Para aquellos que viven cerca de la costa, la niebla es algo muy común. Cuando aparece la bruma, a veces es tan espesa que ni siquiera se puede ver al otro lado de la calle. Los conocidos puntos de referencia, tales como los postes de luz, las cercas, los automóviles que pasan, desaparecen. ¿Desaparecen, o simplemente están ocultos a la vista? Por supuesto, la niebla no cambia el paisaje ni lo borra, tan solo lo oscurece.
La naturaleza de la niebla ha sido una metáfora útil en mi experiencia como Científica Cristiana. A menudo, cuando oro acerca de un problema, siento que no puedo obtener claridad y pregunto: ¿Qué está pasando aquí? ¿Cuál es la verdad, la realidad, la forma en que Dios ve esta situación, este “paisaje”? Y luego vienen los interrogantes: ¿Por qué no puedo ver más claramente? ¿Cómo puedo liberarme de la “niebla” que oscurece la visión de Dios?
Con frecuencia permitimos que se infiltren inexactitudes sutiles en nuestro pensamiento que sin saberlo pesan en contra de la curación. Esta es la niebla de la vista limitada: no estamos viendo a través de la niebla, sino dejando que oscurezca nuestra visión. Si incluimos errores latentes en la base metafísica de nuestras oraciones, nuestra vista continuará siendo borrosa. Como señaló Mary Baker Eddy: “... un error en la premisa tiene que aparecer en la conclusión” (Ciencia y Salud, pág. 167). ¿Cómo sabemos si nuestra premisa es falsa y cuándo lo es? Si al orar nos sentimos inseguros o percibimos una falta de claridad cristalina, podemos tomarlo como un indicio de que inadvertidamente hemos dejado que entre algún error en nuestro pensamiento.
Por ejemplo, alguien podría pensar: “yo sé que no hay materia”. Ciencia y Salud lo indica claramente en la declaración científica del ser. "No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo. El Espíritu es la Verdad inmortal; la materia es el error mortal. El Espíritu es lo real y eterno; la materia es lo irreal y temporal. El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto, el hombre no es material; él es espiritual” (pág. 468). Esta es una declaración verdaderamente inequívoca y correcta de la verdad. Sin embargo, ¿podríamos estar albergando una creencia subyacente y desapercibida de que, aunque no hay vida, verdad, inteligencia o sustancia en la materia, la materia aun así existe? ¡Simplemente no tiene estas cualidades de la vida, la verdad o la inteligencia! Esta es la niebla. Un argumento silencioso y sutil que pesa contra la poderosa y activa verdad de nuestra existencia. Pero ¿cuán poderoso puede ser declarar que el Espíritu, Dios, es todo, y no obstante mantener en el pensamiento la creencia de que también hay materia? ¿Que hay algo que “hacer” a la materia? ¡Eso nos pone en la posición de pedirle al Espíritu que venga y maneje una situación material, para después volver a ser Espíritu! Cuán importante es mantener prominentemente en nuestras oraciones lo que nos recuerda Ciencia y Salud: “A través de los ciclos infinitos de la existencia eterna, el Espíritu y la materia no coinciden ni en el hombre ni en el universo” (pág. 319).
La niebla del pensamiento dualista
Para luchar contra la resistencia basada en lo mortal a la validez de esa declaración, es importante observar nuestros conceptos básicos sobre la materia. A veces me resulta útil escribir lo que creo que es la materia. En otras palabras, definirla por mí misma. Después, cuando busco referencias a la materia en los escritos de la Sra. Eddy, puedo ver en qué estoy equivocada. Estos son algunos de sus términos para describir la materia: pretensión, ilusión mortal, creencia, error, perspectiva falsa, nada, irreal. Ella nos está diciendo en términos inequívocos que la materia no existe. Pero ¿por qué no tiene realidad la materia? Puesto que Dios es Todo-en-todo, en esa totalidad no puede haber ningún lugar para nada desemejante a Dios, el Espíritu. Obtener un conocimiento más claro de este hecho aumenta nuestra comprensión espiritual y resulta en una oración más eficaz. Al entenderlo, la niebla del pensamiento dualista —de que tanto el Espíritu como la materia existen— se dispersa, dejando una gran verdad para que nosotros la experimentemos en nuestra vida diaria: El universo está totalmente creado por el Espíritu: es completo y saludable.
Otro concepto erróneo que puede nublar la oración es la creencia de que nuestro problema está “todo en nuestro propio pensamiento”. Es entonces cuando comenzamos a buscar contra quién estamos albergando resentimiento o qué imagen falsa hemos dejado entrar o dónde hemos permitido que algún pensamiento se extravíe. Aunque Ciencia y Salud declara que estar de “portero a la puerta del pensamiento” es esencial (pág. 392), comenzar una caza de brujas para determinar “qué está mal” es un esfuerzo totalmente humano. Un esfuerzo que nos mantiene en la niebla porque estamos buscando una causa material o humana para un problema. Una de las verdades fundamentales en la práctica de la Ciencia Cristiana es que el mal y la enfermedad no tienen causa. ¿Por qué? Porque en la única realidad que existe —la realidad del universo del Espíritu— solo hay una existencia maravillosa. Solo armonía: Dios y la creación perfecta, incluyéndonos a cada uno de nosotros. Debido a estos hechos, nuestra oración Científica parte de esta premisa: “La comprensión a la manera de Cristo del ser científico y de la curación divina incluye un Principio perfecto y una idea perfecta —Dios perfecto y hombre perfecto— como base del pensamiento y de la demostración” (Ciencia y Salud, pág. 259). Nótese que este pasaje no dice: ¡… Dios perfecto y hombre imperfecto tratando de ser más perfecto!
Otra forma de niebla —un elemento desapercibido disuasivo para la claridad espiritual— es abrigar la creencia de que la forma de pensar de otras personas puede realmente hacernos daño, por medio de lo que se llama malapráctica. A veces las personas caen en la trampa de pensar que la malapráctica es algo verdaderamente peligroso. No obstante, el fundamento de la enseñanza de la Ciencia Cristiana es que sólo hay una Mente. ¿Dónde, entonces, podría haber una mente que comete malapráctica o una mente que está sujeta a la malapráctica? En ninguna parte. ¿Estamos aceptando un poder aparte de la omnipotencia, aparte de la sola —y única— Mente? Entonces, ¿qué es la malapráctica? La Sra. Eddy la define, en parte, como “una blanda negativa a la Verdad” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 31). Y un diccionario define la malapráctica como “cualquier práctica inapropiada y negligente; mala conducta o mal uso”. Dado que está claro que el mal es lo opuesto al bien —y el bien, la presencia de Dios, está en todas partes en todo momento— ¡podemos ver que la malapráctica es, de hecho, solo el opuesto hipotético del bien, o pensamiento correcto! El mal no es un poder real. No es una influencia. No puede tener ningún efecto sobre el bien. No puede impedir la curación. Es nada. Punto. Pero la nada de la malapráctica debe ser comprendida.
Martha Wilcox, una de las primeras alumnas de Mary Baker Eddy, relató en sus reminiscencias algunas de las enseñanzas de la Sra. Eddy sobre la malapráctica, y específicamente estas instrucciones: “Me explicó que, debido a que la malapráctica es mental, el único lugar donde podía enfrentarla era en lo que parecía ser mi propia mentalidad, y la única forma de enfrentarla era renunciando a la creencia en un poder y presencia aparte de Dios o la Verdad. ... Me explicó que este supuesto enemigo interior jamás podía hacerme daño si yo me mantenía alerta a la verdad y activa en la verdad” (Conocimos a Mary Baker Eddy, pág. 119)
Atraídos por la vista sin obstáculos
Teniendo en cuenta este consejo, es importante que sepamos cómo reconocer el miedo y otras tendencias negativas que podrían estar latentes en el pensamiento. ¿Cómo se hace esto? Examina el pensamiento. Vigila lo que te viene al pensamiento cuando oras y lo que podría distraerte. Escucha la guía divina. Presta atención al contenido de tus conversaciones. Está abierto a aprender. En mi propio caso, sin excepción, cada vez que he deseado sinceramente crecer espiritualmente, los errores que he estado albergando en el pensamiento siempre han sido puestos al descubierto, y he encontrado las respuestas que he necesitado allí mismo.
Por ejemplo, hace unos años, mis vecinos nos acusaron a mi esposo y a mí de mentir y usar ilegalmente la propiedad comunitaria. Parecía que se expresaba mucho odio, y nos sentimos atacados. Al examinar mi propio pensamiento, me di cuenta de que no tenía miedo del odio, tenía miedo de que los vecinos nos pudieran impedir disfrutar de nuestro hogar. La situación que necesitaba enfrentar no era sobre ellos y su forma de pensar, sino sobre mi propio temor. Y sabía que tenía que orar para lidiar con el miedo hasta que desapareciera. Me di cuenta de que Dios sólo podía bendecir y que nada podía enfurecerse contra el bien que Dios otorga. Me quedé con el hecho de que a lo largo de los años, mi esposo y yo habíamos orado con fervor para comprender realmente que el hogar es una idea espiritual. Existe en la consciencia y no puede ser violentada o amenazada. Por lo tanto, nuestro hogar solo podía permanecer intacto, sin perturbaciones y protegido. Pronto toda la situación se resolvió armoniosamente e incluso incluyó una nota de disculpa de los vecinos, donde lamentaban su comportamiento hacia nosotros.
Cuán importante es comenzar correctamente en el esfuerzo por sanar; comenzar con una visión clara y constante, sin niebla a la vista. Hacemos esto al reconocer la perfección de Dios, la cual nos incluye a cada uno de nosotros. Al abrazar en el pensamiento la totalidad e integridad de toda la creación espiritual de Dios. Al deleitarnos en la totalidad del universo y comprender que somos parte de este estado incomparablemente perfecto de la existencia. Me resulta útil dejar que verdades como esta vengan naturalmente a la consciencia. A medida que permito que el pensamiento se eleve, descubro que puedo cesar de formular pensamientos “yo misma”, y al escuchar, percibo que la Verdad se está revelando a sí misma. Este es un lugar sagrado para conocer, ser y dar testimonio. Este es “el lugar secreto del Altísimo”, como dice el Salmo 91 (según KJV). En este lugar santo no hay problemas que resolver, no hay enfermedad que sanar, no hay mal o pecado de los que liberarse. Es aquí donde se produce la curación, no porque tratemos de “aplicar” estas verdades a una situación, sino porque cualquier otra cosa que no sea la verdad — cualquiera que sea la forma o el nombre que tome el mal— simplemente se desvanece de la consciencia y desaparece porque es nada.
En este lugar de conciencia Científica de lo divino, no hay niebla. Si hemos estado pensando que es nuestra culpa que tengamos un problema, que nuestro pensamiento es de alguna manera “malo”, entonces estamos afirmando que hay una mente aparte de Dios. Y si pensamos que nuestra situación es culpa de otra persona, aun así, nos estamos separando de Dios y de todo el bien que el Espíritu imparte. Porque, de hecho, no existe una mente separada que piense incorrectamente. Nadie puede tener una mente que sea responsable de ningún mal. Y nosotros no somos responsables de lo que llega a la puerta de la consciencia; solo de lo que hacemos al respecto.
Al mantener estas verdades como primordiales en nuestras oraciones, cada uno de nosotros puede contar con que será inspirado, guiado y cada vez más eficaz en su crecimiento metafísico. Siempre habrá oportunidades de ver a través de la niebla, y si somos sinceros, las verdades que buscamos nos serán reveladas. Esta es una aventura alegre que agrega profundidad y amplitud a los recursos espirituales de todos, y proporciona vistas cada vez más hermosas del universo del Espíritu. Esta visión clara y sin obstáculos proporciona la oración más profunda y satisfactoria, y da fruto en una curación segura y firme.
