Recientemente, el diario The New York Times, entrevistó a un grupo de renombrados eruditos para que indicaran cuál era, en su opinión, la idea más exagerada de nuestra época. La primera elección del Dr. Howard Gardner, profesor de la Facultad de Educación de Harvard, fue la teoría de la evaluación de la inteligencia.
"La noción más exagerada", dijo el Dr. Gardner, "es que nuestra inteligencia es una entidad que se puede medir al insertar una especie de varilla mental en nuestra mente/cerebro". Observó que cuando le agregamos un número, creemos que en verdad hemos atrapado la esencia de la inteligencia. Llegamos con facilidad a la conclusión de que muchos de los problemas de la sociedad provienen directamente de las deficiencias intelectuales de un segmento de la población, situado por debajo de cierto nivel en una arbitraria escala numérica.
Pero una medición tan arbitraria dista mucho de poder definir lo que significa ser "inteligente". El Dr. Gardner considera que esa clase de "noción unitaria de inteligencia" ha llevado a una conspiración en contra del reconocimiento correcto de que la inteligencia se expresa de muchas maneras diferentes y únicas.
Cabe también otra pregunta. ¿Es realmente posible calificar la inteligencia a través de un medio material? Tal vez la inteligencia sea tan individual en su expresión, como es la manera en que cada uno de nosotros expresa todo lo demás. Por ejemplo, la manera en que expresamos alegría, amor, integridad o paz. La inteligencia de una persona no es mejor que la inteligencia de otra, del mismo modo que la alegría de una persona no es "mejor" que la alegría de otra.
La inteligencia —al igual que la alegría, la integridad, el amor, la paz— es una cualidad y no una cantidad material. Desde una perspectiva espiritual, es una cualidad de Dios que cada uno de nosotros expresa de un modo natural, por ser el reflejo de Dios. La explicación metafísica, en vez de física, de la fuente, sustancia y aplicación de la inteligencia del hombre, revela que Dios es tanto el Creador como el sostén de la inteligencia, y que Dios, el Amor que lo abarca todo, creó al hombre a Su propia imagen y semejanza, para reflejarlo a Él. Dios es Mente infinita. Esta Mente infinita es la fuente de toda inteligencia. La sustancia de toda inteligencia es enteramente espiritual. Y en razón de que el hombre refleja a Dios, la Mente, el alcance de la inteligencia del hombre es también infinito; sin barreras, límites, restricciones ni deficiencias. Es imposible concebir algún tipo de "varilla mental" que pueda de un modo racional, medir la Mente infinita o su reflejo, que es en realidad, cada uno de nosotros. En Ciencia y Salud Mary Baker Eddy escribe: "La Mente insondable está expresada. La profundidad, anchura, altura, poder, majestad y gloria del Amor infinito llenan todo el espacio. ¡Eso es suficiente!" Ciencia y Salud, pág. 520.
Puede que al comienzo esas consideraciones parezcan poco más que una abstracción filosófica, interesante pero impracticable; tal vez idealista y lejos de la realidad. Pero eso es únicamente el argumento basado en una perspectiva estrictamente material. Esta misma perspectiva es la que determinó que el coeficiente intelectual es realmente importante. Ese punto de vista limitado presupone que la inteligencia es una función de la química cerebral, o que está constituida de un modo meramente físico. En consecuencia, puede ser examinada, medida, numerada y calificada.
La importancia de comprender la perspectiva radicalmente espiritual, es que revierte las nociones materialistas; nos libera de ellas. Nos libera de prejuicios y estereotipos, de límites autoimpuestos y de la ignorancia misma. La comprensión espiritual de la relación inteligente del hombre con Dios, nos muestra cuánto nos libera y fortalece conocernos tal como realmente Dios nos ha creado. Cristo Jesús dijo a sus seguidores: "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres". Juan 8: 32.
Esa es la verdadera inteligencia, saber y comprender la verdad de Dios. Eso es lo que realmente importa. Eso nos hace libres.
