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¿En quién podemos confiar?

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 7 de noviembre de 2022


Saber en quién y en qué podemos confiar se ha vuelto cada vez más importante. En los últimos años, las encuestas han mostrado una disminución constante de la confianza del público en las principales instituciones, como la prensa, y en las figuras públicas, especialmente los funcionarios electos. También parece haber una erosión de la confianza entre los individuos, ya que menos personas conocen bien a sus vecinos, van juntas a la iglesia o participan en grupos comunitarios y cívicos. 

Cuando sentimos que tenemos razones para desconfiar de alguien o algo, o descubrimos que nuestra confianza ha sido traicionada, ¿cuál es el remedio? ¿Es posible recuperar esa confianza?

Hay una declaración de Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, que considero fundamental para cualquier relación de confianza: “… Confiad en la Verdad, y no confiéis en nada más” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 171). Aquí, la Verdad es sinónimo de Dios. El libro de Proverbios lo expresa de esta manera: “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócele en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas” (3:5, 6, LBLA). 

Un ejemplo bíblico de seguir este precepto que siempre me ha llamado la atención es José, uno de los hijos de Jacob. Tenía pocas razones para confiar en los demás. Fue traicionado por miembros de su propia familia: vendido como esclavo por sus celosos hermanos. Luego fue acusado falsamente y puesto en prisión. Pero a pesar de todo, confiaba de todo corazón en que solo Dios gobernaba y protegía su vida, y parece que su confianza nunca flaqueó ni falló. 

Finalmente, José fue llevado ante Faraón, el rey de Egipto, para interpretar un sueño. Cuando lo hizo escuchando la dirección de Dios, Faraón lo puso como segundo al mando de Egipto. Esto hizo que José estuviera en posición de salvar a multitudes del hambre, incluida su familia, cuando hubo una hambruna generalizada. También le dio la oportunidad de desarrollar una relación cálida y de confianza con sus hermanos. La historia de José es una poderosa ilustración del hecho de que las instituciones humanas pueden fallar, y los amigos y la familia pueden no estar a la altura de las expectativas, pero la Verdad divina nunca nos falla. Está en la naturaleza de la Verdad divina infundir confianza y restaurarla. 

Hace varios años, tuve una experiencia que me hizo ver esto claramente. De pronto se abrió un puesto en el ayuntamiento de mi ciudad, y lo solicité, junto con otros siete candidatos, para servir el resto del mandato. El ayuntamiento me seleccionó. Uno de los otros candidatos era un joven banquero que parecía ansioso por estar envuelto en la comunidad. Al sentir eso y querer alentarlo, lo nominé para un puesto en la cámara industrial local.

Cuando más tarde el puesto estuvo abierto para la reelección, parecía que yo no tendría oposición en mi intento de continuar en el ayuntamiento. No obstante, en el último minuto mi nuevo amigo banquero me llamó para decirme que se estaba postulando contra mí. Si bien ciertamente tenía todo el derecho de postularse para el cargo, no pude evitar sentir como si hubiera sido traicionado por alguien por quien había hecho algo bueno.

Después de la campaña, me confronté con otro aspecto de la confianza. Me enteré de que un conocido que había hecho gran alarde al poner mi cartel en su jardín, y que el día de las elecciones me había mirado a los ojos y me había dicho que había votado por mí, de hecho, no había votado en absoluto. La sensación de haber sido traicionado fue especialmente dolorosa porque había perdido por un margen muy estrecho.

La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Los amigos traicionarán y los enemigos calumniarán, hasta que la lección sea suficiente para exaltarte; pues ‘la necesidad extrema del hombre es la oportunidad de Dios’. La autora ha experimentado la profecía antedicha y sus bendiciones. Así Él enseña a los mortales a abandonar su carnalidad y a ganar la espiritualidad. Esto se logra mediante la abnegación” (pág. 266). Vocabulary.com define la abnegación como “renuncia a tus propios intereses en favor de los intereses de los demás”.

Frente a la división que parece dominar el ambiente actual, tenemos que protegernos más que nunca contra la tentación de creer que aquellos que no están de acuerdo con nosotros no solo están equivocados, sino que son nuestros adversarios, o incluso malvados. Con humildad, me volví a Dios en oración y me di cuenta de que tenía una opción. Podía estar amargado por los resultados y guardar rencor, o seguir adelante. Pero seguir adelante requeriría abnegación: apoyar al candidato ganador y darle una oportunidad. En otras palabras, significaría renunciar a un sentido personal de lo que era correcto y confiar en que Dios nos estaba gobernando a todos. Decidí que este era el camino que tomaría. Esta persona y yo tuvimos un amistoso almuerzo juntos hablando acerca de la campaña, y sinceramente le ofrecí mi ayuda si alguna vez sentía que la necesitaba.

En cuanto a la persona que me había mentido sobre votar, sabía que la única manera de superar el sentimiento de traición era perdonarlo. Cristo Jesús enseñó: “Bendigan a quienes los maldicen. Oren por aquellos que los lastiman” (Lucas 6:28, NTV). Haciéndose eco de sus enseñanzas, la Sra. Eddy escribe: “Jamás devuelvas mal por mal; y, sobre todo, no te imagines que has sido injuriado cuando no lo has sido” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 12).

Mientras oraba por la situación, me di cuenta de que ninguna persona tenía el poder de hacerme daño o afectar mi posición como idea o expresión de Dios. Nuestro divino Padre-Madre nos tiene a todos bajo Su tierno cuidado, y nada de lo que alguien diga o haga puede perturbarnos o privarnos de nuestra paz y nuestra parte del bien. La realidad espiritual era que mi conocido no era un mortal mentiroso, sino la expresión de la Verdad, Dios. Mantener esta visión correcta tanto de esta persona como de mi amigo banquero significaba confiar en la Verdad y no confiar en otra cosa. 

Vernos a nosotros mismos y a los demás como ideas de Dios, la Mente, nos libera de las limitaciones de creer que nuestra felicidad, provisión o bienestar depende de alguien o algo más que de Dios. Y cuando sabemos que todo lo bueno viene de Dios, se vuelve más fácil apoyar, hacer lo correcto y trabajar con nuestros semejantes, hombres y mujeres. Saber esto nos permite, a su vez, ser buenos, fieles y confiables miembros de la familia, compañeros de trabajo, vecinos y ciudadanos.

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