Desearía asegurar que la Christian Science sana con certeza. La primera vez que yo oí cerca de esta Ciencia fué en el año 1932, y ese mismo día asistí a una reunión de testimonios de los miércoles en una Iglesia Científica de Cristo. La simplicidad de la reunión, la oración silenciosa, y los testimonios que oí me impresionaron talmente que decidí estudiar esta religión que tan nueva era para mí.
Pasaba por momentos angustiosos y me hallaba descorazonada. Mis medios de subsistencia eran inadecuados, además mi estado de salud era bastante precario. Durante diez años había estado bajo el cuidado de los médicos a causa de una congestión pulmonar, un pulmón debilitado, frecuentes ataques al hígado y reumatismo. A pesar de haber experimentado cierto alivio, no hallé una cura definitiva.
Pude obtener una copia de la Biblia y de “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy. Para substraerme a la tentación de recurrir a los medicamentos me dispuse inmediatamente a botarlos. Mi progreso fué lento, debido a que mi concepto de la existencia debía cambiar. De manera que poco a poco las tinieblas en las cuales había sido arrojada se desvanecieron, y al fin vi como la luz de la Verdad se abría camino. A medida que adquiría mayor comprensión de las ideas justas, mi salud mejoró y mi trabajo se hizo más remunerativo. Comprendí al fin que la ley de Dios, la actividad del bien no cesa jamás y que debemos dejar que el Padre, cuyo amor es infinito, haga Su trabajo.
Varios años después me vi atacada por una dolorosa afección al hígado que se agravó a causa de mi temor que esta condición fuera hereditaria. Debido a su consagración una practicista pudo extirpar ese temor. Me hizo repetir la frase de No y Sí por Mrs. Eddy (pág. 30): “La ley de Dios alcanza y destruye el mal en virtud de la totalidad de Dios.” La curación fué instantánea. Esto ocurrió en el año 1941 y el problema no se ha repetido. Los incipientes síntomas de sofocación también fueron sanados instantáneamente.
En el año 1944 perdí a mi hijo único, lo que me causó gran pena. La Christian Science fué de gran ayuda para mí. Amigos míos que eran Cristianos Científicos se mostraron muy cariñosos conmigo durante ese tiempo, sosteniéndome y ayudándome a percibir el poder de la Verdad y el Amor y la continuidad de la Vida. Ahora sé que la Vida infinita es Dios y que la separación no existe.
Cuando me escaldé un pie con agua hirviendo, recibí una cura inmediata. En la medida que mi progreso espiritual me habilitaba a comprender la totalidad de Dios y la nulidad de la materia, la enfermedad y el mal se han hecho irreales para mí.
En añadidura a todas estas curas desearía mencionar que tuve la manifestación de una provisión adecuada, como también la realización de las palabras de Mrs. Eddy (Ciencia y Salud, pág. 599): “La eternidad es la medida de Dios para los años llenos de Alma.” La Christian Science me ha enseñado que Dios es Amor, omnipresente, omnisciente, omniactivo y omnipotente. Esta comprensión me he traído un mayor sentido de felicidad, alegría, paz y protección y que nada puede disturbar.
Por todas estas bendiciones, por la transformación del pensamiento y por la comprensión del gran amor que el Padre tiene por Sus hijos estoy infinitamente agradecida a nuestra Guía, Mrs. Eddy. Mediante su maravillosa revelación ella nos ha dado la absoluta certeza de nuestra libertad cuando percibimos nuestra actual unidad con Dios. Doy gracias a Dios y a Su Cristo por haberme guiado a la Christian Science y por ser miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial. He tenido el privilegio de instrucción en una clase autorizada, y mi único deseo es de vivir el Amor y de poder ayudar a mi prójimo.
París, Francia
