Una bibliotecaria escribe:
“En la Sala de Lectura se presentan todos los días nuevas oportunidades para bendecir a nuestros semejantes. Por lo tanto, nosotros, los bibliotecarios, oramos cada mañana con nueva inspiración de modo que podamos expresar más amor, sabiduría, discreción y guía divina que nos permitan servir lo mejor de que somos capaces.
“Un día, después de haber hecho un consagrado trabajo metafísico, una mujer puede decirse que prácticamente cayó dentro de la Sala de Lectura. Le retuve la mano hasta que consiguió reponerse y estuvo en condiciones de hablar.
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