta confianza realmente responde a nuestras necesidades.
¿En qué consiste esta confianza? Creo que el primer paso es simplemente reconocer que se necesita comprender el perdón de las deudas en términos espirituales. Cuando Jesús incluyó en el Padre Nuestro la línea “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12), no creo que estuviera hablando solo de dinero. Pienso que estaba describiendo los conceptos de deuda y perdón en una forma más profunda. Muchos cristianos que recitan el Padre Nuestro usan una traducción de la Biblia diferente de la versión Reina Valera, con la palabra “agravios” en lugar de “deudas”, y “aquellos que nos agravian” en lugar de “nuestros deudores”, lo que da la idea de que el perdón tiene un significado más amplio.
Por supuesto, la oración de Jesús podría incluir el perdón de deudas financieras literalmente. Pero aun cuando una deuda financiera sea una prioridad en la oración de alguien, bien puede haber problemas más inquietantes en su corazón que necesiten ser perdonados. Por ejemplo, cuando cometemos errores, queremos encontrar el perdón para esas equivocaciones en la misericordia y el amor que Dios tiene por nosotros; un amor que, cuando se siente y se conoce, nos transforma espiritualmente de tal forma, que ya ni siquiera necesitamos ser perdonados porque dejamos de repetir los mismos errores. Vivimos más nuestra verdadera naturaleza espiritual como el hijo eternamente inocente de Dios. Cuando oramos para ser perdonados, incluido el perdón de deudas financieras, deberíamos querer conocer intensamente el amor de Dios por nosotros, así como desearíamos expresar ese amor hacia los demás. Este significado más profundo es la esencia de la oración de Jesús.
En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy da el significado espiritual del Padre Nuestro. La línea “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” se interpreta espiritualmente como “Y el Amor es reflejado en el amor” (pág. 17).
¡Orar de este modo requiere trabajo! No se trata simplemente de pedirle a Dios que nos perdone; es pedir que nosotros mismos crezcamos espiritualmente para poder conocer realmente el amor de Dios y expresar ese amor en nuestras vidas. El amor de Dios es infinito y abarca todo. Cuando aumentamos ese amor, somos realmente ricos y expresamos más de la abundancia infinita de Dios en nuestras vidas. Y esta abundancia de amor puede demostrarse de manera práctica en el alivio de la deuda.
Como mencioné antes, hace poco me encontré con los medios para liquidar una cantidad sustancial de préstamos estudiantiles. Pero eso solo ocurrió cuando cedí totalmente al amor de Dios y supe que podía apoyarme cada día en la ley de la abundancia divina que está al alcance de cualquiera.
Terminé mis estudios de postgrado hace unos diez años con una deuda abrumadora de un préstamo estudiantil. Me sentía agradecido por la educación recibida, y al principio estaba tranquilo con la deuda que había decidido asumir. Pero unos años después de graduarme, parecía que esa deuda perjudicaría notablemente el futuro económico de mi familia.
Pagamos nuestra deuda con Dios al servirlo y amarlo.
Oré de todo corazón a Dios simplemente para que me guiara en general, porque yo sabía que Él es “nuestro amparo y fortaleza: nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1). La respuesta que me vino al orar fue que, si consagraba mi vida totalmente a servir a Dios, en cualquier forma que Él me guiara a hacerlo, mis deudas serían saldadas.
Este mensaje me hizo sentir una gran humildad porque sabía que esto quería decir que debía sacrificar la carrera que yo había imaginado para mí; ¡la razón por la cual había asistido a la escuela de postgrado en primer lugar! Pero al ceder a Dios, la Mente infinita y omnisapiente, fui finalmente guiado en una dirección completamente diferente.
Para seguir esta nueva carrera, tuve que regresar a la escuela de postgrado y obtener otro diploma. Hacerlo significó dejar mi empleo de tiempo completo (aunque pude seguir trabajando medio tiempo), y para entonces mi esposa y yo teníamos un hijo pequeño. A simple vista, esto parecía ser una estúpida decisión financiera. Pero entre las becas, las subvenciones, los estipendios y mi paga de medio tiempo mis entradas mensuales en realidad aumentaron levemente. Y pude obtener mi diploma sin incrementar ni un centavo más mi deuda estudiantil.
Cuando comencé este segundo programa de graduados, parecía que tendría pocas opciones para liquidar finalmente mis préstamos estudiantiles. En síntesis, ninguna de esas opciones resultó viable. Estuve temporalmente tentado a sentirme frustrado y enojado.
Fue entonces que tuve que aprender más acerca de lo que significaba realmente pagar mis deudas a mi Padre-Madre celestial. Porque lo que más le importaba a Dios no eran mis perspectivas financieras. Lo que realmente contaba era que “pagara mi deuda” con Él. ¿Qué quería decir eso? Todos tenemos una deuda de gratitud con Dios, la Vida, la Verdad y el Amor divinos, por habernos obsequiado la vida y todas las bendiciones y belleza que Él nos otorga a cada uno de nosotros. Pagamos nuestra deuda a Dios al servirlo y amarlo con todo nuestro corazón, alma y mente, como Cristo Jesús nos instruyó hacer.
Ciencia y Salud explica: “El Alma tiene recursos infinitos con que bendecir a la humanidad, y la felicidad se lograría más fácilmente y estaría más segura en nuestro poder, si se buscara en el Alma” (pág. 60). Pensé profundamente en esta promesa de felicidad. Finalmente comprendí que podía dejar de preocuparme por mi deuda estudiantil y comenzar a enfocarme en “pagar mi deuda” con mi Hacedor. Decidí que, aunque los préstamos estudiantiles me siguieran por el resto de mi vida, encontraría felicidad y paz en el Alma, Dios. Sabía que estaba siguiendo los pasos de Jesús al apoyarme en Dios, y al hacerlo sentí libertad y esperanza espirituales.
Poco después de esto, mi esposa y yo pusimos en venta nuestra casa. Nos estábamos preparando para mudarnos y poder presentarme a mi primera misión como capellán militar de la Ciencia Cristiana en otro estado. Nos quedamos atónitos al descubrir el valor acumulado que habíamos obtenido después de vivir en nuestra casa unos pocos años. Habíamos tenido que hacerle un mantenimiento regular, y se nos había pedido que invirtiéramos considerablemente en reparaciones.
Para nuestra sorpresa, nuestra casa se vendió por un precio sustancialmente superior al solicitado. Recibimos suficientes fondos para liquidar todos mis préstamos estudiantiles, así como nuestra deuda de tarjetas de crédito. Incluso pudimos dar un anticipo para comprar una casa para nuestra familia en el nuevo lugar, y nos quedó dinero para ahorrar. Verdaderamente, esta fue una historia de redención financiera que nos enseñó una lección de humildad a mí y a mi familia.
Por más agradecido que esté por esos ajustes financieros, en cierto sentido pienso que siempre estaré pagando mi deuda con Dios. Sé que pasaré la eternidad acercándome más y aprendiendo más acerca de nuestro Progenitor divino, la Mente infinita. Pero cada paso a lo largo del camino abre nuevas perspectivas de las riquezas divinas de Dios. Estas riquezas no son materiales, no están compuestas de dólares y centavos, sino son la abundancia espiritual de la bondad, el amor, la paz y la libertad divinas. Estas riquezas divinas están siempre a nuestro alcance para responder a nuestras necesidades y ayudarnos a aumentar nuestra comprensión de la infinita gracia de Dios.
