Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

La curación en la Ciencia Cristiana

[Original en sueco]

Del número de abril de 1966 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mrs. Eddy dice en su obra Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos, pág. 370): “En diversas épocas, la idea divina asume diferentes formas, de acuerdo con las necesidades de la humanidad. En esta época asume, más inteligentemente que nunca la forma de la curación cristiana. Este es el niño que tiernamente tenemos que cuidar.”

La curación según esta Ciencia no se manifiesta mediante la fe ciega; no tiene ninguna relación con el misticismo u ocultismo de ninguna clase; no depende de ninguna creencia en la habilidad personal, y no tiene nada que ver con la fuerza de voluntad humana, vale decir, con el mesmerismo o el hipnotismo. En esta curación no existe lugar para la intelectualidad ni para argumentos indiferentes y fríos de ninguna especie. La curación se manifiesta a través de la luz del entendimiento espiritual.

La curación cristianamente científica es la actividad del Amor divino e incluye la aceptación y el reconocimiento de las verdades fundamentales de la Ciencia del Cristo — que Dios es el bien; que El es la Vida, la Verdad y el Amor, el Principio omnipotente y omnipresente de toda la existencia; y que el hombre es Su reflejo espiritual y perfecto.

Cristo Jesús es nuestro Maestro en la curación metafísica. El Científico Cristiano debe, por lo tanto, consultar constantemente los Evangelios para estudiar el método empleado por Jesús en su misión sanadora. El Maestro a menudo se refería a su unidad o unión con su Padre celestial indicando que El, el Padre, era la base desde la cual efectuaba todas sus obras.

A Felipe le dijo (Juan 14:10): “¿No creéis que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? las palabras que os hablo, no de mí mismo las hablo; mas el Padre, morando en mí, hace sus obras.” Cuando Jesús hablaba del poder de Dios que se manifestaba por medio de él, Jesús se refería a su identidad como el Cristo, su semejanza con Dios.

¿Cuál es el poder que impele todo trabajo de curación científica? Es un profundo deseo de consolar al que llora, confortar al afligido, liberar del dolor, dar valor y alegría a aquellos que claman por ayuda espiritual. Un amor desinteresado, el olvido de sí mismo, la humildad y la espiritualidad son cualidades necesarias para el éxito en la práctica de la curación espiritual. Pero, por sobre todo esto, tiene que predominar una confianza absoluta en Dios como el único legislador, el único poder y presencia. Comprendiendo esto, el practicista puede demostrar que el mal, el error no es nada y que no posee ni poder ni presencia.

Nuestra Guía nos dice en Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos, pág. 59): “El mejor sanador es aquel que menos poder se atribuye a sí mismo viniendo así a ser una transparencia para la Mente divina, que es el único médico; la Mente divina es el sanador científico.”

El principiante en el estudio de la Ciencia Cristiana tal vez encuentre difícil comprender cómo una verdad espiritual puede obrar la curación del cuerpo físico y sanarlo, al cual Jesús llamó carne y huesos. Pero aún así puede demostrar espléndidas curaciones si se torna a la Ciencia con honestidad y una firme confianza en el poder de Dios, el Espíritu.

Jesús dijo: “Conforme a vuestra fe, os sea hecho” (Mateo 9:29). Cuando la firme fe del estudiante se ve apoyada por el entendimiento claro del practicista de la totalidad de Dios, la creencia falsa, o el error, que es la causa del trastorno físico, cede y es destruída; y la ansiedad, el temor y el dolor son reemplazados por un sentido de la presencia y el cuidado afectuoso de Dios.

En Ciencia y Salud, especialmente en el capítulo titulado “La Práctica de la Ciencia Cristiana,” Mrs. Eddy ilustra detalladamente el método único de la curación cristianamente científica que consiste en afirmar por medio de argumentos, la totalidad de la Verdad y negar el error específico de que se trata. Ella ilustra que el uso correcto de argumentos es importante y eficaz.

Jesús dijo: “¿Cómo puede uno entrar en la casa del poderoso y saquear sus alhajas, si primero no amarra al poderoso? y entonces saqueará su casa” (Mateo 12:29). Al explicar esta parábola, nuestra Guía dice que la mente mortal es el hombre poderoso que tiene que ser dominado. Las alhajas de la mente mortal, o sea, sus falsas creencias, deben ser expulsadas de la conciencia para que la armonía de la pureza y la salud puedan manifestarse.

Mrs. Eddy usa la frase “La Ciencia de la curación” once veces en sus escritos. Una ciencia debe ser estudiada. Cuando alguien estudia cualquier ramo de ciencias materiales, constantemente se esfuerza por obtener mayores conocimientos de esa ciencia, así como pruebas más y más convincentes de su eficacia. El Científico Cristiano debe proceder del mismo modo para perfeccionarse en la Ciencia de la curación espiritual.

Debe percibir que en su trabajo de oración, en cada circunstancia, está tratando primordialmente con condiciones mentales y no con condiciones del cuerpo material. Por medio de la espiritualización del pensamiento, aumenta su habilidad para discernir las creencias falsas abrigadas por la mente mortal, ya sea consciente o inconscientemente. Jesús fue un maestro en el arte de leer mentalmente las falsas creencias de la mente carnal. Una de las actividades de la Verdad, es traer a la superficie todo lo que no sea verídico. La anatomía mental es, por lo tanto, una parte importantísima en el trabajo del practicista.

Si un individuo permite que la amargura, el resentimiento, la envidia, el odio o la insubordinación dominen su manera de pensar, este estado mental puede gradualmente resultar en una severa enfermedad. Esto es algo que hasta aún hoy en día los mismos médicos reconocen cada vez más. Si alguien en estas circunstancias pide la ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana y honesta y humildemente y de acuerdo con su mejor comprensión está dispuesto a aceptar las demandas de la Ciencia y a cambiar sus pensamientos, entonces tiene fundadas razones para esperar que se efectúe la curación.

En este caso, el practicista tiene que comprender que el antídoto es dejar que la luz del Amor divino inunde el pensamiento consciente del que sufre, y de este modo alcance su pensamiento inconsciente, alias materia o cuerpo. Leemos en Ciencia y Salud (pág. 114): “La Ciencia demuestra que lo que se llama materia no es sino el estado subjetivo de lo que la autora llama mente mortal.”

Cuando toda la amargura, irritación o el dolor que albergamos en nuestro pensamiento se disipen a la llegada de la gloriosa luz del Amor y la conciencia se inunde de la confianza que inspira el cuidado afectuoso que Dios tiene para todos Sus hijos y tengamos buena voluntad y amor para con nuestro prójimo, entonces sanaremos y demostraremos una curación permanente porque el origen de la enfermedad habrá sido eliminado.

Es deber de todo Científico Cristiano reconocer que la obra de Dios está establecida y que su voluntad se lleva a cabo y que ningún intento de odio dirigido contra el Cristo, la Verdad, puede entorpecer, anular o tergiversar esta obra. Los intentos de la mente mortal maliciosa son destruídos por el reconocimiento de la presencia del poder del Cristo.

El Científico Cristiano sabe bien que el método curativo más elevado y valioso, es reconocer a la luz de la inspiración y entendimiento espirituales, la presencia actual de Dios perfecto y hombre perfecto — el Amor y su manifestación — y afirmar la eterna coexistencia del hombre con su Padre-Madre-Dios.

En tales momentos puede que al practicista se le revele la firme convicción de que el trabajo ya está terminado, y también, aquel que ha buscado la ayuda tenga la convicción de la presencia de la salud. “Y vió Dios todo lo que había hecho; y he aquí que era muy bueno” (Génesis 1:31).

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / abril de 1966

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.