
Para jóvenes
A medida que continuaba “de portero” con mis pensamientos, comencé a sentirme mucho más feliz. Era como si me hubieran sumergido en el amor y la alegría, sentimientos que sabía que eran de Dios.
Pensé en cuánto me gusta cantar himnos en la Escuela Dominical y que siempre me ha parecido más como glorificar a Dios que actuar.
Si algo no parece estar bien, entonces Dios me indicará el camino hacia lo que está bien.
Estoy muy agradecida por haber visto cómo las ideas y bendiciones que obtenemos a medida que aprendemos sobre la Ciencia Cristiana pueden aplicarse a tantas cosas en nuestra vida.
La Escuela Dominical me ayudó a descubrir quién soy realmente —mi identidad espiritual— y la libertad que viene al vivir desde esa base.
Si nos damos cuenta de que Dios es el que realmente hace el trabajo, porque Dios es la fuente de toda acción, eso nos quita la presión para lograr actuar perfectamente.
Mi éxito no dependía de la fuerza personal, sino de Dios, a quien la Biblia llama “la fortaleza de mi vida”.
Recurrí a la oración y dejé de lado cómo quería que resultaran las cosas, confiando, en cambio, a Dios cada aspecto de mi vida.
Mejoré en reconocer y descartar los pensamientos negativos disfrazados de mi propio pensamiento, reemplazándolos con lo que sabía que era verdad sobre mí por ser la expresión de Dios.
Quería que mis compañeros me reconocieran como “perfecta”, porque pensaba que a la gente le agradaría más si no tuviera defectos.