Editoriales
Estamos acostumbrados a pensar que la Navidad es una conmemoración, un día para recordar el nacimiento de Jesús. No obstante, para quienes vivieron personalmente los sucesos de la primera Navidad, ese día fue mucho más que una festividad, mucho más que un momento para intercambiar regalos.
A veces, el bien nos llega inesperadamente y en forma de lecciones que nos ayudan en nuestra jornada espiritual. El siguiente ejemplo ayuda a ilustrar esto.
Pregunta: “Si tomaran una naranja, le quitaran la cáscara, le exprimieran el jugo, y destruyeran las semillas y la pulpa, ¿qué les quedaría?” Respuesta: “Quedaría el concepto de la naranja”. Esta conversación tuvo lugar en un aula.
Hace unos meses el mundo fue testigo de uno de los pasos más importantes que se han dado en la historia moderna hacia la unidad internacional, al entrar en vigencia el euro, moneda común que unifica las economías de 12 países europeos. El estado de ánimo predominante entre los habitantes de Europa en ocasión de la transición fue descrito como “euro-foria”.
ES SÁBADO por la mañana, y una vez más se cierra herméticamente a mis espaldas la gruesa puerta metálica de la cabina a prueba de ruidos. Me acomodo en la silla giratoria, abro el libro que voy a leer durante las próximas dos horas, y me recuerdo a mí mismo: “Lee con calma”.
“Mi capítulo” — Estas Dos palabras, escritas por Mary Baker Eddy entre unos versículos de su Biblia, dan una conmovedora y poderosa visión de su vida. Su nota, escrita a lápiz, aparece al final del Evangelio según San Juan, y resume el sexto capítulo, un capítulo que incluye algunas de las más profundas enseñanzas de Jesús y las más difíciles de aceptar.
“Mem’ries light the corners of my mind. Misty water color mem’ries.
Aquí me pongo a cantar Al compás de la vigüela, que el hombre que lo desvela Una pena extraordinaria, Como la ave solitaria Con el cantar se consuela. Así canta Martín Fierro, el personaje que tan brillantemente creó el poeta argentino José Hernández.
Cuando yo era chica, siempre se les decía a los niños que tenían que tragarse las lágrimas. Se pensaba que llorar era un signo de debilidad o malos modales.
A los Pocos minutos de estar con Elena, uno se daba cuenta de que ella era realmente rica. Se notaba en la manera en que apreciaba las grandes obras literarias.