Aunque mucha gente puede que defienda su derecho a estar preocupada, es muy útil recordar que la preocupación es una forma de pecado. Constituye una negación de la presencia y del cuidado de Dios. Es el temor disfrazado de respeto. Aquel que confía en Dios, implícitamente no se dejará dominar por esta forma de mala práctica o de pensamiento erróneo.
En la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. aprendemos que Dios es el Amor omnipotente y que el hombre es el hijo de Dios, el bienamado del Padre. Aprendemos que el mal es irreal, que no forma parte del universo de Dios. Aprendemos que la voluntad de Dios es la ley de la armonía y la bendición para toda individualidad. Por consiguiente, uno puede muy bien preguntarse: “Y entonces, ¿por qué preocuparse?”
Uno puede tener sus dudas acerca de su propia habilidad para demostrar estos hechos científicos. Pero la habilidad proviene de Dios y es libremente conferida al hombre como expresión de Dios. El punto en discusión es el de la adecuada identificación. ¿Comprendemos e individualizamos acaso, el hecho científico de que el hombre es la expresión de Dios, la actividad del Principio divino? Mary Baker Eddy se refiere a este punto en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, cuando dice: “El hombre es la expresión del ser de Dios” (pág. 470). Y Jesús señaló la fuente de la habilidad en esta declaración: “El Padre que mora en mí, él hace las obras” (Juan 14:10).
El negarse a estar preocupados, no es lo mismo que ignorar el mal. El estudiante de la Ciencia Cristiana reconoce la necesidad del trabajo consagrado y el esfuerzo directo para vencer las sugestiones del mal, la enfermedad y el pecado. Uno no se cruza de brazos frente a la vista de una horrible necesidad diciendo alegremente que todo está bien. El trabajo y la preocupación son opuestos, y el remedio para el problema es menos preocupación y más trabajo metafísico. La preocupación indicaría que está mesmerizado por el mal o por la enfermedad. Ese trabajo demanda que uno aclare científicamente su pensamiento del temor y de las falsas creencias. Demanda que uno rechace las sugestiones erróneas y que ocupe su pensamiento con las grandes verdades del ser. Este último curso de acción es el camino que elimina el problema y el sufrimiento.
La Ciencia Cristiana enseña que el cuerpo humano es la expresión del pensamiento, que nuestro estado físico refleja nuestro estado de consciencia. De aquí entonces que si albergamos un estado de tensión nerviosa, es muy probable que tal estado se manifieste en el cuerpo en forma de una anormalidad o enfermedad. Es obvio, entonces, que el camino a seguir para liberar nuestro cuerpo, es liberar nuestro pensamiento mediante la destrucción de nuestros temores. Y el único método por el cual uno puede realmente destruir el temor es por medio del entendimiento de Dios. Medicinando el cuerpo, no remediará el error fundamental; por lo tanto, esta práctica no presenta una verdadera curación. Es sólo mediante un entendimiento de Dios como Amor divino y del hombre como la imagen y semejanza de Dios, es decir, como el hijo del Todopoderoso, que realmente sentimos la seguridad y la tranquilidad de la Ciencia del ser.
El ritmo de la vida moderna invitaría a la tensión nerviosa, por consiguiente, debemos encontrar un remedio para tales errores. El remedio yace en la oración silenciosa. La Biblia nos dice: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:5, 6). En la práctica de la Ciencia Cristiana, el orar inteligente y persistentemente, declarando las realidades de la Ciencia divina es conocido como trabajo metafísico. A través del estudio diario de la Biblia y del libro de texto de la Ciencia Cristiana obtenemos un entendimiento de las leyes de Dios y de cómo podemos poner en acción estas leyes en nuestras vidas. Aprendemos a afirmar las verdades científicas acerca de Dios y del hombre y a negar las pretensiones del sentido material, el clamor de la tentación y el temor a la enfermedad. Cuando el pensamiento se purifica por medio de este proceso, ganamos una paz mental que se refleja en el cuerpo humano en forma de salud y armonía. Mrs. Eddy describe este método de la práctica en Ciencia y Salud página 445. Ella dice: “La Ciencia Cristiana [Christian Science] impone silencio a la voluntad humana, calma el temor con la Verdad y el Amor, e ilustra la acción espontánea de la energía divina en la curación de los enfermos”.
La Mente divina es el único remedio para los males de la experiencia humana. Uno no puede obtener la paz mental a través de la razón o el análisis humanos. Es sólo a medida que el Cristo, la manifestación de la Mente divina, viene a la consciencia individual que uno siente la seguridad de la ley y del control divinos. No hay sustituto para el Cristo. Cuando la humanidad aprenda esto, cesará de buscar frenéticamente una salida para sus problemas usando medios materiales. Jesús mostró el camino. El se refirió al Cristo como siempre presente cuando dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
Así vemos que el remedio para la preocupación es el trabajo metafísico, el trabajo científico y devoto con las realidades del verdadero ser. Una estrofa de uno de los himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana (No. 49) establece la naturaleza de tal labor:
Da Tu rocío de quietud,
que calme nuestro afán;
alivia nuestra lasitud;
y así las almas cantarán
Tu paz y excelsitud.