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Jóvenes: los héroes de mañana

Del número de marzo de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Quizás Nunca te hayas considerado un héroe. Pero tal vez creas —como muchos jóvenes de hoy— que el mundo necesita héroes. Con desesperación. Que necesita gente de extraordinario valor, desinterés, nobleza y amor. Gente que vive para hacer que el universo que los rodea sea un lugar mejor. Gente cuyos logros establecen una norma de grandeza para la época.

Entonces, ¿qué te impide a ti, y a otros jóvenes como tú, ser uno de estos héroes? ¿Qué impide que de una vez por todas traigas mejoras —morales, espirituales, éticas, gubernamentales y artísticas— a gente de toda raza y nación. ¿Qué te impide fijar el tono para el próximo milenio?

Ahora bien, ya sé lo que algunos dicen sobre tu generación. Dicen que vives en un mundo propio: un mundo de imágenes veloces. Una mezcla palpitante y ruidosa de TV, música, canciones que hablan de muerte y terminología cibernética. Y dicen que no confías en los adultos y que no tienes la menor intención de mejorar el mundo.

A esta imagen que tienen de ti a veces la agrandan diciendo que no hay lugar en tu vida para “grandes logros”, para que delinées el futuro de la humanidad. Solo hay lugar para vivir HOY: sentarte y ver al mundo pasar delante de ti. Para navegar en la Internet. Para absorber un pasaje continuo de imágenes y sonidos artificiales. Wendy Murray Zoba, “The Class of ‘00’”, Christianity Today, February 1997, págs. 18—28.

Pero hay mucha gente que no piensa así. Saben que eres mucho mejor de lo que los medios de comunicación muestran. Saben cuan serio, resuelto, sabio y amable eres. Y cuán profundamente amas a la humanidad.

Por ejemplo, William Strauss, comentarista social, dice esto de la juventud: “Ellos van a ser los héroes, ya verán. Cuando comience el nuevo milenio las revistas hablarán de esta generación maravillosa...” William Strauss, Fourth Turning, quoted in Zobra, pág. 23.

Una nueva revista de estudiantes de Boston publicó recientemente los resultados de una encuesta que señalan en esta dirección. Hicieron una encuesta a jóvenes de Boston para averiguar qué quieren leer, y descubrieron que, más que nada, quieren estar enterados de “asuntos importantes”. “Survey: What do you want from us?” What's Up, Spring 1997, pág. 18.

Otra encuesta conducida por la Asociación Horatio Alger define “asuntos importantes” como la violencia, el crimen, el ambiente, el SIDA. Esta encuesta muestra que a los jóvenes también les preocupa ver la “degradación de los valores morales y sociales”. Un adolescente comentó en la revista Christianity Today: “Necesitamos desesperadamente asumir una posición respecto de algo”.Christianity Today, Zobra, pág. 20.

Bueno, tengo buenas nuevas para darte. Mucha gente de tu generación está encontrando los valores que busca. Y los está encontrando donde jamás lo hubiera imaginado: en un lugar que se llama iglesia, y en el Ser que se llama Dios. De hecho, siete de cada diez jóvenes hoy dicen que “la religión es importante en su vida”.Ibid., pág. 24.

Pero algunos de estos jóvenes han tenido que abandonar ciertos conceptos inexactos sobre la iglesia. Como la idea de que la iglesia es para la gente de edad solamente. O, como lo oí de una joven en Europa el año pasado, que los miembros de la iglesia “no quieren escucharnos”. O que los servicios religiosos tienen que ser rígidos, aburridos e irrelevantes.

Pero, el otro lado de la moneda es que, cuando a estos mismos jóvenes se les da la oportunidad, comienza a gustarles la iglesia. Comienza a gustarles reunirse con gente de todas las edades que quieren saber más de Dios; que quieren sentir el poder sanador de Su presencia; que quieren ayudarse mutuamente y orar por los demás.

Y hay algo más que deberías saber. A los miembros de las iglesias de todo el mundo les encanta estar contigo. Les encanta tu franqueza y renovada visión. Y francamente, la necesitan. Tú nos ayudas a que volvamos nuestros pasos nuevamente hacia el propósito original de la iglesia.

Quiero decir que esto ocurre cuando tienes la sinceridad suficiente como para decir: “La iglesia no tiene que ser algo aburrido porque Dios está vivo...” Y este punto de vista es de suma utilidad. Nos ayuda a todos a recordar cómo debe ser un servicio religioso: un servicio que sane. Porque Dios está allí. Y si tan solo un concurrente —en la Escuela Dominical, en la iglesia, o donde sea— se da cuenta de esto, ocurren cosas magníficas. Cosas nobles. Cosas heroicas.

¡Y ése es el propósito! La iglesia es un lugar donde aprendemos a ayudarnos a nosotros mismos y a los demás de la forma más básica que existe: de una forma espiritual. Es el lugar donde se aprende la forma más elevada de heroísmo. El heroísmo que viene de ser el hijo de Dios que realmente eres, y de ver al hijo de Dios en todos los demás. Este ver y ser hace que haya una diferencia como del día y la noche entre las acciones ordinarias y extraordinarias, entre una vida rutinaria y una heroica. Cuando sabes quién eres y quiénes son los demás como expresión espiritual de Dios, entonces tú puedes realmente ayudarlos. Porque tus pensamientos y acciones conllevan el poder de la Verdad divina, Dios.

Tal vez esto suene un poco fantástico. Pero en realidad existe aquí y ahora. Viene naturalmente. En mi caso, el querer ayudar a los demás comenzó hace años en la Escuela Dominical al ir aprendiendo, poco a poco, a amar espiritualmente. Salir fuera de mí misma y de mis problemas, y llegar a los demás, y a Dios.

Más que las palabras, aprendí de los ejemplos todo esto. Ejemplos, como el que tuve cuando estaba en la universidad, de mi maestro de la Escuela Dominical y su esposa. Aunque tenían cuatro hijos, siempre tenían tiempo para orar con nosotros y ayudarnos. En una ocasión en que yo estaba enferma, dejaron que me quedara en la casa de ellos un par de semanas hasta que me sentí bien como para volver a clase. El amor de esta familia me reconfortó y apoyó mucho.

También, aprendí de los ejemplos heroicos en las Lecciones Bíblicas que estudiábamos en la iglesia. Ejemplos como el de Moisés que salvó a una nación entera. Y el del profeta Jeremías que le dio a un pueblo derrotado, esperanzas. Y Nehemías que reconstruyó los muros de Jerusalén después de ser destruidos. Y más que todo, Cristo Jesús, que con su amor perfecto por Dios y la humanidad logró actos asombrosos de heroísmo, alimentando a miles de personas, sanando enfermedades agudas, reviviendo a gente que había muerto, y resucitando él mismo de la tumba.

Todos estos héroes tenían algo en común: un altruismo, fe y amor extraordinarios. Y, ¿de dónde pueden provenir tales atributos extraordinarios sino del Único Que Es Extraordinario: Dios? Es Dios que nos hace héroes, y uno de los medios por el que hace esto es a través de Su Iglesia.

Mary Baker Eddy, uno de los grandes reformadores de esta época, escribió esto en un mensaje a la Iglesia que estableció: “La verdad emerge de una profunda sinceridad que siempre debe ser característica de los corazones heroicos; es la parte mejor de la naturaleza del hombre que se desarrolla a sí misma”.Mensaje a La Iglesia Madre para el año 1901, pág. 1.

Ser parte de la iglesia hace precisamente esto a la gente de toda edad. Saca a la superficie lo “mejor de nosotros”, lo que es espiritual y real. Saca ese héroe que Dios hizo de nosotros. Ese héroe que Dios conoce en nosotros hoy, mañana y siempre.

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