Dios, el Espíritu, siendo infinito, Todo, el Espíritu debe de ser la única substancia que existe, y no está sujeto ni a la decadencia ni al deterioro. La substancia del hombre es el reflejo del Espíritu, ya que el hombre es la imagen y semejanza de Dios y no puede, por lo tanto, deteriorarse. La substancia del hombre es eternamente perfecta y siempre se mantiene en todo su vigor y lozanía.
En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens., leemos (pág. 468): “El universo espiritual, incluso el hombre individual, es una idea compuesta, que refleja la substancia divina del Espíritu”. El deterioro es desconocido en el universo espiritual.
La Ciencia Cristiana parte de la base de que siendo el Espíritu la substancia de todas las cosas, no puede haber substancia en la materia. Lo que aparenta ser materia es la objetivación de los pensamientos materiales de los mortales. Dado que tales pensamientos se basan en la falsa suposición de que existe algo aparte de Dios, el Espíritu, estos conducen a falsas conclusiones, una de las cuales es la creencia que todo tiende a deteriorarse y termina en decadencia y disolución. Mas la Biblia dice: “Las obras de sus manos son verdad y juicio ... afirmados eternamente y para siempre, hechos en verdad y en rectitud” (Salmos 111:7, 8) .
La apariencia que presenta el deterioro en el universo material no es el resultado de una ley, mas es el efecto de la aceptación universal de una creencia falsa que cuando se la acepta aparenta establecerse como ley. Toda ley verdadera es divina, no material, pues Dios es omnipotente y el único legislador. Su ley mantiene siempre a la creación en toda su armonía y perfección, y la comprensión de esta verdad destruye la creencia en el poder de una ley material del deterioro.
Todo concepto de deterioro pone de manifiesto la aceptación de una falsa ley como si fuera verdadera y como si tuviera poder. La ley divina, que es todopoderosa, no apoya ninguna sugerencia de deterioro, y cuando la consciencia humana es gobernada por esta ley, el deterioro no forma parte de su experiencia. La creencia falsa de vida en la materia se manifiesta de diversas formas, y una de ellas es que el hombre es un mortal que envejece y que sus facultades y habilidades se deterioran. Este sería el caso si el hombre fuera verdaderamente un objeto material y finito, sujeto a una ley material de decadencia inevitable; mas este punto de vista es un concepto falso del hombre. El hombre es espiritual, no material, y su ser es gobernado por la ley de la perfección espiritual. Sus facultades, que son espirituales, permanecen perfectas y permanentes.
Si pareciera que estamos contendiendo con un concepto de deterioro, no debemos ocuparnos primordialmente de la materia sino más bien de nuestras falsas creencias acerca de Dios y del hombre. Podemos preguntarnos: “¿Estoy aceptando la creencia en el cambio y la disolución finales de todas las cosas? ¿Estoy creyendo que el hombre es material y que inevitablemente debe enfrentarse a los estragos de la vejez y del deterioro?” En cada etapa o condición, contamos con el poder dado por Dios para rechazar tales sugestiones y para declarar y poner en práctica la perfección invariable del hombre como la imagen y semejanza de Dios.
También debemos vigilar que no estemos abrigando pensamientos de hastío, de frustración y desilusión, de que somos inútiles e innecesarios; y no debemos permitir que se acumulen pensamientos de preocupación y ansiedad. Tales pensamientos nos debilitan; mas cuando estos son reemplazados por la comprensión de que Dios es la Vida del hombre, experimentamos el vigor y la energía del Espíritu.
En la página 246 de Ciencia y Salud se lee: “La Vida es eterna. Debiéramos reconocer este hecho, y empezar a demostrarlo. La Vida y el bien son inmortales. Modelemos pues nuestros conceptos de la existencia sobre la base de la belleza, lozanía y continuidad, en lugar de la vejez y decrepitud”.
Si rechazamos para nosotros la creencia en el deterioro, debemos estar igualmente alertas para no aceptarla como verdadera para otros. En todo momento y dondequiera que veamos señales de decadencia, podemos negar que sean parte de la creación de Dios. Muy a menudo nos inclinamos a ser impacientes con aquellos que han aceptado el deterioro de sus facultades cuando debieran despertar nuestro amor y compasión. Deberíamos tratarlos paciente y amablemente, y elevarlos a la comprensión del Cristo, la Verdad, y a la de su propio ser verdadero, espiritual e intacto.
La creencia de deterioro también pretende extenderse a las relaciones humanas. Si estas relaciones se basan meramente en un concepto personal, están sujetas a las tensiones e irritaciones impuestas por el materialismo, y el lazo que las une puede romperse. Bajo la fricción constante de opiniones y voluntades humanas, una relación puede deteriorarse, debido a que no hay nada espiritual ni permanente que la una y perpetúe.
Si, por otro lado, esta relación se establece sobre las cualidades del Espíritu, tendrá un lazo duradero que no podrá romperse. Será una relación que incluye respeto y comprensión, y que se expresa en altruísmo, benignidad y consideración. Refleja “el fruto del Espíritu” (Gálatas 5:22), y Pablo incluyó entre ellos la benignidad y la bondad contra los cuales dijo: “no hay ley”.
Aquello que expresa la substancia del Espíritu y manifiesta el fruto para beneficio de la humanidad, es imperecedero. La Iglesia Científica de Cristo y la Causa de la Ciencia Cristiana están edificadas sobre la base espiritual del entendimiento de Dios como Espíritu, y reflejan en todas sus actividades las cualidades del Espíritu. El espíritu de Verdad y Amor llena esta iglesia, la que restablece el Cristianismo primitivo y ofrece a la humanidad la salvación total sanando las enfermedades así como también el pecado.
Un sentido personal de iglesia está sujeto a las creencias variables de la humanidad y a las condiciones materiales. Cuando la Iglesia se percibe en su verdadero significado como “la estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él” (Ciencia y Salud, pág. 583), entonces se la está comprendiendo como una idea espiritual universal, intocable por la materia y sus creencias, e independiente de todo concepto humano de multitudes y personalidades. La Iglesia expresa todo lo que es verdadero y justo, aquello que está gobernado por la ley del Principio, y está sostenido y provisto por el Amor divino en actividad y crecimiento constantes.
A medida que afirmemos en nuestra consciencia esta verdad absoluta, el verdadero concepto de Iglesia se manifestará en nuestra experiencia, y todo sentido falso de decadencia y deterioro desaparecerá.
Tenemos la promesa de Cristo Jesús que contra la Iglesia edificada sobre la supremacía del Espíritu “las puertas del Hades no prevalecerán” (Mateo 16:18). La protección de Dios de la idea espiritual de Iglesia también abraza el concepto humano de la misma, y este concepto no puede deteriorarse bajo ataques internos o externos ya que está edificado sobre la roca de la Verdad.