Durante siglos la humanidad ha abrigado el anhelo de hallar un camino para librarse de la esclavitud de los sentidos materiales. Este sincero anhelo fue expresado en estas palabras por el Salmista (Salmo 119:18): “¡Abre mis ojos, para que yo vea las maravillas de tu ley!”
¿Qué es lo que el Salmista significa por “maravillas” de la ley de Dios? Los mortales piensan que un milagro es un suceso que contradice el orden habitual de las cosas o las leyes de la naturaleza. El conocimiento humano ha hecho varias observaciones y basándose en la teoría de probabilidades ha desarrollado lo que llama leyes, de las cuales los mortales son víctimas involuntarias. No obstante, si sucede algo que está más allá de las expectativas humanas, esto se considera un milagro.
En la Ciencia Cristiana aprendemos que un milagro es el efecto natural del poder espiritual, el cual está más allá de la comprensión mortal, y que es el resultado de la operación sin esfuerzo de la ley de Dios.
Dios es Amor; por lo tanto Su ley responde a Su naturaleza y es afectuosa y tierna. Dios es Verdad, por consiguiente Su ley es genuina, eterna. Dios es Vida, y en razón de ello Su ley sostiene la vida. Dios es Espíritu, de ahí que Su ley es espiritual y omnipresente. Dios es Alma, por consiguiente, Su ley está operando incesantemente. Dios es Mente y en consecuencia, Su ley es lo único que existe y es omnipotente. Dios es Principio, por eso Su ley es única.
La naturaleza de Dios es expresada en Su creación espiritual. El gobierno de Dios está de acuerdo con la ley divina, que es eterna, irrefutable, y sólo puede expresarse en armonía. El hombre, la idea más elevada de Dios, es Su expresión y refleja la perfección de su creador. Esta es una realidad eterna, que no puede quedar oscurecida por los falsos conceptos de los mortales. Los mortales deben abandonar su sentido limitado de la existencia, de la vida en la materia, y estar conscientes de la ley más elevada de la perfección, pues sólo entonces podrán experimentar los efectos de este poder divino.
La preparación y un esfuerzo continuo son necesarios para subordinar el ser propio en todo instante a la ley divina y confiar en su funcionamiento. Las cualidades necesarias para preparar la consciencia y recibir las bendiciones de la ley divina son la confianza, humildad, caridad, compasión, desinterés, bondad y el ser afectuoso. Estas cualidades están siempre a nuestro alcance. Nuestro entendimiento de Dios y la completa confianza en El y en Su ley del amor enteramente eficaz, vencen las creencias del temor, la enfermedad, la edad, el decaimiento y la muerte. El hombre sólo está sujeto a la ley inteligente de Dios y no es la víctima indefensa de la ley material falsa.
Cristo Jesús nos mostró claramente las “maravillas” de la ley de Dios cuando sanó a los enfermos, resucitó a los muertos y resucitó él mismo. El no aceptó las leyes erróneas de enfermedad, pecado y muerte, mas conocía la ley divina que curaba en cada caso. El estaba enteramente consciente de su unidad con Dios, de ahí sus palabras: “Yo y el Padre somos uno” (Juan 10:30). Sobre este conocimiento se basaba su enseñanza y su obra sanadora.
La operación de la ley divina encontró su expresión más alta en Cristo Jesús, mas su eficacia no se limita a ninguna época. Esta ley funciona siempre en la actualidad y es aplicable continuamente.
En nuestra era las “maravillas” de la ley de Dios fueron explicadas por Mrs. Eddy en Ciencia y Salud. En la página 264 de su libro de texto ella escribe: “A medida que los mortales alcancen conceptos más correctos de Dios y del hombre, innumerables objetos de la creación, que antes eran invisibles, se harán visibles.”
En realidad el hombre es el hijo espiritual de Dios. Dios, el Espíritu, el Amor infinito, por siempre rodea y mantiene Su propia creación, incluso al hombre, en perfecta armonía. Esto significa que el hombre está circundado por la presencia y el poder afectuosos de Dios, el Espíritu, y está bajo la protección de Su ley divina.
La Ciencia del ser nos da las reglas para profundizar nuestra percepción espiritual de la relación entre Dios y el hombre. Todos los miércoles las personas que asisten a las iglesias y sociedades filiales en todo el mundo pueden oír relatos de curaciones y experiencias útiles que se han llevado a cabo mediante el entendimiento de esta relación. A menudo se ofrecen testimonios de curaciones instantáneas que se consideran por los extraños como milagros. Es obvio que estas curaciones o “maravillas” pueden llevarse a cabo solamente adquiriendo “conceptos más correctos de Dios y del hombre.”
Mrs. Eddy presenta una gran promesa cuando escribe (Ciencia y Salud, pág. 264): “Cuando aprendamos el camino en la Ciencia Cristiana y reconozcamos el ser espiritual del hombre, veremos y entenderemos la creación de Dios, — todas las glorias de la tierra y del cielo y del hombre.”
Ya no necesitan los hombres mirar hacia el futuro con ansias y esperar la salvación. La armonía universal de la creación maravillosa de Dios ha sido revelada. Debemos entonces sentirnos agradecidos y con corazón humilde escuchar a Dios y a diario experimentar las “maravillas” de la ley de Dios.
¡No temas, oh tierra! ¡alégrate y regocíjate, porque Jehová ha hecho cosas grandes! ... Y se llenarán las eras de trigo, y los lagares rebosarán de mosto y de aceite. Y os restituiré los años que comió la langosta arbeh. ... Y comeréis abundantemente, y os saciaréis; y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios, el cual se ha portado maravillosamente para con vosotros. — Joel 2:21–26.