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Original Web

Para jóvenes

Tenía todo lo que necesitaba para completar la caminata

Del número de agosto de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 9 de junio de 2025 como original para la Web.

Publicado originalmente en portugués


Cuando tenía dieciocho años, asistí a un campamento de Científicos Cristianos en Suiza. El programa del campamento era una sorpresa, así que no me enteré de las actividades hasta que llegué allí. El primer día, supe que haríamos dos grandes caminatas en el transcurso de la sesión del campamento. Una era de tres horas por una montaña, y la otra era una caminata de todo el día que incluía dormir en una cabaña en la cima de una montaña y caminar pendiente abajo al día siguiente.

Estaba preocupado porque no me consideraba muy fuerte, y tenía miedo de tener que volver al campamento sin terminar las caminatas. También estaba molesto porque quería aprovechar al máximo esta experiencia y me preocupaba no poder hacerlo.

Otro punto en el programa era un tiempo de tranquilidad después del desayuno cada día para que todos los campistas oraran. Algunos se reunían en grupos para leer la Lección Bíblica semanal que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, y otros optaron por leer por su cuenta. También había una pequeña biblioteca con literatura de la Ciencia Cristiana en varios idiomas. A menudo me unía a grupos para leer la Lección, pero el día de la primera caminata decidí leer Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras escrito por Mary Baker Eddy.

Sabía que quería ayuda espiritual con la caminata, pero no sabía dónde encontrarla en el libro. Así que lo abrí al azar y dejé que Dios me guiara. En la página que abrí, que está en el capítulo titulado “La práctica de la Ciencia Cristiana”, se menciona la curación de parálisis. No sufría de parálisis, pero dentro de ese párrafo había una idea que me llamó la atención. El pasaje dice: “Destruye la creencia, muestra a la mente mortal que los músculos no tienen poder que perder, porque la Mente es suprema, y curas la parálisis” (pág. 375).

Me di cuenta de que no tenía que preocuparme por mi condición física o si podría terminar la caminata, porque Dios me da fuerza. La Biblia nos dice que Dios es Espíritu, y en el primer capítulo del Génesis dice que estamos hechos a Su imagen y semejanza (véase el versículo 26). Puesto que somos el reflejo de Dios, eso significa que somos espirituales. Me di cuenta de que, como esto es cierto, los músculos no son la fuente de mi fuerza y apoyo, ¡Dios lo es!

Cuando terminó el tiempo de silencio, nos preparamos para la caminata. Me puse un par de zapatos de senderismo que alguien me había prestado, preparé mi almuerzo y comencé. Cada vez que pensaba que no iba a poder terminar o que estaba cansado o dolorido, me detenía, pensaba en lo que había leído y continuaba. Pude terminar la caminata con el grupo y disfrutar de mi almuerzo y una hermosa vista. En el camino pendiente abajo, fue lo mismo. No tuve ningún problema ni fatiga.

Días más tarde, llegó la temida caminata de dos días. Pero ya no tenía miedo. Sabía que lo que me había ayudado la primera vez también me ayudaría la segunda vez.

Antes de comenzar la caminata, formamos un círculo y nos pidieron que compartiéramos una inspiración espiritual. Les conté lo que había aprendido con el grupo. Después de eso, comenzamos el camino. Como era de esperar, no tuve problemas, ni en la subida ni en la bajada. Pude disfrutar de todas las experiencias del campamento, sabiendo que Dios es supremo y es la fuente de toda la energía y fuerza que pueda necesitar.

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