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El cemento de una base firme

Del número de mayo de 2006 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


He notado que la palabra reconstrucción se repite en las noticias una y otra vez. El tsunami en Asia, las explosiones en Londres y Bali, la destrucción que causaron los huracanes y terremotos, y las circunstancias desesperantes que se viven en Irak y Afganistán a causa de la guerra, nos llevan a pensar que son pocos Los lugares en el mundo donde no sea urgente el clamor por reconstrucción y renovación. Y no se trata simplemente de la reconstrucción de hogares, escuelas y lugares de adoración, sino de reconstruir relaciones, reencontrarse con seres queridos y el intento de reconciliarse con antiguos enemigos.

Toda reconstrucción, cualquiera sea, tiene una base espiritual. Cualquier constructor puede decirle que para tener un cimiento firme hay que comenzar con algo más que cemento, madera o piedra. Se comienza con una idea; con pensamientos sobre estructura y diseño. Es moldeado con ideas de belleza, estilo y función. Y las mejores ideas surgen y tomas forma a medida que recurrimos, mediante la oración, a la fuente de la creatividad infinita, Dios. Esto revela la base espiritual — el fundamento firme— para todo lo que construimos.

Como cristiana, yo recurro al Cristo cuando necesito un fundamento firme. El Cristo es nuestro vínculo con Dios y la promesa del amor que Dios tiene por nosotros. El Cristo es el cemento del Amor, que trae firmeza y estabilidad a un mundo donde todo, desde la política hasta el clima, parece mudar sin cesar. El Cristo nos sostiene y apoya nuestros empeños elevando el pensamiento para que podamos percibir que Dios es Todo.

Toda reconstrucción que comienza con el Cristo nos guía más allá del punto de vista material de las cosas al reino del Espíritu. Puesto que Dios es Espíritu y es Todo, se concluye que el Espíritu debe ser Todo y que la manifestación del Espíritu debe ser espiritual. Esta manifestación, o creación, también debe ser perfecta, puesto que el Espíritu es perfecto, y sólo debe existir en la presencia del amor de Dios, el amor que es "el mismo ayer, y hoy, y por los siglos". Hebreos 13:8. De manera que, cualquiera sea la situación, la necesidad no es tanto reconstruir, sino construir sobre lo que sabemos que es la verdad. Es decir, nuestra construcción no comienza partiendo de la base de que nuestro mundo está lleno de destrucción, sino desde el fundamento firme de que Dios mantiene Su universo protegido y firme bajo Su cuidado amoroso.

Semanas antes de que ocurriera el tsunami en el sudeste asiático, mis padres, de edad avanzada, resultaron gravemente heridos cuando un auto al retroceder los atropelló mientras cruzaban la calle. Cuando me dieron la noticia me entró mucho miedo. Temía perderlos. De modo que oré a Dios para que me ayudara a saber cómo orar por la situación. Sólo podía pensar que puesto que Dios es Amor, mis padres eran amados y estaban bajo el cuidado del Amor. Ese fue el punto de partida de mi oración. Yo no necesitaba sanar los efectos de un accidente, sino que sabía que cualquier constancia de este accidente podía ser, y debía ser, eliminada, porque Dios, que es Mente divina, no tiene conocimiento alguno de accidentes.

En mis oraciones, puse a mis padres ante la presencia de la totalidad divina que sólo los conoce como siempre han sido: sanos y perfectos. Esta totalidad significaba que Dios nunca podía haberlos perdido de vista. Oré para saber que por ser la manifestación del Creador, ellos en realidad nunca habían sido lesionados, porque no era posible que hubieran estado fuera del cuidado de un Dios del todo amoroso y omnipotente.

El estudio de la Christian Science me ha enseñado que la creación de Dios es siempre buena, y que Él no puede ser el autor del mal o de accidentes, mucho menos de catástrofes. Un Dios del todo bondadoso, infinito, el Amor divino, no es al mismo tiempo bueno y malo. La creencia en el mal, o magnetismo animal — todo aquello que trata de apartarnos de Dios— comienza con el concepto equivocado de que la vida, la sustancia y la inteligencia residen en la materia, y que el mundo está compuesto de muchas mentes y poderes diferentes. El Cristo, la voz del bien, me mostró que yo podía rechazar esta creencia. Donde todo el espacio está lleno de Dios, el mal no puede imponerse ni manifestarse como terror, caos, destrucción ni pérdida.

Ante un tribunal de justicia, si uno tiene una coartada que le demuestre al jurado que uno estaba en otro lugar cuando ocurrió el crimen, no puede ser declarado culpable. Y justamente eso era lo que yo reclamé para mis padres. Sabía que estaban en la totalidad de Dios, no en la escena de un accidente, y el hecho de que tenían su ser en Dios era su coartada espiritual. También sabía que puesto que nada de lo que Dios ha creado se puede perder, mis padres tampoco podían perder la vida. La Vida es eterna, espiritual, e incluye a mis padres. Esta fue una maravillosa oportunidad para comprender mejor lo que significa la declaración de Mary Baker Eddy: "Algún día comprenderemos cómo el Espíritu, el gran arquitecto, ha creado a hombres y mujeres en la Ciencia". Ciencia y Salud, pág. 68.

En 24 horas mi madre sanó por completo de los efectos del accidente. Y mi padre, respetando su voluntad de que en casos de emergencia no quería que se le sometiera a tratamiento médico alguno, también recuperó totalmente el conocimiento en 24 horas. En ese tiempo se le disolvió un coágulo en el cerebro. Tenía seis costillas quebradas y astilladas, y aparentemente ningún tratamiento médico hubiera podido hacer algo al respecto. Pero yo me aferré al hecho de que en la totalidad del Amor divino nada había lastimado a mi padre y que él nunca se había apartado de la presencia y la totalidad de Dios. En el reino del Espíritu, nada le había ocurrido. En una semana, estaba totalmente recuperado.

En su epístola a los Colosenses, Pablo habla de un "misterio" que había estado oculto por generaciones: "Cristo en vosotros, la esperanza de gloria". Colosenses 1:27. Ése es el secreto de nuestras vidas. El fundamento firme sobre el cual todos hemos sido hechos. El espíritu del Dios viviente, la comprensión de que no somos materiales, sino espirituales y perfectos, ha sido vertido en nuestra conciencia. La curación de mis padres fue un conmovedor recordatorio de esto y me dio un punto de partida para orar cuando, semanas después, ocurrió el tsunami. Las oraciones que sanan y reconstruyen comienzan con este secreto, esta promesa de que todos somos indestructibles en Dios. Entonces el viejo hombre, o el punto de vista material acerca de nosotros, naturalmente da lugar al nuevo hombre "el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno". Colosenses 3:10.

Donde los demás veían enfermos,
Jesús veía gente sana.

Este es el legado que Cristo Jesús nos dejó. Le demostró a la gente dónde radicaba su integridad. Donde se veían a sí mismos o a otros como enfermos, pecadores o sufriendo escasez, él veía salud, integridad, perfección y abundancia. "Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales", escribió M. B. Eddy. "En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esa manera correcta de ver al hombre sanaba a los enfermos. Así Jesús enseñó que el reino de Dios está intacto, que es universal y que el hombre es puro y santo". Ciencia y Salud, pág. 476. La semejanza misma de Dios. El reino de Dios intacto y universal. ¡Esto es revolucionario! La visión que Jesús tenía del universo no incluía sufrimiento, mortalidad ni circunstancias humanas difíciles. No obstante, esa visión era profundamente práctica. Sanaba. Elevaba a todos los que anhelaban percibir al Cristo, a través de una visión espiritual e iluminada de sí mismos. Les mostraba lo que su Padre, el Amor, estaba haciendo, y todavía hace, por todos nosotros.

Nuestro fundamento es que somos semejantes al Cristo y le pertenecemos; que la verdad de nuestro ser por siempre permanece igual. Esta es la roca de la cual habló Jesús cuando dijo a sus seguidores: "Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. Semejante s al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca". Lucas 6:47, 48. Así como Jesús lo demostró, y muchos lo demuestran hoy en día, esta roca es una base sólida y segura para renovar, restaurar y reconstruir.

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