En estos tiempos tan inestables surgen a menudo estas preguntas: ¿Qué es lo que muchas veces protege a los hombres de la adversidad? ¿Quién o qué los libra tan milagrosamente del peligro en ciertas ocasiones? La gente suele llamarlo suerte, azar, o destino, de ahí que si les sobreviene algún mal, se considera que es debido al destino. Mas el comprender a Dios correctamente y confiarnos a que Su mano nos guíe es experimentar Su cuidado afectuoso.
En la Biblia leemos (Salmo 91:1, 2, 4, 11): “El que habita al abrigo del Altísimo, morará seguro bajo la sombra del Omnipotente. Yo diré de Jehová: ¡Refugio mío y fortaleza mía! ¡mi Dios, en él confiaré ... Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas te refugiarás: escudo y adarga es su verdad... Porque dará encargo a sus ángeles acerca de ti, para que te guarden en todos tus caminos.”
Al hablar de Cristo Jesús, Mrs. Eddy dice: “Su misión fué revelar la Ciencia del ser celestial, probar lo que Dios es, y lo que El hace por el hombre” (Ciencia y Salud, pág. 26). El Maestro demostró la verdad de Dios. Para dar un concepto comprensivo de Dios, la Ciencia Cristiana usa siete términos sinónimos. Estos son Vida, Verdad, Amor, Alma, Principio, Espíritu, Mente. Cada sinónimo representa un aspecto particular de Dios. Dios también es omnipotente, omnipresente, omnisciente. El es infinitamente bueno; de ahí que el mal no se origina en la Vida que todo lo sostiene, por tanto no tiene realidad.
La Biblia nos enseña que Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza. Esto significa que el hombre refleja a Dios en toda Su perfección. Cuanto más conscientes estemos en la vida diaria de que en realidad somos el reflejo del Amor, tanto más irreal será para nosotros cualquier clase de error.
El Principio gobierna todas las cosas armoniosamente. Al estar bajo su ley, también estamos bajo su protección. Los peligros no pueden existir para el hombre, en razón de que tampoco existen para Dios, porque siendo Su reflejo, el hombre expresa todas las cualidades de Dios. A medida que llenamos nuestra consciencia con pensamientos buenos, afectuosos, humildes, útiles, demostramos la unidad del hombre con el Espíritu divino como su idea.
La que escribe tuvo una experiencia mediante la cual pudo darse cuenta cuán maravilloso es estar escudada y protegida por Dios. En toda ocasión en que se encontraba detrás del volante de su automóvil, mentalmente ponía la dirección de éste en manos de Dios y ella misma se colocaba bajo la ley del bien del Principio. Un día al regresar a casa después de una salida, dejó su automóvil como de costumbre dentro del garage con absoluta seguridad, salió de él y entró en la casa.
Poco después algunas personas del pueblo le preguntaron con gran ansiedad si se había percatado del peligro que había corrido. Justo en el momento de abandonar la calle del pueblo, dos caballos de tiro desbocados, arrastrando la vara o lanza al galope, habían pasado muy cerca de su automóvil. Le dijeron que había sido muy afortunada de haber escapado, pues a ellos les había parecido un verdadero milagro.
La que escribe solamente pudo agradecer a Dios desde lo más profundo de su corazón por la maravillosa protección con que El la había rodeado. Aún la más mínima aprehensión del peligro le habría impedido manejar el automóvil con tal seguridad. Por cierto que había estado “en el retiro del Altísimo.”
Puesto que todas las ideas de Dios giran en el espacio infinito, bajo Su ley, no pueden estar en conflicto unas con otras, porque en el universo de Dios todo se mueve en un acorde armonioso. Un milagro es realmente la manifestación de la ley de Dios, porque el Amor hace que sólo el bien se manifieste. Si sintiéramos temor que pudiese ocurrir un accidente, comprobaremos que todo es gobernado armoniosamente si sólo reconocemos con comprensión la presencia y la actividad de la ley espiritual.
El Alma llena todo el espacio y está siempre presente. Los ángeles de Dios — los pensamientos e intuiciones celestiales — nos rodean en todo momento. A medida que el conocimiento concerniente a la ley verdadera queda firmemente asegurado en nuestra consciencia, podemos apelar a esta ley, y estando siempre activa es inmediatamente eficaz.
En la página 424 de Ciencia y Salud, Mrs. Eddy escribe: “Los accidentes son desconocidos para Dios, la Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el concepto correcto de la dirección infalible de Dios y de esta manera sacar a luz la armonía.”
A medida que disciplinamos nuestra manera de pensar para saber que como imagen y semejanza de Dios no podemos estar en peligro porque Dios, la Mente, el origen del hombre, no creó el peligro, estamos completamente protegidos y podemos avanzar serenamente en nuestro camino.