Debido a la sensibilidad espiritual y el compromiso de una mujer, Mary Baker Eddy, las enseñanzas de la Ciencia Cristiana siguen estando disponibles hoy en día para la curación y regeneración de la humanidad. La receptividad y la oración consagrada trajeron la revelación que le permitió discernir no sólo la profundidad espiritual y la aplicación práctica de las enseñanzas de Cristo Jesús, sino también el procedimiento por el cual su pureza podía ser preservada.
Varios sucesos durante los primeros años del movimiento convencieron a la Sra. Eddy de la necesidad de salvaguardar la revelación de los intentos de identificarla con la personalidad humana. En esto la Sra. Eddy estaba siguiendo el ejemplo de Cristo Jesús. La provocadora respuesta del Maestro cuando un hombre lo llamó “bueno” —así como su absoluta confianza en el Padre que hacía las obras (véanse Mateo 19:16, 17 y Juan 5:30; 14:10)— apunta a la sabiduría de desviar la atención de la personalidad humana hacia la Verdad divina. La permanencia de las enseñanzas de Jesús a través de los siglos confirma la precisión de esta postura radical.
Orando en busca de una base espiritual más elevada que una persona para el gobierno de la Iglesia, la Sra. Eddy discernió la necesidad de tener reglas o leyes, y actuó en consecuencia. Durante una entrevista concedida a un corresponsal del New York Herald, ella describió brevemente la organización de la Iglesia en desarrollo y luego declaró: “‘Se necesitaron reglas, y yo hice un código de estatutos, pero cada uno de ellos fue el fruto de la experiencia y el resultado de la oración’” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico y Miscelánea, pág. 343).
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