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El empleo para el que fuiste creado

Del número de abril de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Estás Listo, realmente listo, para el trabajo con que has soñado?

Quizás respondas: “Claro, tengo la educación, los años de experiencia, los cursos de especialización. Conozco mi profesión. ¡No hay nadie mejor preparado para el empleo ideal, que yo!”

No obstante, para millones de personas en todo el mundo (en algunos países más del 20% de la población) existe un gran problema. Ellos no sólo quieren un empleo, sino que lo necesitan. Se sienten preparados para el empleo al que aspiran, el problema es que no siempre lo obtienen.

Un trabajador en la industria de la construcción en Alemania, es una de estas personas. Durante seis años ha estado buscando empleo, sin éxito. “Me dicen que soy demasiado viejo, o demasiado corpulento para manejar cierta maquinaria, o bien que estoy excesivamente calificado, es humillante”. Mary Williams Walsh, “Qualified, Educated... Yet Lacking a Good Job”, Los Angeles Times, 12 de abril de 1997, pág. A 1.

Según las redactoras de una revista empresarial, la entrevista para obtener empleo suele ser extremadamente difícil para quienes buscan trabajo. Los que dirigen las entrevistas a veces someten a los candidatos a interrogatorios difíciles; o les piden asumir determinado papel para resolver crisis simuladas; o les preguntan verdaderos acertijos, como: “¿cuántas pelotas de golf se requieren para llenar una piscina olímpica?” Y después de todo ese proceso, puede que les digan que no están calificados para el puesto. Munk y Oliver, “Think fast!”, Forbes, 24 de marzo de 1997, págs. 146–151.

Sin embargo, no todos ven tan sombrío el hecho de buscar empleo. Algunos expertos opinan que puedes pasar por estos trámites sin sentirte menospreciado o intimidado; dicen que todo se reduce a que te conozcas y valores de acuerdo con lo que realmente eres.

Ciertos consultores empresariales expresan un punto de vista optimista: "Todo ser humano nace con dones y talentos únicos, y eso te incluye a ti”.Putting Your Talent to Work (Deerfield Beach, Fla.: Health Communications, 1996), pág. 3. El objetivo es descubrirlos y desarrollarlos; de este modo resulta mucho más fácil convencer a los que requieren de nuestros servicios.

Un destacado buscador de talentos empresarial, comparte este enfoque positivo: cuando reconoces lo mucho que tienes para ofrecerle a quien pueda emplearte, la entrevista puede ser una experiencia feliz, en la que todos ganan. Pero, según él, necesitas tener “una buena actitud”. Y “la mejor manera de desarrollar una buena actitud, es abrir tu mente y verte a ti mismo desde una nueva perspectiva”.Ask the Headhunter (New York: Plume, 1997), pág. 98.

Aquí es donde, por lo menos en mi opinión, la oración entra en acción. No hay manera más eficaz de descubrir tus talentos innatos y dejarlos brillar, que dirigirte al Único que inicialmente te otorgó esos talentos y que los mantiene continuamente. Esto quiere decir darte cuenta de que las cosas buenas que haces sólo emanan de Dios. De la inteligencia creativa, la Mente divina, que en todo momento colma al universo entero, incluso a ti, de vitalidad, de ideas espirituales, bellas y productivas. Ideas como la creatividad, la docilidad y la inspiración.

Estas ideas de Dios no están distantes.

Están justo donde te encuentras, no tardan en llegar a ti, pues Dios se encuentra donde tu estás. Y lo maravilloso es que estas ideas toman la forma que tú necesitas, cómo y cuándo las necesitas. Estas ideas resuelven problemas, armonizan las relaciones y restablecen las empresas en quiebra. Promueven logros y éxitos.

En la medida en que prestemos atención a estas ideas divinas y las incorporemos a nuestra vida, seremos de incalculable valor espiritual para cualquier empresa a la que nos unamos. Aportaremos un contenido espiritual y sanador a nuestro trabajo; además de originalidad, compasión y espíritu de gozo. Y haremos bien nuestro trabajo porque Dios está trabajando en nosotros.

Esto nos lleva al verdadero propósito de tener un empleo: trabajar con Dios, y para Dios, y por Dios. En la Biblia San Pablo lo dijo de esta manera: “Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. Efes. 2:10. Y una versión moderna traduce las palabras de Pablo, así: “Dios nos ha hecho lo que somos, creándonos en Cristo Jesús para las buenas obras que son preparadas de antemano por Dios como nuestro campo de acción”. James Moffatt, The Bible: A New Translation (New York: Harper, 1954).

“Buenas obras” preparadas por Dios para ti y sólo para ti. Un “campo de acción” que es un lugar único para ti, para destacarte. ¡Este sí que es el empleo ideal! Un empleo que puedes conseguir ahora mismo. El único requisito es que mantengamos nuestro pensamiento centrado en el Espíritu. Que dejemos de vernos como desesperados buscadores de empleo y nos veamos como tesoros muy especiales procedentes de Dios. Que dejemos de ver la búsqueda de empleo como una carrera loca y materialista, y que la veamos como una aventura en el descubrimiento de nuestra identidad espiritual.

Ciencia y Salud explica porqué un cambio de actitud de este tipo ayuda y no puede perjudicar. “Ese concepto científico del ser, que abandona la materia por el Espíritu, de ningún modo sugiere la absorción del hombre en la Deidad y la pérdida de su identidád, sino que confiere al hombre una individualidad más amplia, una esfera de pensamiento y acción más extensa, un amor más expansivo, una paz más elevada y más permanente”.Ciencia y Salud, pág. 265.

Esto me sucedió a mí cuando hacía un par de años que buscaba un puesto de profesora universitaria. Las fuentes de trabajo eran escasas. Me habían entrevistado y rechazado más veces de las que recuerdo, y tuve que aceptar varios empleos de medio tiempo para cubrir mis gastos.

En cierto momento me sentí tan desalentada que dejé de buscar empleo y simplemente oré. Y seguí orando. Esto me dio tanta paz que ya no me importaba cuándo iba a encontrar la clase de empleo que buscaba. Me sentí totalmente satisfecha con ser la hija de Dios, Su preciado tesoro.

Entonces un día lluvioso, de pronto me sentí inspirada a reanudar mi búsqueda de empleo. Manejé 80 km a una universidad que nunca antes había visitado; oré durante todo el trayecto.

En cierto momento me sentí tan desalentada que dejé de buscar empleo y simplemente oré... Esto me dio tanta paz que ya no me importaba cuándo iba a encontrar la clase de empleo que buscaba.

Todavía recuerdo cuando entré al área donde iba a hacer la solicitud. ¡Me sentí como en casa! La jefa del departamento y yo nos llevamos como viejas amigas. En una semana ya me había contratado para dar un curso. Para fin de año el departamento me ofreció y acepté, un maravilloso puesto de tiempo completo y terminé enseñando allí durante cinco años.

En muchos aspectos ese fue el empleo con que había soñado. En el proceso de encontrarlo, también había descubierto mucho acerca de mi verdadero empleo, el empleo para el cual tú y yo fuimos creados. El empleo que le da a la vida su valor fundamental. El empleo que Dios hizo para nosotros, y para el cual nos hizo: expresarle y glorificarle en todo lo que hacemos.

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