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Demostrando la verdadera substancia

Del número de abril de 1966 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Muchas de las dificultades que surgen en la experiencia humana se deben a la creencia de que la substancia es materia. Este concepto falso acerca de la substancia induce a los hombres a buscar la adquisición de más y más materia, y a menudo a confiar en ella en sus esfuerzos por obtener la felicidad y la seguridad. La enseñanza equivocada de que la substancia se obtiene por el mero esfuerzo humano ha originado muchas discordancias.

Mrs. Eddy escribe en el libro de texto Ciencia y Salud (pág. 468): “La substancia es aquello que es eterno e incapaz de discordancia y decadencia.” Más adelante en el mismo párrafo ella declara: “El Espíritu, sinónimo de la Mente, el Alma o Dios, es la única substancia verdadera.” El estudiante de la Ciencia Cristiana muy pronto se da cuenta de que la materia es irreal; que es el estado subjetivo de la mente mortal y que nunca es la substancia verdadera. En el grado que comprendemos la explicación de nuestra Guía acerca de la substancia como Espíritu, cesamos de aceptar la pretensión falsa de que la substancia es material.

La substancia infinita y verdadera que es Espíritu, es reflejada por el hombre y no está sujeta a fluctuaciones de ninguna especie, porque nunca se halla regulada o controlada por las tales llamadas leyes de la materia. A medida que comprendemos que el hombre es el linaje espiritual de Dios, también comprendemos que como Padre, El cuida tiernamente de Su familia, y discernimos además que el hombre nunca carece de la verdadera substancia, porque todo lo que el Padre tiene es también suyo.

Como Científicos Cristianos no creemos en, ni estamos de acuerdo con la limitación o carencia de ninguna especie. El entendimiento de la substancia verdadera eleva nuestros pensamientos por encima de la materia y sus creencias de escasez. Los ingresos verdaderos no pueden disminuir o variar. Dios nos los asegura. Este ingreso consiste solamente de la llegada o manifestación eterna de las ideas correctas en la consciencia. Estas ideas correctas manifiestan la ternura y afluencia del Amor, la actividad, pureza, e inteligencia de la Mente y constituyen substancia verdadera.

Lo que necesitamos es aceptar este ingreso de bien que el Amor divino constantemente concede al hombre. Mediante la demostración de inteligencia, somos guiados a dar los pasos que nos proveerán de todo lo necesario para responder a la necesidad humana.

Con el fin de poder demostrar la substancia verdadera, debemos dejar de esforzarnos materialmente, abandonar el egoísmo, la envidia, la codicia, y expresar persistentemente en nuestra vida diaria las cualidades semejantes a Dios, tales como el amor, la suavidad, la integridad, la justicia. Debemos tratar de ayudar y servir sinceramente a la humanidad. Podemos medir nuestra demostración de la substancia y el bienestar verdaderos por la actividad espiritual que expresamos.

Pablo escribió (Gálatas 6:9): “No nos cansemos en el bien hacer; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.” Cuando aceptamos el gobierno del Principio divino, Dios, Su perfección, la abundancia, la actividad y el amor se revelan y nuestras bendiciones aumentan en gran manera. Comenzamos a probar que el Amor divino está siempre presente, protegiendo, guiando, dando, y que Dios, el Espíritu, es la única substancia verdadera, porque El es infinito.

Un entendimiento de la substancia espiritual nos capacita para descartar los métodos falsos y para librarnos de la tensión y presión que ocasionan los malos pensamientos. Es menester que nos demos cuenta de que nuestro bienestar no depende de la ley material falsa, sino que depende de la guía de la Mente, Dios. A medida que nuestro pensamiento se eleva por encima de la materialidad y nuestras acciones llegan a ser el resultado de los motivos correctos, percibimos que todo el bien que recibimos emana de Dios. Cuando ponemos primero a Dios en nuestro pensamiento y acciones, nuestra economía viene a ser una réplica de la divina.

La agudeza humana y el esforzarse por obtener las cosas materiales jamás ha ofrecido seguridad duradera a nadie. Cristo Jesús dijo a sus seguidores (Mateo 6:33): “Buscad primeramente el reino de Dios, y su justicia; y todas estas cosas os serán dadas por añadidura.” Las cosas por añadidura siempre se obtienen cuando abandonamos los motivos falsos y trabajamos para estar conscientes de la unidad del hombre con el Amor divino.

La Ciencia Cristiana nos enseña que el entendimiento de la substancia no nos induce a que seamos negligentes en lo que respecta a nuestras obligaciones diarias. Pero en vez nos ayuda a obedecer la ley divina de amar a Dios y a nuestro prójimo. A medida que adquirimos el deseo de ayudar a otros, expresamos más amor, integridad y sabiduría, y nunca retendremos lo que es justo que demos.

Cuando se comprende que el espíritu de dar semejante al Cristo, debe ocupar el primer lugar en nuestros pensamientos, podemos demostrar algo de la declaración de nuestra Guía que aparece en el libro de texto (pág. 518): “Los ricos en espíritu ayudan a los pobres en una gran hermandad, teniendo todos el mismo Principio, o Padre; y bendito es el hombre que ve la necesidad de su hermano y la satisface, buscando el bien propio en el ajeno.”

Afirmemos que las riquezas espirituales de Dios son infinitas y están siempre disponibles para todos, no sólo para que las poseamos sino también para que las disfrutemos. La abundancia de las ideas correctas del Padre pertenece al hombre por herencia. En la proporción en que separamos nuestra identidad verdadera de la ilusión de la mente mortal, con sus temores y dificultades, y reclamamos nuestra unidad con Dios, probamos en medida siempre mayor que la verdadera substancia es continua y segura.

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