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Una estudiante de liceo escribe

Haciendo buen uso del tiempo

Del número de abril de 1966 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En momentos de gran presión a menudo es difícil sobreponerse a los pensamientos erróneos que insinúan que no tenemos el tiempo suficiente para orar consagradamente como lo hacemos en la Ciencia Cristiana. Pensamientos de esta especie se le presentaron a una estudiante de liceo cuando se estaba preparando para tres exámenes muy importantes que debía rendir en días sucesivos.

Durante los dos primeros exámenes comenzó a sentir una sensación de presión cada vez mayor que le dificultaba el estudio que debía hacer para el tercer examen. Esta preocupación y el temor siguieron aumentando hasta que al fin sintió que ya no podía soportarlo más. Sólo tenía el tiempo de repasar rápida y superficialmente más o menos quince importantes capítulos sobre química, y el error le decía que si se tomaba ese tiempo para espiritualizar el pensamiento no acabaría el repaso.

Ella permitió durante cierto tiempo que estos temores le impidieran trabajar como había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Mas cuando se percató que no se estaba concentrando en sus estudios, se dió cuenta que había estado desperdiciando un tiempo precioso al no tornarse a Dios en busca de ayuda.

Encontró la citación donde Mrs. Eddy usa sólo una vez en sus escritos la palabra “presión.” En la página 451 de Ciencia y Salud escribe: “Los Científicos Cristianos tienen que vivir bajo la presión constante del mandato apostólico de salir del mundo material y permanecer apartados de él.”

El Científico Cristiano sabe que ni el tiempo ni el temor de una inteligencia limitada o el temor de perder la memoria pueden ejercer presión sobre él. La única presión bajo la cual puede encontrarse es la de extraerse de las limitaciones del mundo material y sobreponerse a todas las presiones falsas.

Una gran sensación de quietud, de “la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento” (Filipenses 4:7) invadió el pensamiento de la estudiante a medida que comprendía la nada de sus temores. Poco a poco fue deshaciéndose de su sensación de ineptitud mediante el estudio de artículos publicados en el Christian Science Sentinel. Estos le aseguraban la infinitud de la inteligencia y de cómo ella reflejaba esta inteligencia por ser idea de Dios, la Mente omnisapiente.

Cuando llegó el momento del examen, había acabado de repasar cuidadosamente todo lo que le pareció importante, y con confianza y humildad entró en el aula en que se llevaría a cabo el examen. Se sentía segura y humilde porque había hecho su parte respecto al repaso de manera que podía poner toda su confianza en la Mente infinita, porque reconocía que la inteligencia proviene de Dios y no de un mortal.

Durante el examen se dió cuenta con gran alegría que las preguntas se referían al tema que recién había terminado de estudiar. Ella había abierto la puerta de su pensamiento a Dios y El la había dirigido.

Bien podemos imaginarnos el gozo que la embargó cuando los resultados probaron ser muy superiores a lo que ella esperaba. La calificación no habría sido tan alta si hubiera tomado el examen con un estado mental limitado, temeroso, y abrumado por la presión. Ella se sintió llena de gratitud por esta demostración de cuán útil es la Ciencia que Cristo Jesús enseñó.

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