
Editoriales
Las Decisiones que debemos tomar en muchos aspectos de nuestra vida diaria nos exigen reflexionar sobre ellos con mucho cuidado. "Después que me gradúe, ¿qué voy a hacer?", puede que se pregunte un alumno de secundaria.
Es Muy Probable que no me recuerdes. Le hablaste a mi amiga cuando bajamos del trolebús.
Mi Amigo Me Decía que estaba teniendo un año muy difícil. Sentía que las circunstancias — o quizás Dios mismo (de esto no estaba seguro)— le habían obligado a renunciar a muchas cosas.
Para Muchos El Dolor es una carga molesta de la vida diaria, y cualquier actividad normal es una tarea difícil de soportar. A veces tenemos la impresión de que no hay otra alternativa que resignarse irremediablemente al dolor.
En General Es Bueno ser una persona "fácil de tratar", complaciente y colaboradora. Pero hay ocasiones en que es importante no estar de acuerdo, negarse a seguir una creencia general porque uno siente que está errada.
Aun Amigo Mío le gusta mucho decir que a veces no sabemos lo que ignoramos. También insiste en que tenemos que darnos no solo a nosotros mismos sino también a los demás, la libertad de aprender.
El Autogobierno Es vital para nuestra vida. Pero ¿comprendemos bien cuáles son los ingredientes esenciales del buen gobierno, que capacitan no sólo a los individuos, sino también a las instituciones y a las naciones, para gobernarse a sí mismos y para convivir armoniosamente con su prójimo? Un buen lugar para comenzar es observar atentamente la vida y las enseñanzas de Cristo Jesús, el maestro del autogobierno.
En Su Artículo "Conozcamos la soledad", el Reverendo J. A.
Recientemente una amiga me comentó: 'No sé qué me pasa, como que siempre me rebelo contra la autoridad, cuando alguien me dice que debo hacer una cosa, automáticamente me digo a mí misma: ¿Por qué lo tengo que hacer? ¿Quién le ha dado autoridad a esta persona para darme órdenes?" Y pese a todas las razones que uno pueda darle a mi amiga para que haga lo que se le ha pedido, ella tiene la sensación de que debe discutir el punto. Aunque exteriormente tal vez esboce una sonrisa, en su interior continúa con los dientes apretados.
En Muy Raras Ocasiones estuvo el mundo dispuesto a hacerle un lugar al Cristo. Ni ahora, ni hace dos mil años.