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Morando en el reino de Dios

Del número de abril de 1968 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hay muchos hombres de negocios, mujeres profesionales, obreros, dueñas de casa, hombres de letras, políticos y otros en toda clase de actividades en la vida, que hoy en día están serenamente conscientes del reino de Dios. Para el que no esté familiarizado con la verdadera naturaleza del reino de Dios universal y siempre presente, puede que esta declaración le parezca vaga e imaginaria, pero esto no es así.

Aquellos que están familiarizados con la Biblia recordarán las palabras que Jesús respondiera a aquellos fariseos que le demandaron saber cuándo había de venir el reino de Dios (Lucas 17:20, 21): “El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o, helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros”.

Este reino que fue descrito por el Maestro hace siglos, está ahora accesible a la humanidad por medio de la revelación de la Ciencia Cristiana, la cual enseña que uno entra al reino de Dios por medio de la espiritualización de la consciencia, por medio del reconocimento de la totalidad y bondad de Dios, y de la seguridad de que el hombre es el reflejo perfecto de Dios. La entrada al reino de Dios, es, por lo tanto, un proceso mental que demanda que se purifique el pensamiento de todo materialismo.

El proceso de purificación que atribuye perfección a Dios y a Su reflejo, el hombre, abre la puerta del reino al eliminar los errores obstructivos de las creencias falsas. Este concepto puro de Dios, al superar las barreras ilusivas hechas por los hombres, prueba irrefutablemente que Dios no tiene contrario por cuanto no existe ningún concepto erróneo dentro de la infinitud del ser perfecto.

Mrs. Eddy escribe en la página 465 de Ciencia y Salud: “Dios es Mente, Espíritu, Alma, Principio, Vida, Verdad y Amor, infinitos, incorpóreos, divinos y supremos”. La Mente infinita no apoya una manifestación carente de inteligencia; el Alma no reconoce sentidos trastornados; el Principio no yerra; el Espíritu no es materialista; la Vida no es limitada; la Verdad es inequívoca; y el Amor es inmutable.

La disposición para corregir el pensamiento y ponerlo de acuerdo con estas verdades y eliminar las creencias discordantes, nos capacitará para demostrar en medida cada vez mayor nuestra herencia de libertad, dominio y poder; y, así morar en el reino de Dios. Los errores de pensamiento, tales como temor, odio, codicia, mundanalidad, deshonestidad nos ciegan a la percepción de nuestro patrimonio perfecto en la Ciencia y a nuestra morada armoniosa.

Es imperativo que avaluemos el pensamiento si hemos de demostrar el ser perfecto, ya que todo concepto tiene que ser sometido a prueba por la verdad que destruye las creencias engañosas. Si hemos de conocer el Amor, no debemos fomentar el odio; si hemos de comprender la Verdad, no debemos expresar engaño. Cada pensamiento tiene que ser purificado, tiene que ser contrapesado con la perfección de Dios y no debe hallarse careciendo de nada; lo real debe afirmarse y lo irreal e imperfecto desecharse.

Para reclamar nuestra herencia y habitar en el reino de Dios, debemos tener en cuenta la admonición que se encuentra en el libro de Job (22:21): “Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien”. El trabar amistad con Dios no comienza con lo que se opone a Él. Pese a la creencia errónea, no podemos encontrar a Dios o al hombre en el materialismo, en el pecado, en la enfermedad, la carencia o la deshonestidad. La relación armoniosa que existe entre Dios y el hombre a Su imagen y semejanza se demuestra en la espiritualización de nuestros pensamientos y de nuestras acciones.

El estar constantemente conscientes de la realidad espiritual, así como también alerta para mantener la realidad en contraposición a la irrealidad material, purifica el pensamiento individual y entonces perfecciona la experiencia individual, elimina la discordancia, y anula el fracaso reemplazándolos con la serenidad, seguridad y éxito. Nuestro triunfo está asegurado cuando nos convencemos de que el fracaso no existe para aquellos que comprenden que Dios es Todo. Cuando estamos espiritualmente alerta, no somos mesmerizados o convertidos en víctimas por aquello que a sí mismo pretende oponerse a Dios, ya que la experiencia exterior refleja el pensamiento interior. De este modo podemos descansar confiados porque no hay mal que pueda sobrevenirle a aquel cuyos pensamientos moran consciente y constantemente en la pureza del reino de Dios.

Dios reina supremamente, y la comprensión activa de la Verdad — el Cristo liberador y sanador —, lo corrige todo. Sabiendo esto, con toda diligencia podemos reclamar nuestra verdadera identidad como imagen y semejanza de Dios, podemos purificar nuestros pensamientos, nuestros conceptos, nuestras acciones, de manera que verdaderamente podamos familiarizarnos con Él y estar en paz.

En Ciencia y Salud leemos (pág. 3): “El Ser Divino tiene que ser reflejado por el hombre, — de lo contrario, el hombre no es la imagen y semejanza de Aquel que es ‘del todo amable’, paciente, compasivo y fiel; empero el entender a Dios es obra de la eternidad y exige absoluta consagración de pensamientos, energías y deseos”. En consagración disciplinemos entonces nuestros pensamientos de manera que puedan estar de acuerdo con los pensamientos de Dios; de manera que podamos verdaderamente encontrarnos a Su imagen y semejanza y morar aquí y ahora en Su reino, el reino de la pureza que dentro de nosotros está.

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