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Original Web

Para jóvenes

¿Por qué no podía tener yo una curación también?

Del número de agosto de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 28 de julio de 2025 como original para la Web.

Publicado originalmente en francés


Han pasado aproximadamente dos años desde que escuché por primera vez sobre la Ciencia Cristiana a través de alguien que mi mamá conoce. Comencé a estudiarla de inmediato. Soy el único Científico Cristiano en mi casa.

En un momento dado, sufría de dolores de oído. El dolor era insoportable. Mi papá es médico y me recetó algunos medicamentos. Pero descubrí que cuanto más tomaba la medicación, peor me sentía. Se suponía que debía tomarla durante dos semanas, pero la dejé al tercer día. En cambio, leí la Biblia, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, de Mary Baker Eddy, y algunos de los otros libros de la  misma autora.

Decidí confiar en la Ciencia Cristiana para sanar porque estaba harto de tomar medicamentos, especialmente porque no ayudaban. Estaba aprendiendo sobre la curación a través de la oración, y había oído hablar de otras personas que habían tenido curaciones. Entonces, pensé, ¿por qué no podía tener yo una curación también?

Cuando oré, le pedí a Dios que me ayudara a abrir mi pensamiento para dejar de lado la creencia de que necesitaba medicina para sanar. En la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana estaba aprendiendo que creencias como esta se basan en lo que parece estar sucediendo físicamente, pero la realidad es que somos espirituales, porque Dios, que es Espíritu, nos creó. Entendí que no tenía que creer en la enfermedad como una realidad inevitable. Los pensamientos de enfermedad no provienen de Dios, por lo que no tenemos que aceptarlos como verdaderos acerca de nosotros mismos. En cambio, podemos comprender nuestra naturaleza espiritual y nuestra relación con Dios como Su imagen y semejanza, o reflejo.

Recordé el pasaje de la Biblia en el que Jesús les dice a sus discípulos: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12). Creía en Jesús y en las historias de aquellos a quienes sanaba, así que ¿por qué no podía hacer estas obras también? Este pensamiento me ayudó a liberarme del miedo y la duda. Me di cuenta de que la curación no dependía de mí. Dios es el sanador.

Continué orando, estudiando y meditando todo lo que leía. Después de tres días, ya no tenía dolor. Estaba sano.

Esta experiencia me ayudó a entender que, a través de nuestras oraciones, aprendemos a confiar en Dios en cada circunstancia. Como dice en Ciencia y Salud: “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que todas las cosas son posibles para Dios —una comprensión espiritual de Él, un amor desinteresado—” (pág. 1). La fe y la confianza en que podemos ser sanados por medio de Dios, la Mente divina, anula las dudas y los temores que acompañan a cada problema.

Al comprender que todos somos creados por Dios y que reflejamos Sus cualidades, podemos ver más allá de lo que nos muestran los sentidos físicos. Cuando adoptamos una perspectiva espiritual y reconocemos nuestra relación con Dios, podemos superar las creencias y los temores que limitan nuestra salud u otros aspectos de nuestra vida.

Estoy muy agradecido por esta curación y por lo que estoy aprendiendo en la Ciencia Cristiana.

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