En una ocasión comencé a sufrir la inflamación de una glándula. El dolor y la náusea causados por esta condición eran tan severos que me sentí imposibilitado de declarar la verdad por mí mismo. Se llamó a un practicista quien vino a mi lado y me ayudó a percibir la verdadera relación que existe entre el hombre y Dios. Hablamos de Dios y de Su gran amor por Sus hijos. La inflamación empezó a desaparecer desde ese momento y al día siguiente pude levantarme y vestirme ya que la inflamación se había calmado.
Poco tiempo después de esta curación, se presentó la oportunidad de visitar a mis hijos que vivían en el Este de los Estados Unidos. Durante esta visita se me desarrolló una hernia. Decidí regresar a California y recibir tratamiento del mismo practicista, quien vino a mi lado. No tan sólo estaba sufriendo del dolor producido por la hernia sino también sufría de una hemorragia de los riñones. Ambas dificultades fueron sanadas en poco tiempo.
En otra ocasión, sufrí un golpe cuando un conductor daba marcha atrás a su automóvil en el preciso momento que yo intentaba pasar entre su vehículo y el mío. Alguien llamó una ambulancia y me llevaron al hospital donde me tomaron radiografías. Éstas indicaron que una de mis piernas estaba fracturada en dos partes. Le pedí a la enfermera que llamara al mismo practicista que me había ayudado anteriormente. Él llegó en poco tiempo y hablamos de las verdades de la Ciencia Cristiana. Con su ayuda pude caminar desde el hospital hasta donde se encontraba su automóvil y él me llevó a mi casa. La curación efectuada fue otra oportunidad cuando pudo ser demostrado el poder de la Verdad. No recibí atención médica mientras estuve en el hospital. Lo único que hizo el médico fue examinar mi pierna.
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