Era El Primer Día que nuestra hija iba a la escuela. Con su “lonchera” roja en mano, de pie entre su hermano y yo, la maestra le dijo que pusiera su “lonchera” debajo de la mesa, junto con otras veinticinco. Aparentemente eso no le pareció muy lógico, así que miró a la maestra y preguntó: “¿Por qué?”
Su hermanito de ocho años, molesto, le dijo: “Clara, tienes mucho que aprender”, y tomó la valijita y la puso debajo de la mesa. Luego procedió a darle un consejo de hermano: “Una de las cosas más importantes en la escuela es que ¡JAMÁS TIENES QUE HACER PREGUNTAS!
Hoy mi hija es maestra, y aprendió (como yo también durante mis años de enseñanza) que después de todo no está mal hacer preguntas. En realidad, un buen estudiante por lo general tiene muchas preguntas. Sus preguntas son constructivas, profundas, y muestran cuánto le interesa el tema. Muestran que piensa por sí mismo, que no tiene miedo de cuestionar antiguas presunciones, viejas creencias, mitos vetustos. Muestran que está listo para penetrar nuevos territorios, para avanzar en nuevas fronteras.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!