La Gente Suele Repetir todo lo que escucha. Una tonada, un lema publicitario, una noticia. A veces, nos sorprende comprobar que estamos repitiendo en el pensamiento y hasta en voz alta, cosas que ni siquiera imaginábamos haber registrado en nuestro pensamiento. Y llegamos a la conclusión de que nunca las hubiéramos admitido si hubiésemos estado debidamente alerta para cuestionar lo que estábamos oyendo.
La salud es un tema acerca del cual se habla mucho. O mejor dicho, se escuchan muchas cosas acerca de la enfermedad y sus posibles causas y curas. ¿Se ha dado cuenta de que cuanto más comentarios se hacen sobre una enfermedad, no solo se hace más “popular” en el pensamiento humano, sino también en la práctica?
Parecería que aun las enfermedades que no se consideran contagiosas por medio de un contacto físico, parecen ser más frecuentes cuando se convierten en el tema de mayor difusión. Mary Baker Eddy formula una observación realmente sorprendente con respecto a este fenómeno. Ella escribe: “Dejándonos llevar por la corriente popular del pensamiento mortal sin poner en duda la autenticidad de sus conclusiones, hacemos lo que otros hacen, creemos lo que otros creen, y decimos lo que otros dicen. El consentimiento común es contagioso, y hace contagiosa la enfermedad”.Escritos Misceláneos, pág. 228.
Nadie debe dejarse “llevar por la Corriente popular del pensamiento mortal”. Nadie debe aceptar ciegamente lo que dicen y creen los demás respecto a un tema. Por ejemplo, con respecto al tema de la salud, hay una norma con la cual medir la verdad de lo que escuchamos y en la cual podemos confiar: la ley de Dios.
La ley de Dios constituye el perpetuo bienestar de Su entera creación. Y la perfecta salud que Dios proporciona, no depende en absoluto de la materia. Esta salud es una condición que proviene del propio ser de Dios, una condición de la Mente divina. Todo lo que Dios crea, es una idea que vive en Él, en la Mente. Usted y yo, en nuestra identidad verdadera, somos ideas de la Mente y nunca estamos fuera del abrazo infinito y reconfortante del amor de la Mente. Y cada idea que mora en esta Mente es perfectamente sana, en este momento y por la eternidad.
La plenitud de la Mente y sus ideas, no tiene comienzo ni fin; simplemente existe. Lo más importante para la demostración de esta verdad, consiste en el consentimiento individual que otorgamos a la Mente divina como la única autoridad y poder para regir al hombre, la idea misma y amada de la Mente. Estas sabias palabras del libro de Proverbios, se hacen eco del amor que Dios tiene por todos nosotros: “Hijo mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu corazón. Porque son vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo”. Prov. 4:20—22.
A medida que escuchamos diariamente a Dios en oración y damos consentimiento solamente a Su ley de plenitud perfecta, podemos experimentar, de un modo más consecuente, la salud que nos pertenece como hijos de Dios.
Es realmente, un gozo escuchar a Dios por medio de la oración. Considerar Su naturaleza como Vida, Verdad y Amor divinos; aprender más acerca de nuestra verdadera naturaleza como Su idea espiritual o reflejo; así como, a lo largo del día. prestar atención a Sus palabras, aceptando la salud, no la enfermedad (algo que Dios no creó jamás).
No existe registro alguno donde figure que Cristo Jesús, que ha sido el sanador más exitoso de todos los tiempos, haya mencionado algo respecto de la enfermedad y sus síntomas. Aparentemente, él mantenía su pensamiento unido a las palabras sanadoras de Dios, las verdades del ser espiritual, repitiendo solamente la verdad en sus pensamientos, palabras y obras. No solamente se negaba, en cada caso, a aceptar la enfermedad como una realidad, sino que transmitió la salud perfecta de Dios y Su creación a la atmósfera del pensamiento humano, a fin de que los demás la aceptaran y de ese modo, fueran sanados. Al hacer esto, Jesús difundió salud.
Nosotros también podemos aceptar la salud y difundirla. Podemos escuchar a Dios y dar nuestro consentimiento sólo a Su ley de salud. De esta manera, disfrutaremos de bienestar físico y mental y podremos transmitirlo también a los demás. Otra manera de difundir la salud, es estar atentos en nuestras conversaciones con los demás, y sólo repetir los pensamientos de salud. Entonces, seremos como el hombre sabio mencionado en la última parte de este proverbio: “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina”. Prov. 12:18. O como lo interpreta un comentario de la Biblia: “Una conversación imprudente inflige heridas dolorosas: si algún hombre sabio se halla presente, las sana”. J.R. Dummelow, A Commentary on the Holy Bible (New York: The Macmillan Co., 1936) pág. 384.