¡Goooool de Batistuta! ¡Goooool de Hermosillo! ¡Goooool de Valderrama!
Este Mes Mucha gente está "hinchando" por sus países esperando que sus jugadores favoritos anoten muchos goles espectaculares. Por su lado, los jugadores se están preparando para rendir al máximo y hacer todo lo posible para ganar la Copa del Mundo y llevársela a su país.
Hace muchas décadas, en una tarde inolvidable, un niño brasileño, que estaba en séptimo grado, jugaba en una calle de Zurich, en Suiza, donde vivía con su familia. Se sentía muy bien, marcando goles con sus amigos en un improvisado partido en la calle. Horas antes, y de una manera muy diferente, él había anotado el "gol" más importante de su vida. Sabía que a partir de ese momento sería una persona completamente nueva.
Siempre había sido un niño enfermizo, con problemas respiratorios. Había pasado aquella misma mañana en cama, luchando para poder respirar. El médico le había mandado que hiciera reposo, y que no fuera a la escuela durante dos meses, y le había dicho a la madre del niño que, aunque pasara esa crisis, difícilmente llegaría a la edad adulta, porque era extremadamente débil. La madre, desesperada, le contó a una vecina su triste historia. Vivía en un país extranjero, en Europa, rodeada de una guerra violenta, la Primera Guerra Mundial. Sus recursos económicos estaban disminuyendo y uno de sus hijos estaba muy enfermo, en estado crítico. La vecina le ofreció lo mejor que tenía para ayudarla, le dijo: "Señora, ¿por qué no lleva a su hijo a una practicista de la Christian Science*?"
Entonces la señora llevó a su hijo, que casi no podía caminar por lo débil que estaba, a casa de una practicista. Ésta le dijo al niño que Dios era Amor, allí mismo donde él estaba. Luego la practicista se quedó en silencio por un rato largo. Durante ese silencio, el niño comenzó a sentir calorcito, una sensación agradable de confort y bienestar que jamás había experimentado antes. Se sintió bien, se sintió fuerte. ¡Estaba respirando sin esfuerzo! Y él se dio cuenta, con una certeza que recordó por el resto de su vida, de que había sanado en ese mismo momento. Todo eso ocurrió durante ese largo silencio en que la practicista estuvo orando.
Cuando regresaron a la casa, el pequeño subió las escaleras corriendo, cosa que nunca había podido hacer antes. Como hubiera hecho cualquier chico brasileño, tomó su pelota de fútbol e invitó a sus amigos a jugar con él. Yo conozco muy bien esta historia porque ese niño era mi padre, y aquella señora mi abuela.
Siempre que mi papá hacía referencia a su primera curación en la Christian Science, yo pensaba en la gran humildad que expresó mi abuela, al buscar la solución en algo que ella no conocía. La practicista comprendía la verdad sobre el hombre, el hombre hecho por Dios. Ella les habló acerca de la ley divina Dios. Ella les habló acerca de la ley divina del bien, una ley que estaba actuando allí mismo. Con humildad, madre e hijo aceptaron esas ideas. Habían encontrado el poder de curación del Cristo. El Cristo, el mensaje salvador de Dios, había tocado la consciencia del pequeño y él se había sanado. Tanto la madre como el niño entendieron que esa curación no había sido un milagro, sino el resultado de una manera científicamente cristiana de pensar y de orar.
Terminada la guerra, mi papá regresó a Brasil, y de joven fue un atleta de primera. Llevó una vida muy activa y vivió setenta y cinco años más después de aquel día inolvidable, estudiando la Christian Science. Y anotó muchos "goles" en su esfuerzo por ayudar a otros, manteniendo vivo su amor y gratitud por la Ciencia del Cristianismo que le había salvado la vida.
Durante el Mundial los jugadores de fútbol del mundo entero continúan entrenándose. Los países siguen preparando a su selección, compuesta por los mejores jugadores. Miles de personas están en Francia para asistir a los partidos, y millones de otras están pegadas a los televisores en casa, hinchando por sus países. Como en la antigüedad, el pueblo irá a los estadios a ver cómo los atletas ganan premios por su destreza. El Apóstol Pablo conocía bien esas competencias deportivas que se celebraban en los estadios de la ciudad de Corinto. Tenía una idea bien clara de cuál es realmente el premio más importante. Dijo: "¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible". 1 Corintios 9:24-25.
En muchas ocasiones, yo también he estado pegada al televisor viendo los partidos de la Copa del Mundo, hinchando por mi equipo y admirando a esos atletas. Pero nunca me olvido de lo que hace a un gran campeón. No es la agresividad competitiva que trata de vencer al rival, sino el esfuerzo de hacer lo mejor posible, de expresar destreza y control, de vencer las limitaciones y mantener una actitud humilde. ¿Acaso no es así como se lleva la "corona incorruptible"?
La corona incorruptible, el "gol" que mi papá anotó cuando tenía doce años, no acabó con las expectativas de nadie. Por el contrario, terminó siendo una bendición para mucha gente. No obstante, él tuvo que ser humilde para aceptar aquellas ideas nuevas, y aquellas ideas hicieron de él un hombre mejor.
Este año estoy nuevamente lista para hinchar por mi equipo y ver los partidos de la Copa del Mundo, y voy a estar consciente de que los vencedores no pueden acabar con las expectativas de los demás. ¿Por qué? Porque yo sé que nadie puede estar jamás fuera de la presencia de Dios, que es la Mente siempre presente. Ninguno puede perder o dejar de recibir el amor de Dios. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Christian Science. escribe en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: "Las ideas infinitas de la Mente corren y se recrean. En humildad ascienden las alturas de la santidad".Ciencia y Salud, pág. 514.
Hay un premio para todas las personas, participen o no en un campeonato deportivo, y se puede encontrar por medio del gran amor de Dios, expresado en nuestra vida. Cualquier persona puede ganar ese premio confiando en Dios, confiando en algo que está más allá de la materia. La confianza entraña humildad. Nos vuelve receptivos al toque del Cristo, a una nueva manera de pensar que trae paz, satisfacción y curación. Todos podemos hacer goles de comprensión espiritual y de logros que realmente valgan la pena.