Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Reverencia por la Verdad

Del número de julio de 1966 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Desde la antigüedad la veracidad ha constituído un requisito fundamental en lo que se refiere al buen carácter humano y para tener verdadero éxito en la vida. A los niños se les enseña a decir la verdad, los tribunales de justicia la requieren y castigan lo contrario, los adultos tienen que practicarla para sí mismos y expresarla hacia todos si desean mantener su dignidad y gozar del respeto de los demás. La veracidad es un requisito básico para obtener el éxito en la vida matrimonial, en los negocios y en todas las relaciones humanas.

¿De dónde viene esta demanda? ¿Cómo se ha desarrollado desde la era primitiva cuando la lucha por el sustento diario era el único objeto del esfuerzo humano? Es obvio que la observación humana sobre los efectos que produce la verdad en uno mismo y en otros, ha llevado gradualmente a la conclusión de que la verdad es buena, de que se sostiene a sí misma, de que protege todo y de que la mentira es el opuesto de la verdad; un mal que destruye y que se destruye a sí mismo.

Las experiencias humanas con la verdad y su opuesto, con sus respectivas enseñanzas y efectos — ampliamente ilustrados en el Antiguo Testamento en la historia de los hijos de Israel — preparó hasta cierto punto el pensamiento humano para el próximo paso en su desarrollo espiritual, vale decir, para la aceptación de las enseñanzas de Cristo Jesús. En sus maravillosas obras de curación y con el ejemplo de su vida entera, el Maestro probó que Dios es Amor y guió el pensamiento humano a percibir la Verdad y el Amor y a contemplar al hombre como el hijo bienamado de Dios, eterno, cariñoso y veraz. Enseño que la manifestación de la verdad en el modo de vivir es tan importante como el manifestar el amor.

Las enseñanzas del Maestro, tan sencillas como son, señalan los pasos de la verdadera espiritualidad porque representan al Cristo. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens., escribe en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 26): “El Cristo era el Espíritu a que Jesús se refería en sus propias declaraciones: ‘Yo soy el camino, y la verdad, y la vida’ y ‘Yo y el Padre somos uno.’ Este Cristo o esta divinidad del hombre Jesús era su naturaleza divina, la santidad que le animaba.”

La naturaleza divina del carácter del Maestro ejemplificaba la norma de la moralidad divina para la experiencia humana, una moralidad que es tan permanente como la Verdad misma. En su carrera terrenal, tanto la verdad como el amor alcanzaron el grado más alto mediante la demostración que hizo de la unidad inseparable de estas cualidades. En efecto, tanto la veracidad como la amabilidad afectuosa proceden de la misma fuente infinita, del Principio divino, Dios, de manera que juntas son reflejadas y expresadas por el hombre que es la imagen y semejanza de Dios. En la medida en que esta realidad del ser es comprendida, las cualidades de veracidad y afectuosidad se manifiestan inseparables en la experiencia humana.

El comportamiento humano semejante al Cristo es el resultado de la cristianización del pensamiento. Se caracteriza por una mayor reverencia por la Verdad que se obtiene de las experiencias personales de la bondad cabal de la Verdad. Las ricas recompensas que se derivan del comportamiento humano semejante al Cristo son paz espiritual, habilidad para discernir, disposición para seguir las indicaciones divinas, goce profundo e íntimo de vivir con nuestro propio ser verdadero — el reflejo de la Verdad y el Amor. Estas recompensas espirituales no sólo harán frente ampliamente a todas nuestras necesidades, sino que también contribuirán a que nuestra experiencia humana sea hermosa, útil y feliz.

No obstante, un reconocimiento meramente intelectual de estas verdades, carente de la demanda espiritual de someternos enteramente a ellas, puede que resulte en una mera alabanza a la Verdad. La apariencia exterior, exenta de una verdadera devoción espiritual y de la obediencia a las demandas de la Verdad y el Amor, es mantener limpio sólo el exterior de la copa y del plato. Tal pretensión constituye una irreverencia hacia la Verdad y es un obstáculo para la vida espiritual y para el trabajo de curación.

Cristo Jesús hizo presente que la purificación espiritual debe llevarse a cabo por dentro, entonces el exterior, el aspecto que presentamos a nuestro prójimo, hará justicia a nuestros pensamientos más íntimos, a esa reverencia por la Verdad que es un requisito absoluto para la práctica de la curación en la Ciencia Cristiana. No es la lógica humana o el mero razonamiento intelectual, por correctos que sean, sino nuestro amor y nuestra reverencia a Dios ya comprendido, lo que nos impulsa a desechar por completo el sentido material de la vida como algo completamente falso y lo que nos inspira a someternos al reino del Cristo, a la verdad científica de Dios y el hombre perfecto, Su reflejo espiritual. Esta experiencia íntima es lo que inviste del poder sanador a nuestras declaraciones de la verdad.

La reverencia por la Verdad, Dios, denota humildad; es el espíritu que anima nuestro verdadero acercamiento a Dios. La humildad nos guía hacia una comprensión cada vez más clara de Dios. Sólo por medio de esta comprensión podemos aplicar las verdades de la Ciencia Cristiana sin ningún sentido de poder o responsabilidad personales, sino por el contrario, con la conciencia del poder omnipotente del Amor divino. Mrs. Eddy dice en Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos, pág. 356): “La humildad es el lente y el prisma que nos permite comprender la curación por la Mente, y es esencial para comprender nuestro libro de texto; es indispensable para el desarrollo individual y traza el plan de su Principio divino y la regla para la práctica.”

Si reverenciamos a Dios, la Verdad, la Vida y el Amor — el creador —, sentiremos una tierna consideración por Su creación, por cada manifestación de la Vida. Si mantenemos conscientemente esta actitud de reverencia espiritual, jamás nos acusarán de irreverentes, vale decir, de irrespetuosos, crueles o injustos con nuestros semejantes porque estaremos conscientes que, cualesquiera que sean las circunstancias en la vida, en la verdad del ser ellos son los hijos del único creador infinito cuyas obras profesamos honrar y amar.

Contrariamente a las creencias humanas, especialmente aquellas aceptadas en algunos círculos de negocios, una actitud de tal profunda veracidad espiritual como lo es la expresión de respeto y consideración afectuosa hacia aquellos de categoría inferior, no nos rebaja, ni elimina la disciplina de una organización. Por el contrario, sirve para despertar a nuestros semejantes a una apreciación mejor del uno hacia el otro en las actividades diarias, y a un espíritu de cooperación mutua tan necesario para el triunfo en cualquier empresa humana colectiva.

La reverencia por la Verdad no es inspirada por el temor, sino por el amor; la humildad no es humillación de sí mismo, sino que es el resultado de la apreciación científica de nuestro ser verdadero y de nuestro parentezco con El; la obediencia a Dios no es ceder a la presión, sino que es un deseo espontáneo de un niño feliz que merece la aprobación de su amado y bondadoso Padre infinito: “Este es mi amado Hijo, en quien tengo mi complacencia” (Mateo 3:17). La Ciencia Cristiana imparte el espíritu de reverencia en el bello Salmo 119 (versículos 10 y 15): “Con todo mi corazón te he buscado; ¡ no permitas que me desvíe de tus mandamientos!... Meditaré en tus preceptos, y fijaré mi vista en tus senderos.”


Jehová me premiará conforme a mi justicia, conforme a la limpieza de mis manos me recompensará; porque he guardado los caminos de Jehová, y no me he separado impíamente de mi Dios. Pues todos sus preceptos los tengo delante de mí, y en cuanto a sus estatutos, no me he apartado de ellos. — Salmo 18:20–22.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / julio de 1966

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.