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Mi momento eureka

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 18 de agosto de 2022


Cuenta la leyenda que al notar que su cuerpo desplazaba cierta cantidad de agua cuando se metía en una bañera, Arquímedes hizo un importante descubrimiento científico, lo que lo hizo exclamar: “¡Eureka!”.

Una noche tuve mi propio momento eureka, en la bañera, que no significó el desplazamiento de H2O, sino de un concepto falso de mi relación con Dios.

Más temprano ese día, me había llamado la atención un artículo en el Journal titulado “God doesn’t have grandchildren”. El autor declaró: “Nuestra relación con Él no es como la de un nieto con un abuelo —una generación de por medio—, sino como la relación tan cercana de un hijo con un padre amoroso” (Thomas Mitchinson, January 2021; “Dios no tiene nietos”, publicado en línea en El Heraldo de la Ciencia Cristiana, en marzo de 2021).

Me vino al pensamiento el concepto mítico de Dios como un anciano barbudo en los cielos que me hizo sonreír. Nunca había creído eso, ni había pensado que Dios pudiera considerarse mi abuelo. La admonición de Cristo Jesús, “No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos” (Mateo 23:9), no deja lugar a dudas de que Dios es nuestro Padre celestial, y por ser el Espíritu omnipresente, Dios es incorpóreo, eterno, intemporal. 

Mientras reflexionaba sobre estas cosas, inesperadamente me pregunté: “Entonces, ¿cuántos años tengo en relación con Dios?” ¡De repente, me di cuenta de mi insensatez! Había estado pensando que Dios es eterno, pero que de pronto, yo había entrado en escena en algún momento. Esto sería imposible. Mi verdadera identidad espiritual tiene que ser tan eterna e intemporal como el Dios infinito que reflejo.

Mary Baker Eddy explica: “El hombre es la imagen y semejanza de Dios, coexistente y coeterno con Él” (No y Sí, pág. 25). Y en otra parte de sus escritos dice: “Los mortales perderán su sentido de mortalidad —enfermedad, dolencia, pecado y muerte— en la proporción en que adquieran el sentido de la preexistencia espiritual del hombre como hijo de Dios” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 181).

Con alegría saqué el tapón de la bañera y observé cómo el agua drenaba tan fácilmente como lo hacía cierta medida de un sentido mortal del yo.

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