En la ribera sur del río Támesis en Londres, cerca del teatro Royal Festival Hall, hay un busto de unos dos metros de altura de Nelson Mandela, y este sitio es hoy un lugar famoso de esta cludad. Mandela es muy admirado en todo el mundo no sólo por sus esfuerzos para eliminar el “apartheid” en Sudáfrica, sino tamblén por el notable espíritu de reconciliaclón que promovió cuando fue el primer presidente de su país después de que ese sistema de segregaclón racial fuera eliminado.
En 1995, poco después de que Mandela asumiera la presidencia, su gobierno creó una comisión con el propósito de traer un bálsamo de reconciliación a las cicatrices que tantos años de apartheid habían dejado en el pueblo sudafricano. La entidad se Ilamó Comisión de Verdad y Reconciliación (TRC), y tuvo en parte la meta de restaurar — no a través de la venganza, sino de una manera moralmente responsable — la dignidad de las víctimas afectadas por décadas de separación racial legalmente aceptada. Y a partir de allí, la nación pudo avanzar mediante la reconciliación.
El Presidente Mandela nombró al Arzobispo anglicano Desmond Tutu como presidente de la TRC. En su libro No Future Without Forgiveness (No hay futuro sin perdón), el arzobispo comenta acerca de la natural tendencia a perdonar que tienen sus conciudadanos: Nelson Mandela “invitó a su carcelero de raza blanca a asistir como invitado de honor a la ceremonia de investidura cuando asumió como Presidente; el primero de muchos espectaculares gestos que hizo para demostrar una grandiosa magnanimidad y disposición de perdonar... Este hombre, quien había sido difamado y acosado como un fugitivo peligroso y encarcelado por casi tres décadas, se transformó en la personificación del perdón y la reconciliación, y logró que la mayoría de aquellos que lo habían odiado lo siguieran dócilmente”.Desmond Tutu, No Future without forgiveness (London: Random House, 1999), pág. 7.
Come demostró Nelson Mandela, el papel que el perdón juega en la curación de los conflictos mundiales y políticos, nunca debe ser subestimado. El impulso global en pro de la paz comienza cuando cada individuo practica el perdón en su propia vida. A partir de allí se va diseminando por vecindarios y comunidades, y el efecto de sus ondas, como aquellas sobre las aguas tranquilas de un lago, se va extendiendo por todo el mundo.
No obstante, a menudo el acto de perdonar no es simple. Para algunas personas el perdón es un proceso continuo y no un incidente aislado. Muchos dudan del perdón porque consideran que olvidar sería excusar la ofensa. Para mí el perdón no significa disculpar un mal comportamiento ni negar que la ofensa haya ocurrido, sino que significa quitarle a ese comportamiento todo poder para provocar dolor o ira. Trae una curación permanente a nuestros recuerdos y elimina la amargura de nuestra vida.
Hubo un tiempo en que tuve que hacer un gran esfuerzo para liberarme de un recuerdo muy doloroso, y lo logré mediante el perdón. Durante mi niñez en lrán no teníamos baño en la casa. Como la mayoría de las familias, usábamos baños públicos. Las mujeres se higienizaban en una sección y los hombres en otra. Mi madre nos lavaba y limpiaba a mis hermanas y a mí, una por una, luego nos vestía y nos mandaba afuera para que esperáramos hasta que todas estuviéramos listas.
En una de esas ocasiones cuando mi madre me mandó afuera para que esperara, la sala de espera estaba vacía y un hombre abusó de mí. Yo no debo de haber tenido más de cuatro años en aquel entonces. Era demasiado pequeña como para comprender lo que estaba ocurriendo, y después me olvidé del hecho por completo. No fue sino hasta que tuve a mis dos hijas pequeñas que recordé el incidente. Éste me producía recurrentes pesadillas, y empecé a tener tanto miedo por mis hijas, que nunca permitía que estuvieran fuera de mi vista por temor a que tuvieran una experiencia similar.
Años más tarde, cuando empecé a estudiar Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, me di cuenta del resentimiento que tenía hacia todos los hombres iraníes, e incluso hacia la cultura misma. Había llegado a tal extremo que me resistía incluso a enseñarles a mis hijas a hablar farsi, mi lengua materna.
Ciencia y Salud me hizo comprender el significado de pasajes de la Biblia que nunca antes había podido entender. Por primera vez sentí una conexión personal con las enseñanzas de Cristo Jesús. Descubrí que el perdón y la reconciliación son necesidades absolutas para quien estudia estas enseñanzas. Comprendí que tenía que asumir la responsabilidad de vivir estos preceptos yo misma. La interpretación espiritual que da Mary Baker Eddy de la línea del Padre Nuestro que dice “y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”,Mateo 6:12. conmovió mucho. Ella escribe: “Y el Amor se refleja en amor”.Ciencia y Salud, pág. 17. Y tal como aprendía en Ciencia y Salud, mi habilidad para expresar amor era natural, porque Dios, el Amor divino mismo, era mi Creador y, por lo tanto, mi única fuente de acción. También fue claro que nada me podría separar del Amor. Me conmoví al percibir esta increíble vislumbre de la naturaleza y omnipresencia de la realidad divina.
Pude ver que mi habilidad natural para expresar ese Amor perfecto, y para perdonar, era uno de los grandes dones que Dios me había dado. No obstante, sabía que en mi caso, el perdón tendría que ser un acto del corazón, y debía consentir en dejar de lado el dolor, el resentimiento y la ira que llevaba dentro. Reconocí que no importaba cuánto había yo sufrido por el mal que se me había hecho, no podía sacar a nadie — en este caso a toda una nación y su pueblo — de mi corazón ni juzgarlo injustamente. Y ése era mi propio país, mi propia gente.
Me di cuenta de que el término perdonar lleva dentro de sí la palabra dar. Tenía que dar perdón a los demás, como Dios me lo da a mí. No fue fácil. Cada día tenía que reiniciar el proceso de perdonar y poner en práctica un amor más profundo. En lugar de juzgar, empezaba con las cualidades de aprobación, tolerancia y amor incondicional que Jesús enseñó, y trataba de vivirlas. Muy pronto vi que al haberme negado a perdonar, me había transformado en una víctima. De modo que tenía que tomar una decisión. Podía revivir la ofensa una y otra vez en mi memoria, o bien perdonar y olvidar, no sólo en beneficio de la otra persona sino también en el mío propio. Era una decisión espiritual que podía hacer, y que me liberaría de los sufrimientos del pasado.
Un día percibí que ya no necesitaba esforzarme por perdonar. El resentimiento y los recuerdos dolorosos desaparecieron y me sentí libre.
Esto también me permitió liberar a mis hijas de la prisión a la que las había sentenciado por temor y en la que yo había estado atrapada. Ya no tenía que controlar sus vidas. Comencé permitiéndoles que fueran a fiestas en la casa de sus amiguitas y que se quedaran a dormir. Muy pronto incluso empecé a enseñarles farsi a mis hijas, y a contarles acerca de la belleza de mi país y de su gente. Las bendiciones que vinieron a consecuencia de esta curación fueron enormes. Empecé a estudiar poesía y literatura persa con dos hombres iraníes, y nuestras familias se hicieron muy amigas. También he tenido el placer de ayudar a muchos hombres y mujeres iraníes a estudiar la Christian Science.
Las bendiciones que recibí fueron enormes.
Muchas de las escrituras sagradas y tradiciones espirituales del mundo destacan la importancia del perdón. Cuando se le preguntó a Jesús cuántas veces había que perdonar, él contestó: “setenta veces siete”.Mateo 18:22. En el Corán hay un pasaje igualmente hermoso que dice: “Pide perdón a Alá; ciertamente Alá es Perdonador, Misericordioso”.The Qur’an (Elmhurst, New York: Tahrike Tarsile Qur’an, lnc., 2001), Surah IV:106.
En su prólogo al libro Exploring Forgiveness (Explorando el perdón), Desmond Tutu escribió: “El perdón no es simplemente una idea vaga y nebulosa que uno puede fácilmente desestimar. Se trata de unir a la gente a través de políticas prácticas. Sin perdón no hay futuro”.Robert D. Enrigth y Joanna North, eds., Exploring Forgiveness (Madison, Wisconsin: University of Wisconsin Press, 1998), pág.xiii.
El perdón es un don para bien de nosotros mismos y de los demás, para iluminar nuestro camino en la vida. Su bendición no se detiene con nosotros, sino que comienza con nosotros. Y esa bendición extiende sus ondas hacia las comunidades, las naciones y al mundo entero.