Desearía asegurar que la Christian Science sana con certeza. La primera vez que yo oí cerca de esta Ciencia fué en el año 1932, y ese mismo día asistí a una reunión de testimonios de los miércoles en una Iglesia Científica de Cristo. La simplicidad de la reunión, la oración silenciosa, y los testimonios que oí me impresionaron talmente que decidí estudiar esta religión que tan nueva era para mí.
Pasaba por momentos angustiosos y me hallaba descorazonada. Mis medios de subsistencia eran inadecuados, además mi estado de salud era bastante precario. Durante diez años había estado bajo el cuidado de los médicos a causa de una congestión pulmonar, un pulmón debilitado, frecuentes ataques al hígado y reumatismo. A pesar de haber experimentado cierto alivio, no hallé una cura definitiva.
Pude obtener una copia de la Biblia y de “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy. Para substraerme a la tentación de recurrir a los medicamentos me dispuse inmediatamente a botarlos. Mi progreso fué lento, debido a que mi concepto de la existencia debía cambiar. De manera que poco a poco las tinieblas en las cuales había sido arrojada se desvanecieron, y al fin vi como la luz de la Verdad se abría camino. A medida que adquiría mayor comprensión de las ideas justas, mi salud mejoró y mi trabajo se hizo más remunerativo. Comprendí al fin que la ley de Dios, la actividad del bien no cesa jamás y que debemos dejar que el Padre, cuyo amor es infinito, haga Su trabajo.
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