En sus escritos, Mrs. Eddy indica el significado del deber y de la fidelidad a él. En Ciencia y Salud nos enseña cómo podemos estar conscientes de nuestro verdadero deber. Ella escribe (pág. 496): “Aprenderéis que en la Ciencia Cristiana el primer deber es obedecer a Dios, tener una sola Mente y amar al prójimo como a sí mismo.”
En la medida en que reflejemos en nuestra vida humana la Mente única que Cristo Jesús demostró, seremos sinceros con nosotros mismos y amaremos a nuestro prójimo como amamos nuestro ser verdadero. Un Científico Cristiano no debiera tratar de eludir su deber espiritual de reconocer a Dios como el Padre y Madre de todos, dado que en la medida que vive en absoluta obediencia al Principio divino, no puede verse sujeto a ninguna sugestión ilusoria de la mente mortal, ya fuere una creencia de temor, pecado, enfermedad o muerte.
José, el hijo de Jacob, era un modelo en la demostración del cumplimiento al deber. A pesar de que sus hermanos lo envidiaban, lo echaron al pozo, y lo vendieron a los Ismaelitas, él permaneció fiel a Dios. Llegó a la corte de Faraón donde fue puesto por sobre toda la tierra de Egipto en recompensa por la interpretación de un sueño. Fiel a su deber de expresar el Amor, él ayudó a sus hermanos cuando apelaron a él.
Nuestra habilidad para alcanzar el éxito dependerá siempre de nuestra fidelidad de obedecer la ley básica de Dios, el bien, lo cual es necesario para el progreso y la preservación de la humanidad y el universo. La ley de Dios, como lo enseña la Ciencia Cristiana, fue aplicada con éxito por Cristo Jesús y sus apóstoles.
Mrs. Eddy descubrió esta ley espiritual que durante muchos años había permanecido oscurecida y la denominó “Christian Science”. El hecho de que hoy en día los Científicos Cristianos que son fieles a su deber pueden sanar a los enfermos y librar a los pecadores del yugo del mismo modo que lo enseñó Jesús, se lo debemos a ella y a su inspiración.
Respecto a la fidelidad al deber, Mrs. Eddy dice lo siguiente en el Artículo VIII, Sección 6, del Manual de la Iglesia: “Es obligación de cada miembro de esta Iglesia defenderse a diario de toda sugestión mental agresiva y de no incurrir en el olvido o descuido de su deber para con Dios, para con su Guía y para con la humanidad. Por sus obras será juzgado, — y justificado o condenado.” Nosotros debiéramos ser sinceros y preguntarnos si en realidad estamos cumpliendo diaria y fielmente con el deber que nuestra Guía demanda de nosotros.
Escuchar la voz de Dios significa obedecer fielmente al Principio divino, no importando cuáles fueren las sugestiones del error. Dios es fiel. En la misma medida debiéramos ser fieles a Su Cristo, la idea espiritual de filiación.
¿Cómo podemos esperar que el problema acerca del cual estamos trabajando se solucione armoniosamente con naturalidad divina, si nosotros no estamos expresando al mismo tiempo en nuestro pensamiento la armonía divina necesaria para que la solución clara y perfecta del problema pueda aparecer? Todas las cualidades de Dios, la Mente divina, tales como la bondad, constancia, pureza, desinterés, amor y sabiduría pertenecen al hombre, el cual las refleja con certeza, positiva y naturalmente.
El progreso que somos capaces de hacer naturalmente y sin esfuerzo debido a nuestra fidelidad a Dios y al hombre, fue también señalado por el Salmista que declaró (Salmo 1:1–3): “Bienaventurado el hombre que no anda en el consejo de los inicuos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en el banco de los escarnecedores; sino que en la ley de Jehová está su deleite, y en su ley medita de día y de noche. Y será como un árbol plantado junto a las corrientes de las aguas, que da su fruto en su tiempo; su hoja también no se marchita; y cuanto él hiciere prosperará.”
Se da por asentado que un miembro de La Iglesia Madre o de una de sus filiales observará las Reglas y los Estatutos a los cuales los miembros se comprometen cumplir. Los estatutos de una iglesia filial a menudo hacen la provisión de que un miembro debe estar preparado para aceptar un cargo que corresponda a su capacidad natural y a su comprensión espiritual. Aquellos que se hallan preparados para dar gloria a Dios sometiéndose humildemente a Su voluntad, haciendo todo lo que de ellos requiere la Verdad, y el Amor divinos, participarán de la bendición que se origina de la fidelidad al deber que se presta al servicio de nuestra gran Causa.
Mrs. Eddy nos recuerda en Ciencia y Salud que debemos cumplir fielmente con el deber verdadero y en la página 183 escribe lo siguiente: “La Mente divina legítimamente exige del hombre toda su obediencia, afecto y fortaleza. No cabe reserva mental para lealtad menor alguna. La obediencia a la Verdad le da al hombre poder y fortaleza. La sumisión al error es la causa de la pérdida de poder.”