Saber en quién y en qué podemos confiar se ha vuelto cada vez más importante. En los últimos años, las encuestas han mostrado una disminución constante de la confianza del público en las principales instituciones, como la prensa, y en las figuras públicas, especialmente los funcionarios electos. También parece haber una erosión de la confianza entre los individuos, ya que menos personas conocen bien a sus vecinos, van juntas a la iglesia o participan en grupos comunitarios y cívicos.
Cuando sentimos que tenemos razones para desconfiar de alguien o algo, o descubrimos que nuestra confianza ha sido traicionada, ¿cuál es el remedio? ¿Es posible recuperar esa confianza?
Hay una declaración de Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, que considero fundamental para cualquier relación de confianza: “… Confiad en la Verdad, y no confiéis en nada más” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 171). Aquí, la Verdad es sinónimo de Dios. El libro de Proverbios lo expresa de esta manera: “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócele en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas” (3:5, 6, LBLA).
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