Deseo expresar mi gratitud por medio de nuestros periódicos, por la Ciencia Cristiana — el inapreciable regalo que Mrs. Eddy ha dado a la humanidad. Desearía relatar una curación que experimenté ayudado por esta Ciencia, lo que prueba cuán prácticas son sus enseñanzas.
En el año 1962 me apareció en la cara una mancha roja. Al comienzo no le dí ninguna importancia, pero poco después descubrí manchas similares en varios animales de mi hacienda. Al poco tiempo la epidemia cobró proporciones alarmantes. Pedí a una practicista y querida amiga mía que me ayudara por medio de la Ciencia Cristiana. Un día antes que comenzaran nuestras oraciones, la condición se había agravado tanto que muchos conocidos me dijeron que debía someterme a tratamiento médico sin dilación.
Me pregunté a mí mismo: “¿Deseas consultar a un médico o confiar enteramente en Dios?” En ese momento la siguiente declaración de Mrs. Eddy me vino al pensamiento: “Lo que Dios no puede hacer, no necesita intentarlo el hombre” (Ciencia y Salud, pág. 231). También medité sobre la estrofa del himno No. 374 del Himnario de la Ciencia Cristiana:
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