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Llevándose bien con los demás

Del número de abril de 1968 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


Aquellos que gozan de la vida son aquellos que han aprendido a vivir en armonía con los demás. Esta armonía puede alcanzarla cualquiera, mas no siempre puede obtenerse si contemplamos a nuestro prójimo como si fuera un mortal errado que posee una mente propia y que manifiesta los caprichos y las excentricidades que llevan a la fricción y al malentendido.

Cristo Jesús dió a los hombres una regla perfecta para lograr la armonía cuando dijo (Juan 7:24): “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”. Para ser honrado con los demás y para no ser un testigo falso contra ellos, debemos comprender y ver al hombre tal como Dios lo creó, es decir, creado a Su imagen y semejanza. Este hombre es el ser verdadero de cada persona. Aquello que aparece como un hombre mortal es una tosca falsificación, un concepto material del hombre de Dios, el cual es siempre espiritual, la imagen perfecta de su creador.

Jesús previno que la apariencia física del hombre mortal es la falsedad que procede del diablo o mal, el cual trataría de hacernos creer que la falsificación del hombre es el hombre verdadero y que todas las formas de odio, egoísmo o mal que este hombre falso parece manifestar son características naturales de la humanidad. El Maestro jamás fue engañado por esta mentira. Él dijo (Mateo 5:48): “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. El Maestro comprendió a fondo que un creador perfecto sólo podía crear un hombre perfecto, y que este hombre perfecto es el único que puede realmente existir. Fielmente se aferró a la gran verdad de que hay un solo Dios, un solo creador, una creación perfecta.

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