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¿Podemos tener la certeza de algo hoy en día?

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 29 de diciembre de 2022


Con las preocupaciones ambientales, los conflictos en todo el mundo, una pandemia y la serie de otros problemas graves que enfrentamos hoy en día, la vida puede parecer bastante sombría y el futuro incierto. Pero aún en medio del estrés y la ansiedad que muchos sienten, hay algo de lo que podemos estar absolutamente seguros: que todos tenemos el derecho divino de conocer a Dios.

Hace siglos, el profeta Elías hizo la audaz declaración: “Sea hoy manifiesto que tú eres Dios” (1 Reyes 18:36). Y como aprendemos de las Escrituras, conocer a Dios es conocer la Verdad. En la Ciencia Cristiana, la Verdad es un sinónimo de Dios, y el conocimiento de Dios, o la Verdad, puede tener un impacto muy útil y práctico en los sentimientos de incertidumbre.

Según el tesauro en merriam-webster.com, incertidumbre significa “sentimiento o actitud de que uno no conoce la verdad...” Una conclusión natural sería entonces que la certeza es el sentimiento o actitud de que uno sí conoce lo que es verdad.

Lo que Elías declaró en el Antiguo Testamento, el apóstol Pablo lo abordó en el Nuevo Testamento. Mientras estaba en Atenas, Pablo se encontró con un altar con la inscripción “AL DIOS NO CONOCIDO”. Pablo le dijo al pueblo: “Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio” (Hechos 17:23). Y lo hizo, no sólo en las palabras que les dirigió posteriormente a estos hombres, sino también en sus propias obras y predicación al seguir las enseñanzas de Cristo Jesús. 

Mary Baker Eddy, como Fundadora de la Ciencia Cristiana, tenía un fuerte sentido de certeza; una fe y confianza absolutas en el Todopoderoso, basadas en las enseñanzas de Jesús y la Ciencia que ella descubrió que las sustenta. Después de este descubrimiento, dedicó su vida a ayudar a la humanidad a obtener una comprensión espiritual de Dios y aprender a sanar como lo hizo Jesús. 

Con respecto al poder y capacidad supremos de Dios para gobernar armoniosamente a toda la creación, la Sra. Eddy escribe: “La evidencia del poder sanador de la Mente divina y de su absoluto control es para mí tan cierta como la evidencia de mi propia existencia” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 177).

La Ciencia Cristiana enseña que Dios es Mente, la fuente de toda inteligencia y sabiduría. También enseña que el hombre —la verdadera identidad espiritual de cada uno de nosotros— es la imagen y semejanza de Dios, como se afirma en el primer capítulo de la Biblia. La verdadera identidad del hombre, entonces, refleja la inteligencia divina, que es mejor, más elevada y más santa que el mero conocimiento humano. Conocer a Dios, la Verdad, como el único poder que gobierna al hombre y a toda la creación, nos libera al eliminar las limitaciones de la duda y el miedo impuestas humanamente y reemplazarlas con una confianza inquebrantable en la bondad omnipresente de Dios. 

Hace muchos años, tuve una experiencia que ilustra cómo podemos encontrar certeza en tiempos inciertos. Había cambiado de profesión y trabajaba por mi cuenta. Mientras me embarcaba en esta nueva carrera, mi esposa se tomó un año libre de su trabajo para quedarse en casa y cuidar a nuestros tres hijos pequeños.

Al principio, mi nuevo trabajo proporcionaba muy pocos ingresos, y pasé muchas noches despierto sintiéndome profundamente preocupado respecto a cómo este cambio de carrera afectaría a nuestra familia. Durante esas noches de insomnio, oraba a Dios por una respuesta a mi incertidumbre. Entonces, una noche, mis oraciones fueron contestadas mediante las palabras de un himno que me vino al pensamiento: “Mi gran cuidado habrá de ser / amarte más y más” (John Ryland, Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 224).

Una maravillosa sensación de paz se apoderó de mí. Estaba claro que se trataba de un enfoque viable. Podía cambiar de inmediato mi pensamiento de estar preocupado por no poder mantener a mi familia —derivado de una terrible ignorancia de la Verdad— a que mi mayor preocupación fuera demostrar un compromiso espiritual más elevado: amar y alabar más a Dios. 

Pronto me di cuenta de que, en mi anhelo de tener certeza, había estado haciendo la pregunta equivocada: “¿Cómo podré mantener a nuestra familia?”. Esa pregunta llena de ansiedad se basaba en la visión material de que el hombre estaba separado de Dios y abandonado a su suerte. Al pensar desde una perspectiva espiritual del hombre como la expresión amada de Dios, siempre cuidada y completa, reemplacé esa pregunta por una mejor: “¿Cómo puedo amar y alabar más a Dios?”. No había podido encontrar una respuesta a mi pregunta inicial, pero descubrí que tenía una respuesta a la mejor pregunta basada en la espiritualidad.

Comencé a alabar más a Dios por las muchas maneras en que me había bendecido a lo largo de mi vida. Alabé Su naturaleza, que es amarme y perdonar mis defectos. Estaba agradecido por Su ayuda omnipresente en tiempos de dificultad y por el amor y la precisión con la que siempre había satisfecho mis necesidades. Lo amaba más por las numerosas veces que me había sanado, protegido y guiado.

Como resultado, todas mis preocupaciones menores ya no me mantenían despierto por la noche, y la profesión que había elegido creció de una manera que ha satisfecho todas las necesidades de nuestra familia. Hasta el día de hoy, cada vez que leo o escucho la frase “Alabado sea el Señor”, sonrío y cuento mis bendiciones.

Cuando se sepa que Dios es el creador del universo y el poder que gobierna cada aspecto de nuestras vidas, los pensamientos y experiencias de la humanidad serán transformados. A medida que aprendamos a amar y alabar más a Dios, veremos el efecto práctico de tener una certeza basada en la Verdad divina.

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