Una mañana, comencé a leer la Lección Bíblica semanal que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, que incluía la parábola de Jesús sobre el hijo pródigo (véase Lucas 15:11-24, KJV). Al principio, pensé en pasar por alto esa parte, puesto que ya conocía muy bien la historia. Entonces me vino un segundo pensamiento: No, léelo, pero busca una nueva inspiración.
Así que comencé a leer, y pronto me llamó la atención esto: que el joven “se fue lejos”. Esto llega en el punto de la historia en el que toma su herencia y deja a su padre y su hogar por lo que aparentemente cree que será una vida mejor.
Un viaje generalmente comienza desde el hogar, el cual, escribe Mary Baker Eddy, “es el lugar más querido en la tierra y debiera ser el centro, mas no el límite, de los afectos” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 58). Así que emprender un viaje no es necesariamente malo, especialmente cuando podemos aprender de él. Y cuando termina, podemos regresar a casa, donde gran parte de lo que amamos y necesitamos está allí esperándonos.